Enfrentamientos

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-Ven a la cama, mujer. Es tarde.

En los cinco días en que había estado convaleciente, Aileen jamás se había acostado hasta que James se hubiese dormido y siempre se levantaba antes de que él despertase. Eso en las noches en que la fiebre no la había mantenido despierta hasta el amanecer. Pero al parecer en esta ocasión su esposo la reclamaba ya y no tenía ni idea de cómo negarse sin que resultase demasiado evidente el porqué. Claro que todavía estaba débil, no era capaz ni de incorporarse solo en la cama.

-No tengo sueño todavía - le dijo sin dejar de mirar por la ventana aún cuando ya había oscurecido.

-No me digas que prefieres admirar el paisaje porque dudo que veas algo - sonaba divertido aunque no se atrevía a mirarlo todavía.

-Me gusta sentir la brisa en el rostro y ya que he tenido que permanecer toda la tarde aquí encerrada, no me negarás este pequeño placer.

-Hay otros placeres que podríamos compartir.

-Cuida tu herida, James - lo miró con enfado - Si se te abre por hacer tonterías, te juro que esta vez te dejaré morir.

-Ahí está la mujer con la que me casé - rió, descolocándola una vez más - Creía que se estaba marchitando con tanta inactividad.

-Déjame ser útil y no me marchitaré - le sugirió.

-Ya eres útil, esposa. Me has salvado la vida.

-Pero tú ya te encuentras mejor y hacerte compañía no es lo que yo llamaría ser útil - si lograba convencerlo de pasar fuera la mayor parte del tiempo, podría concretar sus planes de huida - Debería estar ayudando a Sophia. La pobre ya tiene suficiente con Henrietta. Yo podría aligerarle el trabajo un poco.

-Llámame egoísta - se encogió de hombros - pero me gusta tenerte aquí. Solo para mí.

-Te llamaré desconfiado - se acercó a la cama furiosa con él - Admite que sigues creyendo que me escaparé en cuanto me dejes salir de tu alcoba.

-Nuestra alcoba - le recordó, dándole así la razón.

-Es inútil razonar contigo - se giró para alejarse otra vez pero James la detuvo sujetando su mano - Suéltame, James.

-No puedes culparme por pensar que huirás - le dijo, acercándola más a él - No estoy ciego. Veo con qué ansias buscar salir de la alcoba y sé que no es por respirar aire fresco. Cuando esté recuperado y hayamos asegurado nuestro matrimonio tendrás toda la libertad que quieras para moverte por el castillo. Podrás ayudar a Sophia, ya que tanto te preocupas por ella. Incluso te permitiré entrenar si así lo quieres.

-¿Me dejarías practicar? 

-Sé que si abandonas el hábito se pierde la destreza. Y sé también que para ti es importante. Además, me gusta saber que podrás defenderte sola si yo no estoy cerca, esposa. No soy ningún ogro.

Aileen lo observó por largo tiempo sin llegar a creerse del todo sus palabras. Había sonado sincero pero temía que solo lo hubiese dicho para contentarla y que desease quedarse con él en Huntly. Si su deseo de regresar a casa no fuese tan grande, habría sido tan tentador dejarse llevar. 

Trastornada por el camino que llevaban sus pensamientos, se alejó de James y salió de la alcoba aún cuando sabía que no llegaría lejos. Necesitaba alejarse de su esposo y olvidar lo que su corazón había sentido al escucharle decir todo aquello. Esperaba que la detuviesen en cualquier momento pero nadie lo hizo. Ni siquiera cuando salió fuera.

-Maldita sea, Aileen - se dijo cerrando los ojos y abrazándose a sí misma - No te dejes impresionar por él y sus bonitas palabras. Tú no eres una esposa de. Tú eres Aileen MacCleod, la highlander audaz. No necesitas nada más que tu reputación.

Un highlander a la altura (Viaje por las Highlands 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora