La interrupción

7.8K 1.5K 305
                                        

-No me creerías aunque te lo contase - seguía sin mirarlo.

-Pruébame.

-O me juzgarías - suspiró.

-Eso no puedes saberlo hasta que me lo cuentes - le insistió.

-Mi padre - comenzó después de unos minutos en silencio - no veía con buenos ojos lo que habían hecho mis hermanos, pero para cuando se enteró ya fue demasiado tarde. Yo ya amaba las armas tanto o más que ellos.

-No creo que tu padre te echase de casa - la animó a seguir al ver que guardaba silencio de nuevo.

-Me fui por propia decisión - ahora sí lo miró - Para evitar un matrimonio que no quería.

-Y acabaste casada igualmente - matizó.

-Supongo que hay destinos de los que no se puede escapar. Mucho menos una mujer.

-Tal vez él no era el hombre adecuado para ti.

-Tampoco tú.

No diría que aquello no le había herido el orgullo, pero permaneció en silencio porque le pareció que ella no había terminado de hablar. Y quería escuchar todo cuanto quisiese contarle.

-Nadie en realidad - apoyó los brazos en el alfeizar de la ventana y la barbilla en ellos para dejar que su mirada se perdiese en la oscuridad de la noche - Nunca fui una buena hija. He causado más disgustos que alegrías a mis padres. No estoy preparada para la vida familiar. No creo que lo esté nunca. No quiero ser una esposa de.

-¿Esposa de? Explícate.

-Las mujeres siempre somos hijas de, esposas de, madres de. Yo no quiero eso. Quiero ser yo misma - suspiró. 

-Puedes ser tu misma aunque estés casada.

-No - lo miró - no puedo. Las mujeres no somos libres. Siempre hay un hombre en nuestra vida que nos dice lo que debemos hacer o cómo comportarnos. Los hombres rigen este mundo a su antojo y las mujeres solo podemos permanecer en la penumbra, acatando cada una de las normas que algún hombre, hace mucho, nos impuso. 

-Los hombres también tenemos normas que cumplir.

-Una mujer ha de ser recatada y sumisa. Un hombre puede ser como él quiera porque nadie se atreverá a juzgarlo. Una mujer jamás podrá contradecir a un hombre aunque él se equivoque. Un hombre puede reprender a una mujer aunque ella tenga razón. Una mujer ha de conservar su virtud hasta el matrimonio si no quiere caer en desgracia. Un hombre puede tener tantas mujeres como quiera antes y después del matrimonio y nadie le dirá nada. Una mujer no posee tierras propias si no es viuda y aún así ha de ser muy rica si no quiere que la casen pronto para que un hombre gobierne su patrimonio. Un hombre hereda de su padre todo cuanto éste posee aún cuando no sea capaz de conservarlo o manejarlo adecuadamente. Una mujer...

-Te he entendido, Mac - no le gustaba llamarla por ese nombre pero por el momento no tenía ningún otro - Pero no todas las mujeres son desgraciadas en sus vidas ni en sus matrimonios. Hay hombres que no están de acuerdo con el control que se ejerce sobre ellas y que saben valorarlas. Hay mujeres mucho más inteligentes que algunos hombres y saben hacerse valer aunque sean esposas de, como tú dices.

-¿Tú me permitirías opinar? ¿Contradecirte? ¿Tomar mis propias decisiones? ¿Luchar?

-Podrás opinar y contradecirme siempre que lo consideres oportuno mientras no me faltes al respeto a mí o alguna otra persona. Podrás tomar tus propias decisiones si con ello no te pones en peligro. En cuanto a lo de luchar, espero que nunca más tengas que volver a hacerlo. No porque no quiera que lo hagas - se apresuró a continuar cuanto vio sus intenciones de protestar - sino porque eso significaría que no he sabido protegerte bien.

Un highlander a la altura (Viaje por las Highlands 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora