Mucho que decir

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-No fue culpa tuya, papá - finalmente se arrodilló frente a él para quedar a su altura - Fui yo la que huyó. Debería haber hablado contigo en lugar de escaparme.

-No te habría escuchado - negó - como no lo hice nunca. Creía que tenía la razón y me negaba a escuchar otra cosa. Pero ahora estoy dispuesto a hacerlo, aunque sea demasiado tarde.

-Nunca es tarde, papá - le sonrió.

Kerr se levantó y la ayudó para fundirse luego en un largo y reconfortante abrazo. Jamás en su vida imaginó Aileen que su reencuentro pudiese ser así. Mucho menos después de que Tam y su madre le dijesen lo enfadado que estaba. Pero decidió disfrutar del abrazo y no pensar más en ello. En los brazos de su padre sentía al fin que había regresado al hogar. Aquel había sido su lugar favorito en el mundo durante muchos años. Justo hasta que creció y su padre descubrió que adoraba las armas. 

Cuando emprendieron el camino de regreso a la casa, vio la sorpresa en los rostros de su familia y supo que tampoco ellos esperaban algo así. Fiona se había reunido con ellos también y le sonrió en la distancia asegurándole con la mirada que tendrían tiempo de hablar más tarde. Aileen hubiese querido conocer a la muñeca de cabellos rubios que llevaba en brazos o al querubín pelirrojo que se ocultaba detrás de sus faldas pero tendría que esperar.

-Quiero que me lo cuentes todo, hija - le pidió Kerr una vez en el salón. 

-Por donde empezar - no esperaba respuesta pero la recibió igualmente.

-Por el día en que te fuiste. No sabes la de veces que me torturé por aquel día. No saber qué hubo de diferente en él para que dieses el paso, me mataba - le confesó su padre - Necesito saber si habría podido evitarlo.

La mente de Aileen regresó a aquel día. A aquella conversación que nunca debería haber presenciado. Era como si estuviese de nuevo allí, tras la puerta, escuchando a hurtadillas. Como si el tiempo no hubiese pasado y volviese a ser la joven de 18 años que se sentía infeliz con su vida.

-Duncan la ha pedido en matrimonio - oyó decir a su padre.

-Los MacLean son un buen clan. Estoy segura de que la acogerán como a una más de ellos - su madre no parecía muy afectada y eso llamó más su atención. Esperaba que ella opusiese algo de resistencia a que se la llevasen tan lejos.

-Hubiese preferido que fuese de otro modo, pero dadas las circunstancias, creo que casarla con él es lo más adecuado. 

-No estoy segura de que ella opine lo mismo.

-En realidad no tiene importancia lo que opine, Blair. Debe resignarse y aceptar lo que su padre diga. 

Aileen había dejado de escuchar después de aquello y había corrido hacia su cuarto para recoger sus cosas y huir. ¿Resignarse? ¿Aceptar un matrimonio solo porque su padre lo decía? No, aquello no era lo que ella quería y no iba a quedarse allí para convertirse en la esposa de Duncan. Fuese quien fuese aquel hombre que le había propuesto matrimonio sin dignarse a presentarse primero.

-Te oí hablar con mamá sobre Duncan MacLean - le dijo en cuanto regresó del pasado.

-¿Duncan? - miró a su esposa con asombro. Ella tenía la misma expresión.

-Sí, papá. Duncan - el resentimiento ensombreció sus palabras - Pretendías casarme con él y ni siquiera lo conocía. ¿Cómo pudo pedir mi mano si ni lo conozco? Yo no recuerdo haberlo visto en mi vida. No entiendo cómo pudiste decirle que sí porque...

-Aileen - Blair la miró con dulzura, interrumpiéndola - Duncan pidió en matrimonio a Rhona. Arran los encontró en el establo y... no precisamente hablando. 

Un highlander a la altura (Viaje por las Highlands 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora