Parte III

405 46 10
                                    



*

*

*

Minho termina de diseñar ese plano en el computador. Aprender a manejar ese programa le había facilitado la vida, y agradecía que el Señor Lee fuera quien le obligara a asistir a esos cursos.

El señor Lee.

Y suspira al pensar en el hijo del señor Lee, en ese que le ignora y que prefería preguntar todo a su padre antes que a él que le mira, tal vez demasiado, dispuesto a todo lo que le pidiera. Sólo que Lee Taemin parecía pasar de él.

¿De verdad ya no había nada entre ellos?

Porque había decidido dejar de molestarle, sólo que volver a verlo, y saber que lo vería cada día, provocaron que en su interior nacieran tontas esperanzas de que algo podría volver a nacer entre ambos, algo parecido a lo que tuvieron, algo que no pensaba volver a arruinar y que, al parecer, Taemin no quería volver a vivir.

¿Tanto le había lastimado?

Baja la mirada al darse cuenta de que estuvo mirando todo ese tiempo hacia la puerta donde Taemin había desaparecido hacía más de tres horas.

Pese a haber decidido dejarlo, pese a muchas veces haber renunciado a él y a esa insistencia que nacía en cada núcleo de sus células por pedir una oportunidad más, pese a haberse pasado tantas noches en vela intentando conciliar las ideas entre su cerebro y su corazón, ahora todo se sentía como una ridícula pérdida de tiempo.

Quizá jamás sería capaz de renunciar por completo a él, quizá no quería renunciar a él, quizá sólo deseaba dejar de sentirse como la mierda al ver esa mirada llena de decepción cuando se topaba con sus ojos marrones.

No estaba entre sus sensaciones favoritas esa de decepcionar al alguien, y no necesariamente por querer agradarles, sino porque en su personalidad era así, le gustaba hacer bien las cosas que se proponía. No estaba acostumbrado a ser una decepción, porque siempre fue el orgullo de sus padres, siempre tuvo excelentes notas a pesar de hacer un par de locuras, siempre recibía felicitaciones y recomendaciones de sus profesores, y ahora de su tutor.

Sin embargo, en su historial de esfuerzo pulcro y optimo cumplimiento de cada objetivo trazado en su vida estaba Lee Taemin como una gran mancha que no le deja dormir en paz, porque se arrepiente de haber bebido demasiado esa noche, porque era una mierda disculpándose, porque normalmente no cometía demasiados errores y le era tan difícil enfrentarse a ellos, peor aún a alguien como Taemin que había confiado a ciegas en él, en ese amor que le había jurado con besos robados y caricias atrevidas que le convencieron con tanta facilidad.

Recibe un codazo fuerte en sus costillas, ese tipo de codazo violento que Kibum solía darle cuando hacía o decía alguna tontera sin pensar, cosas que le traerían problemas que podía evitarse.

Y se descubre mirando fijamente a ese nuevo amigo que había conocido. Era la segunda vez que lo veía y no supo cómo entablar algún tipo de conversación, porque no era fácil, pese a que siempre se creyó lo suficientemente capaz de conversar con quien sea y hacer tan interesante alguna conversación como para llevarse a la cama a cualquier chica, a un lado la modestia.

Pero era él. Él le miraba de una forma que antes no había experimentado, parecía coqueto, parecía hacerle ojitos cuando pestañeaba de esa forma nerviosa y escondía su rostro cuando reía. ¿Cuánto llevaban ahí? Parecían días y años de estar observándole, aunque se da cuenta de que sólo fueron un par de horas de que llegó a esa biblioteca diciendo que no tenía nada que hacer y que acompañar a su mejor amigo no era problema, cuando en realidad sólo quiso volver ahí para volver a ver al chico que parecía ponerse nervioso cuando él le hablaba.

Así es el Amor - Temporada III: RedescubriéndonosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora