09 | De mal a peor

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—Es nuestro último día de castigo —me recordó Kyron mientras me pasaba una caja con libros que debíamos colocar en las estanterías—. Si te soy honesto, voy a echar de menos estar aquí, contigo.

—Pues yo estoy deseosa de no tener que escucharte más tararear esas espantosas canciones —dije para molestarlo—. Creo que me quedaré sorda si sigo escuchando tu insufrible voz. ¡Eso sí es un castigo!

—Pero si te encantan mis canciones.

—¿Tus canciones?

—Las escribo yo —explicó—. ¿Creías que las escribía otra persona? Todas y cada una de las canciones de Rock4u las he compuesto yo. Por eso son tan buenas.

—No lo son tanto —dije mientras ambos colocábamos los libros en la estantería.

—Admítelo, te encanta mi voz y mis canciones. Mucho más ahora que sabes que las he escrito yo —me miró esperando una confirmación, pero me crucé de brazos frente a él y negué con la cabeza.

—Siento decírtelo, Jenkins, pero deberías saber que tu música no es tan buena. En realidad solo eres famoso por tu belleza.

Evidentemente estaba mintiendo, tan solo trataba de molestarlo, porque la realidad era que tanto él como su hermano tenían mucho talento para la música. Eran de esos artistas que al verlos sobre el escenario sabes que les apasiona lo que hacen. No lo hacían por la fama o el dinero, sino porque de verdad llevaban la música en las venas.

—Pues vale —respondió encogiéndose de hombros y se llevó la caja con libros a otra estantería, lejos de mí.

—Esos libros no van ahí —dije esperando a que los trajese de vuelta, pero me ignoró—. Vamos, Kyron, hay que ponerlos aquí.

Se estaba haciendo el ofendido para que le pidiese disculpas y admitiese que tenía talento, pero eso no iba a pasar. Aún así debía hacer algo al respecto o por su culpa nos retrasaríamos y tardaríamos más en acabar de ordenar los libros. Me acerqué y me interpuse entre la estantería y él.

—¿No me vas a hablar más?

—No, no sea que mi insufrible voz afecte a tus delicados oídos —respondió colocando un libro por encima de mi cabeza.

—Vamos, deja de ser tan dramático, eres cantante no actor —me crucé de brazos y apoyé mi espalda sobre la estantería.

—Ah, ¿entonces sí que me consideras cantante con lo mal que canto? —preguntó con ironía, apoyando su mano derecha en la estantería, justo al lado de mi cabeza.

—Es a lo que te dedicas, ¿no?

—Ya. ¿Y cómo era eso otro que has dicho? Ah, sí. Que, según tú, solo soy famoso por mi belleza —repitió mis palabras mientras me acorralaba colocando su otra mano al otro lado de mi cabeza—. Bueno, al menos has admitido que te parezco guapo.

—Nunca he dicho lo contrario.

Sus ojos brillaron con intensidad y una una sonrisa se coló en sus labios. Mis ojos se desviaron un segundo hacia ellos y fue entonces cuando me di cuenta de lo cerca que estábamos. No solo estaba acorralada entre la estantería y él, sino que su cuerpo estaba tan pegado al mío que podía notar su pecho subir y bajar al mismo ritmo que el mío. Aunque quizás el mío iba más rápido, ya que me estaba poniendo muy nerviosa por su cercanía.

Quería apartarme de él, pero no podía. Estaba atrapada entre libros y su cuerpo músculoso, que cada vez se apretaba más contra mí. Sin dejar de mirarme con esos ojos que cada vez brillaban más, bajó su rostro hasta el mío. Su nariz rozó la mía y como forma de protección coloqué mis manos sobre su duro abdomen para tratar de mantener distancia, pero no funcionó.

¡No soy tu fan!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora