Epílogo.

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Pasos apresurados y sollozos se escuchaban por toda la mansión, los sirvientes iban de un lado a otro revisando y modificando las decoraciones del lugar buscando una cosa: La perfección.

Era un día sumamente importante para toda la familia, ¡para la mafia por Dios! Una celebración sin igual daría inicio en menos de media hora.

Tsuna suspiró aburrido cuando las puertas de su oficina se abrieron de golpe y por ellas ingresó un sollozante infante de cabello castaño y ojos metálicos

—¡Padre me ha regañado! —se abalanzó dramáticamente sobre el sofá en que Sawada acostumbraba hacer el vago—. ¡Ha dicho que no debo correr por los pasillos o me morderá hasta la muerte! ¡Madre haz algo!

Y lo hizo, Tsunayoshi torció el gesto y era todo lo que planeaba realizar en torno a aquella situación. Nada más.

—Kaoru, ya hemos hablado de eso —suspiró volviendo la vista a los informes—. No debes desobedecer a Kyōya y más importante, ¡yo también soy tu padre!

El niño dejó su falso espectáculo y le miró con aquella expresión aburrida que había heredado de su tan expresivo padre.

—¿Quién me trajo a este mundo?

—Satanás.

—Entonces eres mi madre.

La lógica familiar, señores.

Tsuna bufo por lo bajo y maldijo a todos sus aliados, amigos, primos, hermanos. ¡Venga! Maldijo a la mafia entera.

—No porque tu abuelo sea Lucifer yo seré...

—¡El abuelo Reborn no es Lucifer! —se indignó—. Es Beelzebub, él me lo dijo.

Nota mental; Alejar a Reborn de mis hijos.

—¿Por qué crees todo lo que ese hombre te dice? —miró distraído hacia la puerta—. Reborn miente más de lo que habla.

—¡Eso es ment...!

—Cuando era joven —suspiró volviendo la mirada al trabajo—. Me dijo que sería un gran capo...

—¿No lo eres?

El castaño mayor sonrió orgulloso y se hizo el importante mientras le miraba, Kaoru bufo.

—Lo soy, a lo que quiero llegar es que... —lo pensó un poco—. Cuando hablaba de mi futuro siempre parecía pensar que terminaría casado...

—Pero estás casado con mi padre.

—Deja que hable, ¿vale? —suspiró—. Me dijo que me casaría con tu tía Kyoko.

El de ojos metálicos frunció el ceño confundido, luego hizo un puchero enojado y se levantó indignado para acercarse al escritorio y golpearlo repetidas veces.

Tsuna le miró.

—¡No, tú no puedes dejar a papá por esa mujer! —le miró mal—. ¡Te perderé el poco respeto que te tengo, mamá! ¡¿Cómo te atreves a pensar en robarle la madre a Saori?!

Desastrosas niñeras.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora