Capítulo 2: "Negación"

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- Etapa de la negación. - Escuche hablar a mi psicóloga.

- Escuche, señora, se que mi padre le está pagando bien para que "me ayude" pero no me está ayudando en nada. -Le dije algo enojada. Ella se río sin humor.

- Miré, si no se deja ayudar será peor y no querrá que la internen y así reciba la ayuda pero obligada. - Ella me amenazó. Decidí callarme.

- ¿Quien me vendrá a buscar? - Le pregunté evadiendo todas las preguntas que seguro tenía en mente.

- Su chofer. Su padre me ha indicado que está muy ocupado para venir a recogerla. - La sentí levantarse de su asiento.

- Típico. - Contesté.

- Oye, no tienes que tener los ojos cerrados todo el tiempo. - Ella dijo, la sentí rebuscar en uno de sus cajones.

- ¿Por qué no? Si no veo, ¿cual es el hecho de qué los tenga abiertos? - Le dije, ella suspiró.

- Eres la paciente qué más trabajo me ha dado, tienes que ser positiva. - Me dijo. Yo ignore su comentario.

- Lo siento si hago qué pierda su valioso tiempo, Mccurdy. - Le dije, ese era su apellido. Ella río.

- Quiero qué te pongas esto. - Sentí ponerme el objeto en mis manos. Eran unas gafas.

- ¿Gafas? Wow, el sol no me volverá a molestar nunca más, así que no los necesito. - Dije, ella hizo un sonido raro con su boca, en desaprobación.

- Esas gafas son especialmente para personas como tú. - Me dijo.

- Para personas que están ciegos, entiendo. - Le contesté.

- Cuando un persona está ciega, sus ojos nunca encuentran un punto fijo en el cual fijarse. - Ella siguió.

- Obvio, no podemos ver, Mccurdy. - Le contesté.

- Así qué, podrás usar estas gafas para que nadie vea tus ojos y te juzguen. Son modernas y bonitas, te quedarán a la perfección. - Dijo, volviendo a ponerme las gafas en mis manos.

No me gustaba que la gente me juzgue, y mucho menos por estar ciega. Yo no decidí estar ciega. Fue el maldito destino cruel.

- Gracias. - Dije inaudible, pero ella estaba cerca como para poder escucharlo. Me puse las gafas y ella aplaudió.

- Te ves preciosa. - Ella me dijo, yo suspiré, sintiéndome incómoda.

- Gracias, Mccurdy. - Le dije.

- De nada, linda. - Dijo, cogió mi mano y comenzamos a caminar hacia a fuera del gran edificio.

- Tu chofer ya ha llegado por ti. - Me dijo, yo asentí levemente.

Sentí como una camioneta se paraba justo a unos metros de nosotras, ella se alejó de mi y sentí un brazo pasar por mi brazo derecho.

- Hola Kenny. - Le dije a mi chofer, Kenny. Le sonreí.

- Hola, enana. - El me dijo mientras me ayudaba a sentarme en el asiento sin hacerme daño.

Kenny y yo éramos bastante unidos y teníamos mucha confianza. A pesar de que era mi chofer, mi padre y yo lo consideramos como parte de la familia, como Sandra.

- ¿Cómo está el cielo hoy, Kenny? - Le pregunté.

- Esta precioso, pero nada de lo que usted no se esté perdiendo. - Me dijo, se que lo decía para que no me sintiese peor de lo que me siento.

- ¿Sandra no te dijo cuando regresa? - Le pregunté.

- No, tu padre le dio vacaciones y ella tiene que cuidar a sus hijos menores. - Me informó.

Sandra era una mujer de la clase media, muy buena y amable con nosotros. Me arrepentía el echo de que la trataba muy mal, pero no podía evitarlo. Ella siempre ha estado al pendiente de mi, y más ahora. Pero uno de sus hijos enfermó y ella tiene que cuidar de el. Con suerte, mi padre siempre la paga bien y a pesar de que tiene vacaciones, mi padre aún sigue enviándole su cheque y aveces con más cantidad de lo usual.

Minutos después, escuche a Kenny poner los dígitos para que el portón de acceso controlado, abriera hacia la residencia donde vivo.

- Tu padre está en casa. - Me informó, estacionó y con su ayuda baje de la camioneta.

- No me sostengas, sólo dime debo hacer. - Le pedí a Kenny. Sentí como se paraba cerca de mi por sí tropezaba.

- Con cuidado, sube tu pie, son seis escalones. - Me dijo, yo pude subir sin problema y lo escuche reír.

Ya adentró de la casa, me llevo hasta la sala y me indico donde sentarme, en el sofá.

- Gracias, Kenny. - Le dije, sentí su sonrisa para luego no sentir más su presencia en la sala.

Es muy raro. Cuando quede ciega, los otros sentidos se han vuelto más... ¿fortalecidos? Si, puedo oír muy bien. No me quejo por esa parte. Cuando podía ver, era bastante sorda.

- ¿Cómo te fue? - Escuche a mi padre entrar y sentarse a varios metros de mi. Gire mi cabeza a su dirección.

- ¿Esta vez te importa? - Alce mis cejas.

- No empieces, por favor. - El contestó.

- Para otras veces, me fue mejor. - Le contesté.

- ¿Mccurdy te dio esas gafas? - El preguntó, por un momento me había olvidado de ellas.

- Si, son para personas como yo. - Le dije, pude sentir su ceño fruncido.

- ¿Para personas como tu? - Preguntó dudoso. ¿En serio tenía que repetieselo?

- Para personas ciegas, joder. - Le dije y el se quedo callado.

- Una vieja amiga vendrá a la casa. - Habló el.

- ¿Se va a quedar? - Alce mis cejas.

- No, sólo viene para un asunto que acá hablaremos. - Me dijo, yo bufé.

- ¿Me dirás? - Le pregunté.

- Cuando este todo hablado con ella, lo haré. - Me dijo, sentí como se levantaba de su asiento y me dejaba nuevamente sola.

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Hola, se que esta historia aún no tiene muchos lectores pero, me encantaría que si los tuviera y que cada día vayan creciendo más. Por favor, me encantaría que la continuarán leyendo y compartiendo con sus amistades que ustedes creen que les gustaría.

My Light ➳ j.bDonde viven las historias. Descúbrelo ahora