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-Foxy P.O.V-

Me despertó aquella fastidiosa alarma al grito de "Debes ir a la escuela". La apagué con los ojos aún desacostumbrados a la luz; ví que dormías plácidamente en la cama y tu cara se me antojó de lo más tierna.
Me levanté, bajé a la cocina y comencé a preparar el desayuno: Café y budín de limón con semillas de amapola.
Cuando terminé de preparar todo subí dispuesto a bañarme pasando antes por mi ropa que estaba en el cuarto, vi que no estabas en la cama y te oí salir del baño, estabas con el cabello húmedo. Te acercaste y besé tu frente sonriendo.

—Buenos días— dijiste bostezando.

—¿Cansado?— inquirí sugerente mirándote con una expresión peculiarmente pervertida— . Abajo está el desayuno, recién hecho— sonreí.

—Bueno...es que anoche pasaron cosas—respondiste serio, siguiendo mi juego.

Te miré y compartimos una sonrisa. Bajaste a la cocina y entré al baño a ducharme. Al salir, vestirme, arreglarme y volver a bajar me encontré con la mesa puesta y tú sentado en una silla. Me senté en la silla enfrentada a la tuya.

—Gracias por poner todo en la mesa. ¿Comemos?

Asentiste con una sonrisa y comimos. Luego me acompañaste a lavar y ordenar todo, y nos alistamos para salir hacia la escuela en bicicleta. El sol de las 7:30 de la mañana nos daba en la cara y jugaba a tirar brillos en tu cabello ofreciéndole tonalidades doradas.
Llegamos a la escuela y comenzamos la jornada como siempre, hoy era miércoles y las primeras dos horas eran de literatura, mi materia favorita. Luego venía el receso y le seguían tres horas de psicología.
Entre apuntes, ruido y voces, llegó la hora del almuerzo y fuimos hasta la cafetería por algo de comer.

—¿Qué piensas comer?—pregunté ya en la fila, tratando de decidir qué iba a comer yo mismo.

—Hm... Se me antojan esos buñuelos de verdura—me miraste pensativo,—y un té con limón no me vendría mal.

—Excelente, creo que me apunto a que me convides con esos buñuelos—dije sonriente en un cantito.

Me miraste haciendo un puchero, con un reclamo silencioso y sutil por mi insinuación hacia los buñuelos. Nunca había sonreído tan amplia y ladinamente. Deposité un casto beso en tu frente cálida y te alejaste a buscar una mesa para sentarnos a comer tranquilos; llegó mi turno pronto en la fila y pedí tu té con limón, mi café bien cargado y una docena de buñuelos de verdura. Pagué todo y frené un momento a estudiar el lugar en busca de tu morada figura, te encontré y me dirigí hacía el lugar con paso decidido.

—Casi no tardaste nada, —observaste. —Es genial, porque estoy famélico.

—Bien, no nos demoremos entonces, traje una docena de buñuelos— dije mientras los ponía sobre la mesa y te arrimaba tu bebida— tu té y mi café. 

Comimos con un poco de prisa por el hambre y charlamos animadamente sobre temas varios, entre ellos las próximas horas de estudio. Tocaban tres horas de matemáticas y otras tres horas de inglés. 

El resto de la jornada fue ameno, no pasó nada de qué preocuparse ni nada muy digno de ser especialmente recordado.


"Pero tu compañía siempre hacía todo muy interesante."

The Day We MetDonde viven las historias. Descúbrelo ahora