Capítulo 1: Disenchanted.

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Jisoo Hong, 19 años.

El joven era un manojo de nervios.
Primero, el aeropuerto había sido un gran susto para su muy desventurado corazón, el cual latía al ritmo del compás apresurado de la melodía del piano que estampaba en su oído por medio del auricular. A cada metro de que el avión poco a poco iba despidiéndose de la plataforma, sus latidos aumentan diez veces.

Cuando era pequeño, pensaba que esto sería divertido, fácil y con una hermosa vista del paisaje continental, pero no fue así.
No tenía nada con que alimentar su aburrimiento en el trascurso a su destino, sentía hueca la panza y aunque estuviese en primera clase, su asiento quedaba en medio de las otras dos paralelas con ventana.
Sus piernas temblaban y sus dedos no dejaban de entrelasarce para luego soltarce y seguir la misma secuencia una y otra vez.

Pero eso no fue lo difícil.
Lo que le provocó un posible ataque de taquicardia fue la señorita azafata haciéndole preguntas recurrentes por parte de su labor, por consiguiente, el taxista quien le preguntaba su dirección de destino; y en este momento, el recepcionista quien trabaja en el edificio de su nuevo hogar, pues con todos los mencionados, no paraba de tropezarse con sus palabras, tartamudeaba demasiado y pensaba dos, tres veces su repuesta por más sencilla que fuera. Se olían sus nervios.
Y es que esto no es lo suyo, ni una pizca de su cuerpo estaba acostumbrado a interactuar así.

Pero pronto pudo relajar sus hombros, respiración y latidos al ver la puerta de su nuevo hogar, era negra, con el número "23" y su código de ingreso quedaba a la altura de su pecho, insertó su password y con urgencia se adentró.
Era lujoso y grande. El amueblamiento estaba previamente puesto, y habían pilas de cajas con sus pertenencias esperando sus horas de llegada.
Pero Jisoo sólo pudo ver la impaciencia de la familia John por querer desacerse de él y que se mantuviera cómodo para no volver a divisar ni un rastro de su existencia.

Su día había sido bastante agotador para su inexperto cuerpo.
Así que más que adentrarse a descubrir su nuevo hogar, opta por tirarse en forma de estrella a su cama, abultada y oliendo a nuevo.

Todo iba al margen de lo perfecto, su propia casa; no más ojos verdes de desprecio por parte de su antiguo 'hogar'; sostener un conversación (aunque le costara y hablar con personas que hacen su deber no cuenta), salir de la franja de metros cuadrados que limitaban su mundo, si, todo iba bien. Pero aún así había algo que faltaba, algo que no importaba a donde fuese, se sentía de igual manera: no hay nadie.

No estaba su persona a lado para que conversaran de cualquier barbaridad como lo hacían las personas que veía en las calles. No tenía a alguien con quien desearle un buen día como lo hizo el taxista por teléfono mientras conducía. Ni tampoco una hermana con quien compartir un helado en una paletería con su hermano mayor como hace unos segundos antes de llegar vio. Y sobre todo, no tenía alguien con quien recargar la pesadez de su cabeza en el hombro de alguien como el niño pequeño del avión frente suyo lo hizo con su mamá.

Un pensamiento trajo a otro y pronto el joven Jisoo, cayó en sueño.

A lo largo de la aburrida semana Jisoo supo neutralizar su casa un poco con todas sus pertenencias, lo días se volvían monótonos hasta que llegó el domingo.
Pues no podría estar más que ansioso por que role el día siguiente. Un día que había sido marcado en su muy solitario celular y es que por fin, el podría vivir la experiencia de su primer día de clases.

Anteriormente, su infancia y pubertad constaba de varios profesores calificados quienes contrataban secretamente para que le impartieran clase al joven en la biblioteca de la mansión. Y es que de eso constaba su vida cotidiana y entretenimiento diario, pues nadie más llegaba a sacarlo de sus actividades como lo hacían con el joven heredero de la casa sus amigos, el cual era un año menor que el y cien por ciento puro.

