Parte 1 : Infancia

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Tengo muchos recuerdos de mi infancia, desordenados por mi mente y dando vueltas, los felices, los tristes, los no clasificados.

Pero tal vez deba empezar por el que de alguna forma me marco bastante, comenzando por mencionar a ese familiar al que amamos, el que nos ha dado muchas lecciones, ha jugado un sinfín de horas con nosotros y nos ha dado lo mejor de su tiempo.

Ella era mi tía, la recuerdo delgada, guapa y con ese pelo moreno y rizado que no me cansaba de tocar. Tal vez por su profesión tenia más paciencia conmigo que lo que una persona normal tendría, a los profesores deben entrenarlos para lidiar con cualquier tipo de niño.

Recuerdo que me animaba en todo lo que me proponía a hacer, sí quería bailar ella me elegía la música, si quería dibujar me traía las cosas para hacerlo.

-No pasa nada si algo no te sale bien, lo importante es que sigas intentándolo hasta que lo consigas-Siempre me repetía esa frase para motivarme.

Recuerdo que era verano, y mis padres me mandaron con mi abuela materna a una casa de verano, odiaba estar allí, pero eso es otra historia aparte. Cada vez que mi madre venía a verme le repetía que no quería estar en ese lugar.

-No es bueno que estés ahora en casa, aguanta un poco más- En aquel momento no entendía por qué no podía volver, me preguntaba que estaría pasando.

Cuando acabo el verano y volvía a casa lo primero que quería hacer era ir a visitar a mi tía, y contarle todo lo que me había pasado. Antes de irnos mi madre me confesó que mi tía estaba algo enferma, intentó suavizar sus palabras todo lo que pudo para que su hija de ocho años no se sobresaltara, y claro lo primero que pregunta una niña es ¿Se va a curar?

-No lo sabemos- Y esa fue la única respuesta que recibí.

Caminaba a toda prisa y tirando de la mano a mi madre para llegar a casa de mi tía, empujé la puerta y corrí por el pasillo hasta que entré al salón, pero me paré en seco, esa no era mi tía.

Estaba muy pálida, muy delgada con todos sus huesos dejándose ver, y su pelo, su pelo no estaba, lo había cortado como el de un chico, no entendía nada. ¿Qué enfermedad podía hacerle eso a una persona?

Recuerdo que me dijo que me acercara a ella, pero la oí como en la lejanía, estaba enfadada no podía creer como había dejado que le hicieran eso, esa no era mi tía, era lo único que podía pasar por mi mente en ese momento, me di media vuelta y me fui.

Me quedé sentada en el porche llorando, mi madre vino a regañarme por ese comportamiento con alguien que me quería tanto. Años después me enteré que mi tía le dijo que no me regañara, que cada persona reaccionaba de una forma distinta, hasta en ese momento fue buena conmigo, cuando yo no lo merecía.

Me sentía tan culpable que una semana después quise volver a verla y fue cuando me entere que ya no estaba en casa, que la habían ingresado en el hospital, fui valiente como muchas veces le dije que lo era y fui allí, a ese lugar tan feo, tan vacío y tan triste.

Del hospital recuerdo dar paseos con ella por el pasillo mientras jugábamos a imaginarnos de color serian los números en nuestra mente. No me dejaron ir más, y no la volví a ver.

Llegó otro verano, en el que tuve que volver a esa maldita casa de verano, y del cual cuando acabó me dieron la peor noticia de mi vida, no volvería a verla, ni a dibujar con ella, ni a dar paseos por el pasillo y jamás volvería a tocar su pelo rizado. Se fue para siempre.

Esto me enseñó, que siempre hay que despedirse, que no hay que dejar las cosas a medias con nadie y que hay que disfrutar cada momento que la vida te brinde con esas personas, para que los recuerdos buenos siempre le ganen a los malos.

Como una másDonde viven las historias. Descúbrelo ahora