Encerrados

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Esta es una de las escenas que cambié en la versión de Amazon (junto con varias cosas más) así que si queréis saber cómo es, lo tenéis en Amazon y Kindle
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La celda, si se le podía llamar así a aquel agujero cavado en la roca bajo el castillo, era fría y húmeda. Aileen lo notaba mucho más puesto que no le habían permitido ponerse el vestido que Rob se había llevado con él cuando la sacó de su dormitorio a la fuerza. Por si eso no fuese suficiente, le arrebataron el plaid para quemarlo frente a ella, como una pequeña muestra de lo que sentían por los MacCleod. Había permanecido impasible viendo cómo los colores de su clan desaparecían entre las llamas para no darles la satisfacción de mostrarles su enfado, aunque en el fondo estaba deseando arrancarles los ojos a todos ellos. James la había sostenido todo el tiempo, reconfortándola con su sola presencia. 

Había tenido que encontrarse en una situación donde sus vidas peligraban para descubrir lo que ya debería haber comprendido tiempo atrás, cuando se había quedado con James para cuidarlo noche y día habiendo podido huir y dejarlo a su suerte. Ahora que se sabía enamorada de él, temía que fuese demasiado tarde. Si no ocurría un milagro, no durarían mucho tiempo vivos. Rob ya estaba muerto. Se estremeció al pensar en ello.

-Estás congelada - James la apretó contra él y comenzó a frotarle los brazos para que entrase en calor.

-No te preocupes - no se atrevió a mirarlo todavía, por si él descubría en su ojos la verdad de sus sentimientos. Necesitaba un tiempo para asimilarlos y encontrar la forma de confesárselos sin parecer patética o desesperada. O para que no creyese que se lo decía porque estaban a punto de morir - Estoy bien.

-No lo estás - aquella afirmación la obligó a mirarlo aún sin quererlo - Aileen, sé que eres una mujer fuerte e independiente y te admiro por ello, pero no quiero que me ocultes nada. Soy tu esposo y quiero saberlo todo de ti. Necesito saberlo. Es mi turno de cuidar de ti.

-Estoy bien - insistió.

-Aileen...

-No es el frío - añadió al ver que James tenía intención de protestar - Durante tres años he soportado peores condiciones que esta, sobreviviré. 

-¿Cuál es el problema entonces?

-Siento haberte metido en este lío - le confesó - Soy tan impulsiva que acabo complicándolo todo. Por mi culpa terminamos casados y por mi culpa estamos ahora aquí metidos, esperando una muerte segura. Y por mi culpa Rob...

No pudo acabar la frase. Aunque James había insistido en que no lo diese por muerto todavía, la flecha lo había alcanzado tan cerca del corazón que no podía sino creer que lo estaba. Nadie sería capaz de sobrevivir a aquello y menos si lo dejaban abandonado en medio de ninguna parte. Si la flecha no había acabado con su vida, lo haría la pérdida de sangre. Rob tenía las de perder y la culpa pesaba demasiado en su pecho.

-Rob no está muerto - le dijo una vez más con convicción, rozando su mejilla con ternura - Deja de torturarte por eso.

-No puedo evitarlo. Lo viste caer tan bien como yo. Aunque sobreviviese a la herida, sin los cuidados necesarios acabará muriendo igualmente. Todo esto es culpa mía.

-Ambos decidimos venir por voluntad propia. Ambos creímos que arrastrarte en plena noche por lugares que no conocíamos era buena idea. Tenemos tanta culpa o más que tú. 

-Si yo no me hubiese escapado, no habríais tenido que venir a por mí.

-¿Vamos a jugar a quien tiene la mayor culpa? - sonrió de repente James - Hasta ahora creía que eras de las que no se lamentaban por nada, sino de las que buscaban una solución a sus problemas. ¿Vas a decirme que unas pocas semanas separados te han vuelto una blanda?

Un highlander a la altura (Viaje por las Highlands 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora