Capítulo 4

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Clutching my cure

I tightly lock the door

I try to catch my breath again

I hurt much more

Than anytime before

I had no options left again

I don't want to be the one

The battles always choose

'Cause inside I realice

That I'm the one confused

I don't know what's worth fighting for

Or why I have to scream

I don't know why I instigate

And say what I don't mean

I don't know how I got this way

I'll never be alright

So I'm breaking the habit

I'm breaking the habit

Tonight

(Breaking the habit, Linkin Park)


Cierra la puerta y se deja caer en el sofá. Consumido, exhausto, con las piernas temblorosas. Ni siquiera sabe cómo ha podido esquivar el bombardeo de preguntas y las miradas confundidas de Jonathan. "¿Te vas a casa?, ¿no te quedas a comer?, ¿te llevo? Sí, te llevo, claro. ¿Pero estás bien?, ¿necesitas algo? Recuerda que mañana tenemos cena y Sam está invitado". Mañana. Cena. Sam. Las palabras resuenan en su cabeza, pero carecen de significado. Todo ha quedado reducido a una nebulosa espesa donde la imagen de Sam, tumbado en el suelo, ensangrentado, muerto, se repite en espirales infinitas.

Detenlo.

¿De dónde había salido?, ¿tendría que ver con Mabon? Se toca la frente para ahuyentar la quemazón de ese dedo fantasma que aún palpita en su piel. El estómago se rebela ante el recuerdo de aquella masa negra, deforme, asfixiante, y el malestar se extiende hasta invadir todos los recovecos de su ser. Necesita vomitar, necesita respuestas, necesita a Cas. Coge el móvil y marca el número de Castiel hasta desgastar la pantalla. Sólo tras diez llamadas y tres mensajes en el buzón de voz del estilo "más vale que contestes de una vez", asume que no lo va a coger. En su línea habitual de no estar cuando lo necesitan. Desiste a las tres de la tarde, con un resoplido y después del tono número ciento veinte.

Estampa el móvil contra la tapicería del sofá y se pasea de forma errática por la habitación hasta que decide probar suerte con el ordenador. Apoya el portátil en la mesa de centro y empieza a teclear furiosamente, visitando página tras página y añadiendo a su lista de fracasos los mismos resultados lamentables de la tarde anterior. Media hora, una hora, y no hay nada que vincule a Mabon con esa entidad ni con presencias oscuras; no hay nada que vincule a Mabon con lo que le ha ocurrido. En internet no hay nada y empieza a estar harto de ese dios, de esa realidad, de Castiel y de no saber qué cojones está pasando. Intenta respirar, pero la marca de Caín le quema en el brazo como si le estuvieran arrancando la piel a jirones. Está acostumbrado a ese dolor constante, pero esta vez es diferente: resopla, suda, las manos le tiemblan y siente que la rabia adquiere vida propia. Nunca le había pasado. Cierra los ojos en un intento por controlarlo, por concentrarse en algo que no sea esa tortura que va escalando posiciones. Y por fin, el tintineo de unas llaves lo devuelve a tierra, poniendo freno a esa carrera ciega. Sam traspasa el umbral con dos bolsas en cada mano y expresión preocupada.

Luna de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora