18; Tsuna&Kyōya.

553 51 32
                                    

°

°

El tiempo se detuvo para ambos, sus latidos se aceleraron, sus manos empezaron a sudar y sus piernas temblaron. Querían llorar.

Mukuro y Byakuran le hicieron una ligera seña a Enma y el pelirrojo se alejó velozmente del azabache, ninguno lo notó.

Se habían extrañado durante tanto tiempo, no había entrado en sus planes el volver a verse pero allí estaba, sólo unos pasos los separaban y ninguno quería moverse.

Tsuna, quien no sabía qué hacer, dudaba entre avanzar y abalanzarse sobre él o darse la media vuelta y huir, volver a Italia, convencer a Kyoko y casarse.

Había pasado los últimos seis meses intentado superar, intentando cumplir el deseo de esa alondra insensata e insensible, pero por más que lo intentó, su corazón, su mente. Su alma y todo su ser le pertenecían sólo a él, se sentía propiedad exclusiva de Hibari Kyōya.

Y el otro, por su parte, sólo le miraba carente de expresión. Como si su presencia allí no fuera bien recibida, como si por dentro no estuviera entrando en pánico al sentir el deseo de sus piernas por moverse, como si él...

-¿Qué haces aquí? -frunció el ceño, Tsuna se acercó-. ¿No deberías estar...?

-No voy a casarme con Kyoko.

Le miró, no había cambiado tanto como esperaría, aquel medio año se había sentido como siglos y Sawada seguía igual.

-Eres un herbívoro molesto -suspiró llevándose una mano al rostro, le miró cansado-. ¿Para qué has vuelto? Te pedí que lo olvidarás todo, que...

-No te prometí hacer nada de eso -sonrió-. Kyōya, sólo pedías y jamás escuchaste razones.

-Porque nunca tienes nada bueno que decir -rodó los ojos-. Te limitas a repetir una y otra vez...

-Te amo.

Suspiró sumamente cansado, el castaño se veía vivo, no lucía para nada como un hombre despechado o decepcionado, tampoco parecía haber superado su tonto amor por el carnívoro.

-No sabes lo que...

-Sin ti, sentía que cada día era un infierno.

-Tu vida lo es -ironizó-. No sé si lo sabes, pero tu tutor es Lucifer mismo.

Tsunayoshi rió entre dientes y asintió, lo sabía mejor de lo que a cualquiera podría gustarle.

Reborn tenía maneras increíbles de declararse sin palabra alguna el rey de bajo mundo (y no precisamente de la mafia).

-Sin ti en mi vida, sentía que las tutorías de Reborn eran un paraíso -dudó un momento antes de acercar su mano al rostro ajeno, Hibari no se apartó-. En mis momentos de soledad sólo pensaba en ti, en lo mucho que echaba de menos tus ojos, tu voz inexpresiva y tu agresividad, cada pequeña cosa sobre ti, Kyōya, me hacía extrañarte hasta el punto de llorar durante las noches.

El mayor sonrió divertido imaginándose la escena, a su parecer era bastante hilarante el hecho de que le resultase tan sencillo verlo en su mente.

Un Tsuna encorvado en una esquina de una gran cama de dosel, sollozando mientras veía un retrato con su rostro y balbuceaba algo sobre...

Desastrosas niñeras.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora