Capítulo 5

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Cloe

—Este verano está siendo muy aburrido –comienza diciendo Emily desde la silla de su escritorio mientras yo la miro sentada en el borde de su cama.

—¿Qué me quieres decir con eso? –pregunto indiferente.

—Tenemos que hacer algo –se levanta de la silla dando vueltas de un lado a otro de la habitación pensativa.

—Nada de fiestas –digo rápidamente antes de que se le ocurra.

—¿Qué tal apuntarnos a un campamento y liarla parda? –sonríe maliciosa.

—Ni de coña –digo clara antes de que continúe– acabo de empezar a leerme un libro muy bueno.

—¡Tienes todo el año para leer libros! –suspira apoyando las manos en su cintura incrédula– no puedes tirarte todo el día en casa.

—No voy a ir a ningún campamento –ruedo los ojos convencida.

—Pues vamos a la piscina –sonríe sin pensarlo y abriendo su armario y buscando lo que debe de ser un bikini.

—No tenemos piscina.

—Para algo construyen las municipales –ríe lanzándome un bikini suyo.

Odio tanta gente junta en un mismo espacio.

—¿Tiene que ser ahora...? –bostezo echándome hacia atrás quedando tumbada boca arriba en su cama.

—Si, y no acepto un no por respuesta –sonríe victoriosa empezando a cambiarse.

No pude buscarme una amiga más tranquila, como yo. Tuve que buscarme a alguien alocada y fiestera, capaz de arruinarme todos mis planes de relax.

Muy en el fondo la quiero.

Perezosamente me desvisto y me pongo el bikini que me ha dado. Me vuelvo a vestir y me hago un moño perfecto con la típica goma que siempre llevamos todas las chicas en la muñeca.
Amo los moños.

Metemos lo básico en la mochila y cogemos el primer bus que nos lleva a la piscina más cerca

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Metemos lo básico en la mochila y cogemos el primer bus que nos lleva a la piscina más cerca.

[...]

Daniel

—¡Tienes la puntería en el culo, tío! –grito soltando un suspiro saliendo de la piscina por quinta vez en busca de la pelota de plástico.

Vuelvo a meterme en la piscina con la pelota y la lanzo al del frente, jugando al típico juego de tres que hay uno en el medio intentando coger la pelota y los dos de los extremos se la pasan para que no la coja.

A la que llevamos tres pases el bestia que tengo como amigo vuelve a lanzar la pelota fuera y hasta la mismísimas narices me salgo a coger la pelota y se la lanzo fuerte. La lanzo más fuerte y alta de lo que había calculado y directamente se sale fuera de la piscina botando hasta una hamaca y dándole en la barriga a una chica.

Me muerdo el labio frustrado y me acerco hacia la hamaca donde la chica está sentada con una cara no muy agradable buscando con la mirada a quien debe de haber sido.

Me pongo a su lado mirándola haciendo una mueca rascándome la cabeza.

—Lo siento... ha sido sin querer, estaba lanzándole la pelota a mi amigo y... –la chica interrumpe mi explicación.

—¿¡Quien te crees que eres?! –se levanta de la hamaca y coge mi pelota dándola una patada y mandándola lejos– mira, todo lo que me callé en la discoteca te lo voy ha decir ahora –gesticula enfadada mientras habla– eres un feto mal hecho que te crees guapo por tener un buen culo y una tableta marcada y que todas las chicas estén detrás de ti con las bragas mojadas. ¿Pero sabes qué? –sitúa su dedo índice en mi pecho señalándome– eres un gilipollas.

Va a seguir la charla mientras la miro boquiabierto pero su amiga la interrumpe cogiéndola del brazo y apartándola de mi.

—Déjalo en paz, no vale la pena –me mira con cara de asco– parece que me sigues.

Frunzo el ceño.

—¿Qué decís? –hablo al fin– no os he visto en mi vida.

La castaña se empieza a reír falsamente.

—Venga ya, esta mañana estabas en el descampado salvando a mi perro de otro que quería morderle –habla cruzando los brazos.

Su amiga la mira desconcertada, supongo que sin saberlo, y yo la miro igual, encogiendo los hombros.

—Habrá sido mi hermano gemelo.

—¿En serio vas a poner esa excusa? –me mira incrédula la chica a la que le había dado con la pelota.

—No es ninguna excusa, tengo un hermano gemelo –sonrío poniendo los brazos en jarra.

—Mira niño, –me mira de arriba abajo con cara de asco y se acerca a mí– a mi nadie me toma el pelo ¿sabes? –la interrumpo.

—Os invito a que vengáis mañana a mi casa y lo veáis vosotras mismas –sonrío encogiendo los hombros.

—¿Nosotras a tu casa? –me mira fijamente con sus ojos azules– ¿Y como se que no eres un secuestrador psicópata? –pregunta sarcástica.

—¿Tengo pinta de secuestrador? –pregunto soltando una risa señalándome.

Me recorre con una última mirada.

—Está bien –se acerca a su mochila donde  escribe en un papel lo que debe ser su número y me lo entrega– ya me pasarás tu dirección.

Dicho esto vuelve a su hamaca a continuar tomando el sol mientras la castaña la mira no muy convencida.

Encojo los hombros yendo a buscar la pelota para volver con mis amigos.

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Mil sentimientos antónimos y sólo uno que nos une. | GemeliersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora