El placer del saber

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Apenas el ruido cesó, Minho salió de su escondite limpiando sus ropas. El Doctor se arrastró para ver por debajo de la puerta si es que todavía había movimiento dentro de la habitación y al comprobar que ya todo estaba tranquilo le hizo una seña a Minho para que se acercara y ambos entraran. Aquel lugar era un completo caos, los cables anteriormente utilizados estaban destrozados y algunas chispas salían de ellos, de la silla dónde el muñeco se sentó solo quedaban trozos diminutos que se podían utilizar para prender una hoguera, y el causante del alboroto agitaba su brazo izquierdo de arriba para abajo tratando de zafarse una pierna del lacayo que se había quedado clavada en su hacha. Al verlo, el Doctor corrió de inmediato hacia él quitándole la pequeña extremidad.

-Su hijo tiene un serio problema con sus sirvientes. Debería darle alguna terapia para su ansiedad -dijo el vampiro tratando de no ensuciar sus zapatos con los charquitos de sangre.

-¿Una terapia de choques? De todos modos, no creo que funcione con él, tú mismo lo has visto. Mi pequeño diablillo es bastante diferente a los demás.

Minho levantó una ceja tratando de pensar en alguna posible solución que le podían dar al problemita de Key, pero se distrajo cuando el muñeco que puso enfrente de él, lo estaba observando sin parpadear y con su sonrisa cosida, Minho no sabía si eso era incómodo o agradable ya que era el único monstruo con el que se comportaba así, aunque claro, no es como si Key conociera a muchos monstruos.

-Doctor... ¿Puedo salir con su hijo? -de inmediato el científico malvado miró a Minho con celos de todo buen padre- Ah... Me refiero a que si dejaría que Key saliera a dar un paseo por Halloween. -Aclaró.

-No puede. Ya te lo dije antes, en cualquier momento es capaz de perder la poca cordura que tiene -el Doctor pensó un momento y sonrió- tal vez eso lo heredó de mí.

-Si no hace que Key interactúe con los demás, entonces será un completo desastre con el paso del tiempo. ¿Qué sucederá cuando usted ya no pueda seguir vivo? Él se quedará muy solo por aquí.

-Tal vez ya has estado demasiado tiempo en el castillo -Minho entendió con enojo lo que el Doctor intentaba decir. No quería aceptar que el Doctor al que admiraba demasiado fuera tan egoísta como para ignorar el desarrollo de su propio hijo.

-Puede que sí... Volveré mañana entonces.

-No es necesario que vengas todos los días. El Asesino Silencioso tiene mucho que planear para la próxima celebración.

Minho frunció el ceño y suspiró.

Él solo trataba de ayudar, aunque sería algo difícil a partir de ahora.

El resto de las horas, Minho se la pasó acostado en su ataúd. Tenía el dorso de su mano izquierda encima de su frente mientras sus pensamientos flotaban alrededor.

-¿Y ahora qué es lo que te pasa?

-No es de tu incumbencia, Bacon. -Minho se sentó y bajo la vista al duendecillo de 10 centímetros que jalaba un hongo venenoso al agujero en la pared dónde vivía.

-¡Claro que es de mi incumbencia! Después de todo soy tu casero.

-Eres un intruso y un ladrón al llevarte mis ingredientes.

-No, no, no. Te equivocas murciélago, yo simplemente me llevo las sobras de la comida que desperdicias. -el duende se detuvo y caminó unos cuantos centímetro para mejor empujar hongo que al parecer era bastante pesado- ¡Soy la solución a todos tus problemas! Sin mí tendrías un basurero en lugar de telarañas.

-Sin ti tendría tranquilidad. -El duendecillo se detuvo y giro su cabecita en dirección de Minho, bufó y le mostró sus puntiagudos dientes en una sonrisa.

Envenéname el Corazón - MinKeyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora