Capítulo 14

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Chico malo…

Después de haber conocido a los doctores y magísteres que me ayudarían a nivelar mis conocimientos para entrar a Harvard,  y al profesor de inglés,  aproveché que mis padres no estaban en casa para leer fuera de mi habitación, pues ahora me encontraba en la biblioteca degustando de uno de los libros más maravillosos que no había tenido la oportunidad de leer con anterioridad.

“Quizás en casi todas las alegrías, y con seguridad, en todos los placeres, ocupa un lugar la crueldad.”

Llevé una mano al pecho tratando de contener el latido desbocado que atisbó mi corazón, sorprendido por la genuinidad de aquella frase. Cerré el libro de aquel maravilloso escritor que hacía temblar mi cuerpo de una manera fascinante. Oscar Wilde parecía conocer todos los placeres de la vida sin restricciones, a pesar que su época era distante a la mía, para él fue todo un reto defender sus ideales y trazar límites en todo aquello que quería dominarlo, él era homosexual y sufrió por ello, yo lo soy y estoy sufriendo, pero a él nada lo detuvo, ni las rejas de una mazmorra fría y desolada, ni la humillación de toda una sociedad, él luchó y se defendió con válidos argumentos hasta el día de su muerte ¿y yo qué? Sigo leyendo hazañas sin llevar a cabo nada. La puerta se abrió interrumpiendo mis pensamientos de una forma abrupta que me turbo la mente, vi a Lady JinHwa caminar hacía mí, lucía ansiosa y un poco desesperada, tanto que se olvidó del protocolo.

—El señor Choi desea hablar con usted. Lo haré pasar de inmediato.
—¿Aquí?
—El insiste.
—Pero sería impropio recibirlo en la biblioteca.
—Yo he insistido en venir a perturbarlo solo un momento.

Me puse rápidamente de pie al verlo entrar, él hizo una grácil reverencia que duró unos pocos segundos, lo imité y Lady JinHwa procedió a abandonar la biblioteca. Yo no sabía que hacer ni de que hablar con el hombre, mis manos temblorosas sujetaron el libro con fuerza y él pareció notarlo.

—Me permite —extendió sus manos hasta tomar el libro de las mías—. El retrato de Dorian Gray es una historia fascinante.
—Lo es —sonreí.
—A mi hijo le encantaba leerlo.
—Por favor tome asiento, o prefiere Pasar a la estancia.
—No, este lugar es perfecto, con el aroma de los libros, las historias de antaño, la madera fina de los estantes, la sabiduría del aire que se cuela por aquellas ventanas del otro extremo y la compañía perfecta, ¿qué más puedo pedir? 
—Es usted muy halagador Señor Choi.
—Solo cuando me inspira  serlo. Y debo decirle mi querido míster Kim, que usted me hace recordar a una bella magnolia blanca de verano —reí con mesura cubriendo mi boca.
—¿Le apetece algo de beber? Tenemos té de hierbas frescas, o shikhae, si usted gusta el mejor vino añejo lo haré traer en seguida, puedo ofrecerle también makkgeolli,  y si le complace un poco de soju con gusto se lo serviré.
—Es usted un anfitrión de primera, igual que su padre. Aceptaré la oferta de soju siempre y cuando usted beba conmigo.
—Será un placer, señor Choi.

Me puse de pie tomando el libro de las finas manos del señor Choi para colocarlo en su sitio y luego tiré de una fina cuerda que se escondía tras una columna cerca de la puerta y pronto llegó una de las servidumbres. Le pedí que preparase la mesa de soju justo aquí en la biblioteca. No dije más pues ella sabía bien lo que debía hacer. Pronto me vi sirviéndole un poco de la bebida en su respectivo vasillo.

—La noche que por fin sus padres lo presentaron en aquella alegre velada, no pudimos conversar y sentí gran curiosidad por esa mirada pura y vívida que hoy extrañamente luce melancólica —¿cómo podría mi mirada lucir de otra manera si la razón de mi felicidad está lejos de mí?
—Es curioso señor Choi, pues creí dejar en usted la peor de las impresiones.
—Que su padre lo haya supuesto así, no significa que así fuese en realidad.
—Me disculpo por esa noche, le hice una pregunta de lo más inoportuna.
—Pero usted ya se disculpó conmigo. Me veo en la necesidad de suplicarle encarecidamente que no lo vuelva a hacer, y me refiero a disculparse, la verdad es que mi pasatiempo favorito es recordar a mi muchacho. Era muy apuesto y sagaz. Sé que le dije que no tenía hijos, pero sí, tuve uno al que amé con el alma y no supe demostrarlo.
—¿Qué le ocurrió?
—Murió —sigo pensando que las personas equivocadas son las que mueren, a quienes más se les ama.
—Lo siento mucho —el señor Choi negó mientras me tendía de nuevo el vasillo para que le sirviese más de la bebida, dando media vuelta la bebió de un solo trago.
—Él hizo algo que yo no pude entender en su momento. Se enamoró de alguien muy inferior y peor aún, de un hombre —un temblor recorrió mi cuerpo por completo, mordí mi labio tratando de ocultar el nerviosismo cuando él me pidió que le llenase nuevamente el vasillo.
—Dijo que no lo entendió en su momento, ¿ahora lo comprende, señor Choi?
—Por supuesto que lo entiendo míster Kim. El amor es algo tan puro que nosotros los humanos nos encargamos de ensuciarlo con toda esa sarta de prejuicios que convierte a nuestra sociedad en algo repulsivamente mediocre —me sentí pletórico de alivio, como si me hubiesen quitado un gran peso de mis hombros, él me quitó la botella de soju de las manos y me sirvió una considerable cantidad en mi vaso, el cual volteándome bebí.
—¿Qué le sucedió? —pregunté al terminar de limpiar mi boca porque torpemente la comisura de mis labios aun tenían residuos de la bebida. El señor Choi cambió su mirada rígida a una que mostraba infinita melancolía—. ¡Oh! Lo siento, no quise importunarlo.
—Nada de eso. No sé que le ocurrió, él un día simplemente… desapareció. Mi adorada esposa y yo preferimos darlo por muerto a pensar que está sufriendo en las calles. ¿Tu estuviste en los barrios bajos verdad?, ¿cómo son ellos?, es decir, las personas —¿Cómo son? Son humanos, quise decir pero no, eran más que eso…
—Son héroes —para mí lo eran—, son personas que permiten que los amen y aman, aman de una forma tan única y casi irreal. Soportan tanto dolor por otra persona hasta que su corazón colapsa. Señor Choi, la verdadera humanidad está en ellos —y nosotros los estamos destruyendo, quise agregar pero como siempre cobarde, no lo hice.
—¡Vaya! Los juzgué mal. Mi hijo se enamoró de uno de ellos, de uno a los que la juventud de ahora etiquetó como retales y yo lo desprecié. Algunas veces pienso que huyó para estar con él, y otras veces pienso que lo secuestraron pero jamás pidieron rescate, otras veces pienso que está en otro país cumpliendo su sueño y al final prefiero pensar que está muerto. Es algo muy egoísta pero al menos ayuda a mi corazón a soportar su ausencia, prefiero creer que está con Dios y no en el infierno de la tierra.

YeWook/ ¡Chico malo!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora