NARRA KYRON
—¿De verdad estás seguro de lo que vamos a hacer? ¿No crees que es una puta locura? ¿Te fías de ella? —preguntó mi hermano notablemente inquieto—. Imagínate que es una fan loca y todo esto es un montaje para secuestrarnos.
—No es nuestra fan —expliqué—. Y si tú no te fías puedes esperar en el coche.
—Ni de coña. No voy a dejar que vayas tú solo, hermano —dijo antes de mirarme y formar una mueca incrédula—. ¿Y has dicho que no es nuestra fan? ¿Entonces por qué estuvo anoche en el concierto?
—Había ido a acompañar a una amiga. Ella sí puede que nos secuestre y nos esconda en su habitación para hacernos...
—¡Cállate, no quiero saberlo!
Estábamos cerca de donde, según la dirección que su amiga me envió, vivía Taylor, y a medida que cada vez quedaba menos para volverla a ver me ponía más nervioso. Estaba deseándolo y a la vez me aterraba. Nunca había sentido algo así y era demasiado nuevo para mí.
—Tengo miedo.
—Blake, son inofensivas, te lo prometo.
—Sí, como esa loca que se coló en nuestra habitación de hotel en Chicago —recordó formando una mueca—. También parecía inofensiva, pero eso no impidió que se escondiera bajo la cama para asaltarnos de noche. Dios sabe lo que pretendía hacer.
—Taylor no haría algo así.
—Vale, esa chica no, pero, ¿y su amiga?
Eso no lo tenía tan claro.
El chófer paró delante de una casa bastante antigua. Estábamos en un barrio humilde a las afueras de Los Ángeles. Jamás había estado en esa zona. Bajamos del coche y nos acercamos lentamente a la puerta mientras mi hermano me lanzaba miradas de alerta y miraba hacia todas partes.
Acerqué mi mano al timbre y un sonoro y estridente sonido hizo que diésemos varios pasos hacia atrás. Una mujer mayor con el pelo gris, arrugas que delataban su edad y una verruga enorme en la nariz (parecía una villana de dibujos animados), apareció al otro lado de la puerta. Nos miró de arriba a bajo frunciendo el ceño.
—Esto... —se atrevió a hablar mi hermano antes de carraspear con nerviosismo—. ¿Usted no es Taylor, verdad?
—No, no soy esa tal Taylor. Pero puedo ser quien tú quieras, muchacho.
—Joder, te ha dado mal la dirección. Ya sabía yo que no eran de fiar. Ya verás que esto es parte de su plan macabro.
Mi hermano se pasó una mano por la cara con frustración y yo volví a revisar el mensaje que Chloe me había enviado bajo la atenta mirada de la señora, que se puso unas gafas con cristales redondos que acababa de sacar del bolsillo de su bata.
—¡Pero si sois los cantantes esos! Mi nieta está obsesionada con vosotros, tiene toda la habitación llena de posters con vuestras caras —dijo con los ojos el doble de grandes debido a las gafas—. ¿Le podéis firmar un autógrafo? ¡Le hará tanta ilusión!
La señora sacó un pañuelo arrugado del bolsillo de su bata y nos lo tendió junto a un bolígrafo azul. Me preguntaba si ese bolsillo sería como el de Doraemon, ¿qué más escondería ahí? Tan solo esperaba que el pañuelo no estuviese usado.
—¿Por cierto, esa chica de la que habláis no será por casualidad una joven morena de poca altura? —interrogó ella mientras dejábamos nuestras firmas y yo asentí.
—¿La conoce?
—Sí, es la hija de Alice, la profesora de literatura de mi nieta, viven ahí enfrente.
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¡No soy tu fan!
RomanceTal vez fue una bonita casualidad... Por un simple golpe con una puerta, justo al final de un concierto al que Taylor fue obligada a asistir. Pero, fuese como fuese, se encontraron, y a pesar de no haber empezado con buen pie, él prometió conseguir...