Yakuza

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Me levanté a duras penas del suelo y corrí a comprobar el estado de Roquet. Para mi suerte seguía vivo. Solté un suspiro y lo levanté usando la poca fuerza que me quedaba. Volví a mi estado angelical y sin pensarlo dos veces, extendí mis alas y puse ambas manos sobre la herida del muchacho. Noté que mi dolor comenzaba a desaparecer más rápido de lo que hacía en cuerpo humano, por obvias razones, y estaba a punto de comprobar si mis habilidades curativas aún funcionaban ahora que era un Caído.

Cerré los ojos y dejé que la energía que poseía fluyera hacia el cuerpo de Roquet. Una luz azulada brillando de su cuerpo me hizo entender de que estaba funcionando y en cuestión de segundos, la bala salió y se volvió a juntar su piel. Como si nada hubiera ocurrido. Me acerqué a su pecho, intentando escuchar si aún seguía con vida, y al comprobar de que era así, dejé que todo el aire de mis pulmones saliera. —Me asustaste, pequeño.

Le di un suave cariño en la frente antes de apartarme de él nuevamente. Aún tenía algo que hacer y no iba a permitir que las leyes angelicales me limitaran por el simple hecho de que no me dejaran atacar a un humano. —¡Qué lástima que sea un Caído y esas leyes no me influyen! —dije con sarcasmo antes de dirigirme con calma a la primera planta, siguiendo el rastro que dejó el hombre.

Nos era fácil seguir a alguien por el olor que este desprendía, y estando en nuestra forma angelical era el doble de fácil. Sonreí sin la necesidad de apresurar el paso. Por más que corriera, lo encontraría tarde o temprano.

Lo que no me esperaba era que la supuesta isla donde creía que se encontraba la base terminó estando conectada a un enorme continente, por lo que no estaba tan aislado como pensaba. Fruncí el ceño al caer en la cuenta. —Voy a tener que hacer algo para mantener a la gente alejada —comenté al aire sin detener mi paso.

A lo lejos divisé un puente ya desgastado por los años, el cual de seguro no aguanta mucho peso, pero que da indicio de que, al cruzar este, habrá civilización esperando detrás. Suspiré, notando que tenía que volver a mi apariencia humana si no quería llamar la atención. —Si voy a estar viviendo como un humano, tendré que acostumbrarme a actuar como uno...

Al apenas cruzar el puente, noté que algo salía completamente del encuadre que se comenzaba a firmar frente a mis ojos: una ciudadela completamente grisácea y apagada donde la gente no se detenía a ver al de al lado. Ni siquiera a una extraña con uniforme de soldado saliendo de un supuesto sitio con el paso cerrado. Solté un leve suspiró y, cerrando los ojos, traté de seguir el rastro que el hombre había dejado, simplemente que ahora era más difícil por el hecho de que su aroma se comenzaba a confundir con los del resto de los humanos.

Caminando a tientas, intenté seguir la pestilencia que arrojaba el cuerpo del hombre y, volviendo a abrir mis ojos, lo vi a través de todos esos humanos. Se veía nervioso mirando a todas partes, como si sintiera que alguien lo estaba acechando. Como si esperara que yo saltara de cualquier parte para atacar. Y pensaba darle ese placer.

Apresurando más el paso, esquivé a todos aquel que se interpusiera en mi camino para alcanzar al hombre. Para mi suerte, aún seguía algo borracho, así que se tambaleaba y su mente no le permitía pensar apropiadamente como caminar. Menos correr.

Lo alcancé a atrapar en el borde de un callejón y, enfadada completamente por lo que le había hecho a Roquet, lo tomé del cuello con más fuerza y lo estrellé contra la pared. El miedo reflejado en sus ojos. Claramente no pensaba verme ahí, me acababa de disparar. Sonreí con placer. —¿En serio creíste que ibas a escapar? ¿Que me iba a quedar tumbada mientras corrías con quien sabe qué pertenencia nuestra entre tus manos? —volví a apretar con más fuerza su cuello, viendo como lentamente perdía el conocimientos mientras buscaba desesperadamente zafarse de mi agarre —. Vamos a tener una larga charla cuando lleguemos de vuelta a la base...

El traidor (La caída del Cielo #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora