Cerró el libro, tomó su teléfono y vio la hora: 23:35 AM. Agudizó el oído, escuchó el silencio ¿Sería posible que todos estuviesen dormidos?
Fue a la cocina y comprobó que efectivamente todos habían caído ante el cansancio de un día tormentoso. No había cenado, ni comido nada en la tarde, se recordó a sí misma, tampoco sentía hambre.
Volvió a la habitación, sacó de su cama los objetos que la molestaban: almohadones y peluches, dejando sólo su celular y el libro, ni siquiera estiró un poco las sábanas, simplemente apagó la luz. Debía dormir, la presentación era al día siguiente, pero algún vago pensaminto no se lo permitía ¿Cuál sería ese pensamiento? Se preguntó, no lograba visualizarlo con claridad.
Apagó el teléfono y se sumió así en la más profunda oscuridad de su habitación. Algo llamó su atención, un destello azulado reflejado en el cristal de la ventana, a sabiendas de que no podría con la curiosidad se levantó para revisar que producía el extraño y constante parpadeo.
Su computadora portátil había quedado encendida pero con la tapa baja, produciendo la luz de aviso de que aún seguía en funcionamiento. Desepcionada volvió a su cama y esta vez fue conciente de que seguía vestida.
Que pereza, debería quitarse sus shorts, el corpiño y con suerte la camiseta desaparecería sola durante la noche y algún sueño de calor. Antes de desvestirse permaneció unos segundos pensando en la sensación que agobiaba su cuerpo, era como pesada y culpable.
Giró en eje, el aro del corpiño amenazaba con clavarse violentamente en su pecho.
Movió un poco los pies y suspiró, estaba aburrida. Reviso la barra de notificaciones en el teléfono una vez más: vacía, pero ¿Qué estaba esperando ella? ¿Qué la tenía tan taciturna y ensimismada? El infinito de su pared le pareció cada vez más atractivo.
Esa noche no dormiría tranquila, en parte por el calor y la pesadez del clima que envolvía la ciudad, aunque también por la existencia del pensamiento abstracto e intangible que acabaría desgarrando poco a poco su débil cordura nocturna.
Por fin logró desvestirse, cubrió su cuerpo con la arrugada sábana y se posicionó bocarriba, con su mano derecha acarició su abdomen, bajó y bajó en busca de alguna sensación. Tampoco era eso lo que su cuerpo necesitaba.
Consternada jugueteó con un broche que descansaba en el cabezal de la cama y pensó un poco más, era conciente de que no podía forzar el pensamiento pero no quería arriesgarse a que se esfumara de la noche a la mañana.
Volvió la mirada al techo, cerró los ojos y se concentró escasos segundos en su profunda y delicada respiración. Abrió nuevamente los ojos, todo seguía igual.
Agotada de dar vueltas mentalmente suspiró con fuerza, queriendo que eso hiciera salir de su mente a aquello que la perturbaba. El incómodo pitido en los oídos le devolvió el sonido a la noche, fue capaz de escuchar a los grillos, y tal vez a alguna rana dando sus conciertos.
Minutos más tarde y habiendo dado varias vueltas en la cama las lágrimas de cansancio brotaban descaradas de sus ojos.
Lo supo entonces, al fin había llegado la hora de dormir. Bostezó y se estiró un poco más en la cama. Ya no le importaba ningún pensamiento rebelde escondido en algún rincón de su inconsciente. Durmió.
¡Hola! Este es el primer capítulo de algo muy nuevo para mí.
Espero no tener lectores fantasma y que me hagan saber que opinan, tanto si es positivo como si es negativo, las críticas siempre vienen bien. Ojalá deliren leyéndola tanto como yo lo hice escribiéndola.
Frágil.