1; Tsuna.

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Los pasillos se sienten fríos.

La mansión está en plena construcción y él está allí para supervisar que todo vaya bien, para cerciorarse de que nada salga fuera de lo planeado.

Como ya ha sucedido antes.

—¿De nuevo piensas en eso?.

Suspiró, estaba cansado y siempre parecía ser que su cansancio les molestara a todos.

—Lo siento mucho, Kyoko —reprimió con todas sus fuerzas el chan—. Sólo pensaba en que algunas cosas podrían salir mal, ya sabes como pasó con...

—No ha salido nada mal, Tsuna —la chica rodó los ojos hastiada—. En primer lugar él no tenía ningún motivo para estar aquí, simplemente no iba con su personalidad.

Sabía que tenía razón, pero de igual manera aquello le irritaba por algún motivo.

¿Acaso no eran amigos? ¡Deberían de permanecer juntos todo lo posible!.

—Lo sé —suspiró—. Sé que estar en manada no es algo que vaya con él, ¡pero aún así...!.

Sasagawa alzó su mano derecha para detener aquel discurso, lo había escuchado demasiado en el corto tiempo que llevaban en Europa. Estaba harta. ¡Si a Tsunayoshi tanto le importaba aquel chico pues que fuera por él!.

—No quiero que empieces de nuevo —bufo rodando los ojos—. Ya hablamos muchas veces de esto, me rechazaste incluso durante esas charlas y no me escuchas cuando te hablo.

Se sintió mal y suspiró por tercera vez, desde que dejaron Asia era su único deber además de ver algunos documentos, supervisar el trabajo de sus guardianes y la construcción de la casa del décimo Vongola.

—Lo siento...

—Ni te esfuerces.

Ambos callaron entonces, unos hombres se acercaron al castaño y Kyoko se vio a sí misma ser dejada de lado por aquel que años atrás suspiraba por ella.

Si tan sólo no...

—Tsuna, creo que es hora de que vaya a casa —informó recibiendo un vago asentimiento, el chico no la escuchaba—. Si necesitas algo sabes dónde llamar, aunque creo que saldré a cenar con Haru así que...

—¡No pueden poner eso ahí! —exclamó furioso—. ¡¿Cuándo se ha visto que la oficina principal está tan cerca de la entrada?! ¡Somos Vongola, por Dios!.

La hermana menor del guardián del sol cerró la boca y bajó la cabeza, sintió un nudo formarse en su garganta y se maldijo mentalmente.

Si sólo no...

Para cuando Sawada volvió su atención a su compañera, ella ya no estaba y sólo encontró próximo al lugar –en una de esas pocas mesas que los albañiles mantenían entre los pisos para colocar planos y comida–, una nota con su pulcra caligrafía.

Nos vemos en casa, volveré después de las doce.

S. K.

Desastrosas niñeras.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora