2; Hibari

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No apreciaba su vida.

Eso todos parecían saberlo. Siempre era lo mismo, despertaba, hacía rondas, iba a la universidad y asistía a dos materias como máximo, volvía a sus rondas o hacía el vago, salía de la universidad, se peleaba con uno o más macarras hasta que el anochecer iluminaba hasta los más oscuros callejones y se levantaba de la pila de cuerpos inconscientes con una o más heridas.

Jamás apreció su vida, siempre lo perdía todo.

Sus padres, su hermano, Fon y ahora a él...

—Kyo-san, usted es un desastre.

Lo sabía, ¿para qué demonios se lo recordaba?

—No veo la necesidad de señalarlo —objetó mirando al otro atender su herida—. Ya sabías que era así cuando nos conocimos y han pasado muchos años desde entonces, Tetsu.

El otro asintió y esperó un momento antes de aplicar agua oxigenada al corte en el brazo izquierdo, frunció el ceño puesto que tenía la impresión de que aquello era más sangre que otra cosa.

—Jamás fue tan descuidado como ahora —señaló sin darle tanta importancia—. Supongo que es debido a que...

—No tiene relación alguna con eso.

Sí que la tenía, pero Kusakabe no sería quien le contradijera.

Era así desde que él se fue, Hibari se había hecho más fuerte y descuidado. Era más desastroso que antes, no tenía cuidado alguno en las heridas y empezaba a olvidarse las tonfas.

Estaba empezando a preocuparse.

—Tenga o no, sigo preocupado por su salud y su bienestar —el otro le miró mal—. Kyo-san, seamos serios...

—No puedo ser serio cuando actúas como un herbívoro paternal —golpeó sin cuidado alguno las manos del ex-vicepresidente—. Me das asco, así que me iré a casa.

—Una casa vacía —le recordó—. ¿Por qué se negó a ir...?.

No era un secreto, todos sabían que algo había pasado entre esos dos pero era el qué lo que pocos conocían.

Sólo ellos, Kyoko y Reborn.

Hibari se tensó.

—Me voy a casa —se levantó apresurado y se dirigió a la puerta—. No hagas preguntas innecesarias o uno de estos días te meterás en un lío del que ni yo podré sacarte.

Tetsu supuso que al paso al que iban la situación iba a ser al revés.

—Kyo-san...

El más bajo entre ellos sólo le miró por encima del hombro antes de salir de la habitación.

Salió de la casa ignorando los llamados de la madre de su mejor amigo y los bajos bufidos por parte del hombre de la casa, eran una familia disfuncional.

Se propuso volver a supervisar la actividad nocturna en la ciudad, pero se resignó a ir a casa y descansar un poco.

El último juego de tonfas que había adquirido se perdió como por arte de magia.

Desastrosas niñeras.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora