Capítulo 3: Algo que nunca acaba

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—¿Cassie? —Desde el auto veo cómo Carter se acerca lo más rápido que sus piernas le permiten, haciendo una mueca de dolor cuando recae demasiado peso en su pierna coja —. La trajiste, Qito.

—Sí, gracias por secuestrarme de nuevo, Carter. ¿Puedo saber para qué me quieres aquí.

Carter toca levemente el brazo que utilizo para inmovilizar a Qito, como intentando calmarme.

—Creo que lo más adecuado es primero bajar el cuchillo, ¿no crees? Me pones nervioso.

Volteo a ver a Kali para esperar órdenes, pero ella ya ha dejado libre a Luk así que hago lo mismo con Qito. El muchacho pasa las manos sobre su garganta, claramente aliviado de no tener un arma punzocortante amenazando su vida.

—Cielos, Cassandra. No te conocía así —murmura el muchacho, saliendo del auto a toda prisa.

—Es mejor que entren, los cazadores ya deben de estar buscándonos —dice Carter. Espera a que baje del automóvil para sujetarme del hombro con su brazo bueno. Me susurra al oído —: Tienes que tener cuidado de Kali, ¿sí? No bajes la guardia.

—Confío más en ella que en ti, Carter.

—Eso está muy mal, Cassie. No deberías confiar en nadie, ni siquiera en mí.

—Gracias por el aviso, si me disculpas, tengo que ir casa. —Intento soltarme pero Carter aprieta más su mano, como una amenaza.

—No tan rápido, niña. Me gustaría preguntarte sobre algunas cosas, más en privado, si te parece.

—Primero quiero saber algo, ¿qué pasó con Vin?

Carter endurece la mirada.

—No lo sé.

—Mientes, te vi luchando contra él.

—¿Por qué te importa tanto? Fue una mierda contigo.

—Tú también, y aun así he accedido a no matarte. Aún.

Carter sonríe con malicia, como lo he visto hacer tantas veces, cuando todavía éramos amigos. No estoy segura de qué se supone que somos ahora, ¿enemigos? ¿Conocidos?

—Tal vez si aceptas cenar conmigo, te cuente un poco de lo que pasó.

—Ni en tus sueños. Entraré, pero solo porque Kali ya lo hizo y confío en que ella sabe lo que hace. Ya veremos si seguimos aquí mañana.

—Bueno, teniendo en cuenta la situación, somos su mejor opción. —Y otra vez esa sonrisita. Incluso mallugado y malherido, Carter sigue teniendo su alta autoestima.

—Eso lo decido yo. —Pero a decir verdad, teniendo a Carter y Qito me siento un poco más segura. Solo un poco.

Dentro de la casa nos encontramos con una pequeña sala de dos sillones agujerados, con un almohadón cada uno y una ligera sábana cubriéndolos. En medio de ambos, se encuentra una cama improvisada con dos edredones y una almohada pequeña para más comodidad. La habitación está conectada a otra puerta, que supongo será la cocina, aunque no la podemos ver. No es como si fuera muy importante, no planeo que nos quedemos mucho tiempo.

—Bonito cuarto —comento.

—No tienes qué mentir, Cassie; sabemos que es un asco —dice Qito.

—Escojo el auto —se apresura Kali.

—¡Ey, yo iba a dormir ahí! —espeta Luk, claramente molesto.

—Es obvio que las chicas dormirán aquí. Nosotros iremos al auto —afirma Carter con una sonrisa, aunque no luce muy satisfecho.

—En ese caso yo escojo el sillón —digo. Después me arrepiento, ya que los sillones no solo están agujerados, sino que también pareciera que tienen insectos viviendo en ellos y, como era de esperarse, huelen increíblemente mal. Pero al menos son un poco más cómodos que el suelo, así que ya es algo.

Kali me obliga a dormir con un cuchillo sobre el pecho, dice que así la acostumbraron sus padres desde que era una niña y que le ha servido muchas veces durante ataques nocturnos, aunque yo no creo que me sirva ahora. No solo porque no creo que traten de matarnos, sino porque también soy malísima para pelear y probablemente me termine matando a mí misma. Carter también se da cuenta de eso ya que antes de ir al auto se acerca a mi sillón.

—Cualquier cosa que suceda no trates de hacerte la heroína, pides ayuda a Kali, ¿sí?

—Dijiste que no confiara en nadie.

—Y no lo hagas, es solo que... No me gustaría que murieras tan rápido.

Sonrío.

—Vete ya, Carter.

—Espera, mañana trataré de explicarles nuestro plan, si es que me lo permiten. Mientras tanto, sigan con su plan y manténganse unidas.

—Es solo una noche.

—En una noche pueden pasar muchas cosas. —Me parece ver un asomo de sonrisa, pero tal vez es solo mi imaginación.



Bestias, sueño con bestias. Un alto castillo rojo, con murallas y hombres protegiéndolo, vestidos con ropas negras y armados con espadas brillantes. El lugar es enorme, y está repleto de monstruos de todo tipo, unos volando por el cielo color rojo sangre, otros arrastrándose por la tierra y otros más ahogando almas inocentes en esos ríos y lagos de muerte.

La tierra se sacude a mis pies y unas figuras chicas y asquerosas salen de los cimientos del mundo. Son como alimañas, escapándose de su prisión subterránea y buscando carne humana que comer, almas que corromper y sitios que conquistar.

De pronto brotan otras bestias, monstruos de tres cabezas, abominaciones de dos cuerpos y fenómenos de múltiples rostros. Se arrastran por el suelo, moviendo sus raras cabezas hacia todos lados y haciendo ruidos raros con su nariz deforme. Creo que son ciegos, porque aun estando yo delante de ellos no logran encontrarme.

Las bestias se pasean por ese extraño lugar, arañan con sus garras toda carne viva que encuentren, y desgarran con sus dientes lo que encuentren apetitoso.

Las víctimas a mí alrededor gritan y se retuercen al ser atacados, incluso algunos guardianes sufren al ser débilmente desgarrados en el brazo por alguna bestia peligrosa que pasa. Pero estoy confundida porque no se acercan a mí. Me ven, pero al mismo tiempo es como si no lo hicieran. Sus cuerpos se arrastran hasta mí, pero solo se atreven a rozarme débilmente con sus pieles escamosas.

Hasta que lo siento. Un fuerte dolor en mi antebrazo derecho, un desgarre de piel tan profundo que, al observarlo atónita, sangre escurre por mi brazo hasta caer en la tierra maldita. Sólo cuando me doy la vuelta al ver a mi atacante me doy cuenta de que la bestia que me rasguñó está retorciéndose en el suelo, con su piel negra desprendiéndose de su cuerpo, como quemándose desde el interior.

Y allí arriba, justo encima de las cabezas de todos, una mujer de largo cabello blanco sonríe a la destrucción, como si fuera una hermana a la que no ha visto en mucho tiempo.


Guardián de las Sombras (Herederos del Infierno #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora