Capítulo 25: Brother.

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Fue cuando tenía seis años que me percaté que no era el único niño de la casa.
Y no me hacían falta lentes para poder observar el gran estrecho de la diferencia de tratos que le daban a él y lo que me daban a mí.

Su habitación estaba en el ala opuesta a la mía. Pues la mansión John tenía el lado de los cuartos de la familia como tal y por otro lado las habitaciones del personal. Yo no pertenecía a ningún lado. Pero mi habitación quedaba un piso más arriba que la de las mucamas y señoras de limpieza. Muy escondido. Todos pensarían que al recorrer el último pasillo de ése lado, ya no hay más habitaciones. Pero no, si subías unas escaleras de una puerta que parece un armario donde guardan escobas y trapeadores, encontrarás mi cuarto.

Y yo no entendía nada.

No entendía el porqué no podía bajar si no tenía a una persona del personal o a Ahjussi conmigo.

Tampoco entendía porqué yo no podía comer en la misma mesa que todos.

Por qué mi habitación está en un punto muerto.

En por qué tengo que tomar mis clases en la biblioteca y con profesores privados.

No entendía, tampoco, porqué Santa Clus dejaba los regalos de la familia John bajo el árbol y a mí bajo el escritorio de la biblioteca.

No podía comprender un sinfín de cosas. Y sobre todo en una edad de ¿Por qué's?
De igual forma tampoco conseguía muchas respuestas.

Ahjussi me decía que era porque era especial.

Pero no creo serlo.

—Entra, te esperaré aquí afuera.

Me avisó una de las mucamas que va por mí para escoltarme y regresarme a mi habitación. Entré al baño.

Cuando salí, ya no había nadie. Qué extraño.

Me asomé, nada.

Tenía prohibido andar por ahí yo sólo. Pero aún así, seguí caminando por el pasillo. No estaba de curioso, yo sólo la buscaba.

Al doblar la pared, choqué con alguien.

Ése alguien se encontraba corriendo y teniendo prisa, lo que ocasionó que cayéramos al suelo.

—¿¡Qué demonios sucede contigo!? Fíjate por dónde vas.

Sintiendo un leve pulso de dolor en mi frente, le observé.

Piel blanca, ojos verdes y cabello rubio.

El hijo de los John.

—Perdón.

Me ignoró y se asomó del otro lado, se sorprendió un poco y me jaló por el brazo poniendo su dedo índice en sus labios.

—Ssh, sígueme.

Entramos a un cuarto.

—Aquí no me encontrarán. Verás, tengo prohibido estar de éste lado de la mansión. Pero igual, no me importa. Soy Vernon, tengo ocho. ¿Tú quién eres?

Y así fue mi primer encuentro con mi medio hermano.

No tenía idea si él lo sabía.

Yo ya le conocía.

Aquél chico quien, cada mañana, vestía un uniforme y de mala gana lo hacían meterse al coche para llevarlo a su colegio. Regresaba horas después con el corbatín descolgado y el saco arrugado.
Jugaba libre en el jardín y de vez en cuando llegaban sus amigos a sacarlo a jugar en bicicleta.
Su mamá le recibía con pan y una sonrisa cálida.
Las mucamas siempre corrían tras de él para que no se lastimara.
Todo eso yo lo veía desde la ventana de las cuatro cafés paredes de mi habitación.

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