Pero en ese entonces al único quién podía llamar amigo, era el ahjussi que cuidaba y daba mantenimiento a la gran biblioteca del hogar. El cual era polígloto y se encargó de enseñarle desde su infancia el idioma de su madre (la cual conocía al pie de la letra) y varios conocimientos del mundo externo, a ese señor, le debía mucho.

Cayendo la noche, Jisoo hizo otra nota mental donde enlistaba todo en su mochila. Esa noche no podría dormir por lo emocionado que estaba y hacía varios ensayos sobre cómo socialisar "Hola, mucho gusto, me llamo Jisoo Hong y vengo de Corea, ah no, de América" bufó ¿sonaba bien? ¿cómo eran los jóvenes en Corea? ¿Cómo eran los universitarios? ¿Cómo sueno bien y natural? ¿Cómo hago amigos?
Al final, se tranquilizó y optó por dejar fluir cualquier conversación e imitar una y que otra acción que hacía el joven heredero (y su medio hermano) cuando por sin querer los escuchaba a él y sus amigos charlar cualquier tarde mientras se mantenía escondido.

A la mañana siguiente, después de desayunar en el bufet que ofrecía la zona departamental (porque él no cocinaba ni pío e ir ahí era ya su habitual) se dirigió alegóricamente a su siguiente parada mientras nerviosamente oprimía con sus puños los tirantes de la mochila que cargaba en su espalda. Iría caminando, por medio de fotos conocía su vereda y alcanzaba a hacer veinte minutos sin necesidad de un transporte.
Tanta gente en su mismo asfalto.
Pero le restó importancia pues su aspecto físico era similar al de él y ahora no se sentía intimidado.

Al llegar, sus piernitas a cada paso del umbral empezaron a dar pequeños tambaleos. La universidad era prestigiosa, pues sólo las personas quienes pasaban por arriba de la media del IQ limitado podían acceder a ese centro de aprendizaje.
Y Jisoo, previamente había dado su solicitud de aceptación y con algunos arreglos de sus propios profesores, logró ingresar.

Pero ¿A dónde iba?
Solo se inmutó en pasar desapercibido por todas las bolas de estudiantes en la entrada y los pasillos los cuales charlaban cómodamente que ya no sabía donde sus piernas parar. Preguntar su salón era algo que por default era descartado.
Así que decidió por voluntad propia encontrar su aula.

Entre varios y varios escalones subidos y varios y varios salones donde no marcaban su número de destino, decidió armar el poco valor que su corazoncito resguardaba y preguntarle a alguien para que le auxilie.
Ensayó repetitivas veces en su cabeza lo que preguntaría hasta que encontrara alguien en solitario.

Y entonces, divisa un salón que supone no es de uso estudiantil y se adentra al notar la presencia de alguien.
Entró con sigilo: este chico estaba a espaldas y un poco encurbado.
"Okay, Jisoo aquí vamos 1, 2, 3..."

— Disculpa, soy nuevo, y me preguntaba si de casualidad podrías ayu... — Fue bueno, fue natural su habla, hasta que soltó un ruido por su boca interrumpiéndose así mismo.
El chico, cuando Jisoo empezó a hablar se había volteado con los ojos un poco entrecerrados y Jisoo pudo ver que era lo que le mantenía entretenido aquél desconocido.
Su mochila hacia plataforma en el suelo mientras arriba de esta estaba un pequeña tablita sobre la cual había un polvito blanco en pequeña cantidad haciendo una montañita.

"¿Es lo que pienso que es?
El ahjussi me dijo que habían varios usos : benéficos y maléficos.
¿Droga? ¿Será eso verdad? No, no puede ser estamos en la escue-"

Sus pensamientos se ven interrumpidos por un amenazante joven universitario frente suyo aproximándose y poco a poco cerrando el espacio entre ellos. Enojado, muy enojado, furioso, rojo, "miedo miedo miedo" .

— Nombre. — Graznó ronco y obligándolo a sostenerle la mirada obscura que le helaba mientras que colocaba el costado de su formidable brazo derecho contra su cuello.

Qué impacto. Qué miedo. Pero aún así, articuló su boca pensando en lo único que le pasaba por la mente y con voz chillona dijo:
— Ji-Jisoo. Hong Jisoo, vengo de Corea, no, no, América.

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