06 | Los sueños se trabajan

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—Para la semana que viene debéis hacer por parejas un trabajo sobre un clásico de la literatura —anunció la profesora Weasley, o como yo solía llamarla fuera del instituto: mamá—. Os dejo libre albedrío. Elegid el que más os guste, os llame la atención u os remueva por dentro.

Mi madre era una fanática de los clásicos al igual que yo. Era tal su pasión que decidió estudiar literatura en vez de medicina, que era lo que sus padres habrían esperado que estudiara. De no ser por esa pasión, nunca habría entrado en la tienda de mi padre buscando una nueva lectura, jamás se habrían conocido y yo no existiría.

—¿Podemos elegir con quién hacerlo?

—No, las parejas se formarán por sorteo como siempre —explicó sacando todos los bolígrafos del lapicero con flores de terciopelo que yo misma le hice en el colegio cuando tenía nueve años.

Nos pidió que escribiésemos nuestros nombres en un trozo de papel antes de pasar por todas las mesas con el lapicero en la mano, el cual se fue llenando de papelitos doblados por la mitad.

—Ay, por favor, espero que me toque con alguno de los hermanos Jenkins —suplicó Chloe dando un beso a su papelito justo antes de meterlo en el lapicero.

«Yo deseo todo lo contrario», pensé.

Mi madre volvió a su mesa y empezó a sacar papelitos con los nombres. Esas cosas siempre me ponían nerviosa, ya que nunca sabes con quién te va a tocar y eso no es bueno, dado que puede tocarte con algún compañero que decida no hacer su parte del trabajo y tengas que hacerlo tú todo. Eso me había ocurrido muchas veces.

—Jordan Thompson y Christian Díaz.

Al menos mis amigos habían tenido suerte. Esperaba tenerla yo también. Y viendo cómo Chloe me tomaba de la mano con fuerza, ella también esperaba con ansias tener la misma suerte que su hermano.

—Ay, vamos. ¡Que diga mi nombre ya!

—Chloe Thompson y Cameron Fisher.

—Genial, me ha tocado con el nerd —dijo soltando mi mano con brusquedad y sus labios formaron una mueca de disgusto.

—No es el fin del mundo, Chloe —intenté animarla—. En realidad has tenido mucha suerte, es el más listo de la clase.

Aunque ella no lo sabía, Cameron había sido mi amor platónico desde el primer curso. Era el chico más inteligente de todo el instituto, formaba parte del club de matemáticas (dicho club había ganado un gran número de campeonatos estatales) y era adorable con esos pequeños y cortos rizos castaños y esas gafas cuadradas que lo hacían parecer tan intelectual.

Aunque llevaba colada por Cameron Fisher (por llamar de alguna forma a la admiración que sentía por ese chico) desde hacía tantos años, jamás me había atrevido a intercambiar palabra alguna con él. Dicho sea de paso, nunca había querido distraerme de mis estudios por culpa de un enamoramiento estúpido, así que seguía sin tener la intención de hablarle.

—¡Pero yo quería que me tocara hacerlo con alguno de los hermanos Jenkins!

—No te vas a casar con ellos por hacer un trabajo de literatura juntos —aseguré rodando los ojos—. Así que relájate, no es para tanto. Lo importante es aprobar.

Ya estaban casi todas las parejas formadas y mi nombre todavía no había salido. Hice un repaso rápido para averiguar qué otro nombre quedaba, además del mío. Me di cuenta enseguida de quién se trataba y todos mis sentidos se pusieron alerta.

—Y por último... Taylor Weasley y... —habló mi madre sacando el último nombre que quedaba en el lapicero—. Kyron Jenkins.

«¡Maldito seas, Jenkins! —quise gritar con todas mis fuerzas—. ¡Desaparece de mi vida, por el amor de Dios!»

¡No soy tu fan!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora