La Playa

33 3 0
                                    


Caminamos por la playa descalzos, la marea nos tocaba suavemente, íbamos e silencio, lo único que lo rompía era el sonido de las olas al chocar con las rocas a lo lejos. Le dije que llegando a donde estuvieran buscaríamos un lugar para contarle, ya que merecía una explicación; ella aceptó. La luz del faro se veía como un fantasma aquella noche, pero en cierta medida le agregaba algo único a la atmosfera. Dicen que la mar sana las heridas que no se pueden ser sanadas por los humanos, o al menos eso es lo que un viejo pescador cierta vez me dijo. Caminamos en silencio hasta que vi la luz de una fogata, entonces algo en mi despertó al niño interno, volteé hacía Fabiola y le dije "huevo podrido el último que llegue". Creo que no tardó en reaccionar porque llegó un poco después de mí a la fogata. Ahí estaban todos, sentados viéndonos con cierta cara que delataba sus pensamientos, naturalmente fue Daniela quien nos dijo algo.

­­—Par de cogelones.

—No soy como tú hermanita.

—Tienes razón, eres peor.

Todos comenzaron a reír. Ni yo ni Fabiola dijimos más pues ambos sabíamos que nadie no creería en el momento. Estuvimos un rato recordando nuestros juegos de la infancia, sin pensar en absolutamente nada más, cantamos un poco, muy desafinados debo admitir; bromeamos un poco más entre nosotros, pero fue hasta después de la insistencia de Andrea que todos aceptaron meterse al mar. Yo dije que había tenido suficiente mar por lo que dije que me quedaría en la fogata, Fabiola dijo lo mismo, tras una mirada que suponía cierta picardía de todos nos dejaron sus cosas para ir nadar sin problemas.

Estuve unos cuantos minutos en silencio, solo miraba el mar. La luna estaba en frente de nosotros por lo que la imagen era perfecta: varios amigos en el mar jugando como niños, riéndose, cayéndose, siendo felices, con la luna en sus espaldas. Pude seguir así pero sentía la mira de Fabiola sobre mí, no la sentía para nada hostil pero sí sentía un poco de curiosidad mezclada con tristeza. A pesar de que no me conocía tan bien como Dani o como Edgar, sabía lo suficiente de mí como para saber que no cualquier cosa me hacía llorar. Me paré y me acerqué un poco al mar, lo suficiente como para tener a la fogata en mis espaldas, tomé un poco de aire. Lo que estaba a punto de revelar podría ser perjudicial para ella o no, pero tenía que hacerlo, no tenía más escapatoria, me habían atrapado en un callejón sin salida. Perdóname Camila, pero no tengo otra opción. Regresé al lado de Fabiola, era increíble que ella fuera a quien le iba a revelar la historia de Camila.

—Está bien, te diré lo que paso, sólo te pido que no le cuentes a nadie esto, es muy difícil para mí.

—Está bien, nadie lo sabrá.

Contaré esto sin las interrupciones ni las preguntas que me hizo Fabiola aquella noche, porque de lo contrario tardaría horas en contarlo.

Eran alrededor de las 8:50 de la noche, salía de mi casa rumbo a una fiesta, ese día me había puesto una de las pocas camisas que tenía e incluso me había dado el tiempo para arreglarme, lo sé; raro en mí. Subí a mi auto y salí de mi casa, puse algo de música antes de abandonar la calle, recuerdo perfectamente la hora: 9:00 pm. El camino me pareció muy habitual, nada del otro mundo, autos y autos por todos lados, las luces de la ciudad le daban una nueva aura, pero para mi desgracia ese día no iría al centro ni algún jardín, sino a uno de los barrios más ricos de la ciudad a una fiesta, para mi suerte mis amigos también irían. Recuerdo haber escuchado canciones de amor, no era algo que yo había planeado, solamente sucedió. Iba pensando en que haría después de la fiesta, no pensaba quedarme a toda, quizás podría convencer a Camila de ir conmigo al mirador o a un parque y para terminar la noche ir algún lugar donde todavía hubiera comida, pero eso estaba por verse. Pero estaba muy equivocado.

LucasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora