Mi último deseo [NUD#2]

El diario de Mariel: Hay una sombra

I can hold my breathI can bite my tongueI can stay awake for daysIf that's what you wantBe your number oneI can fake a smileI can force a laughI can dance and play the partIf that's what you askGive you all I amI can do itI can do itI can do itBut I'm only human

—¿Puedo tocarlo? —preguntó mi hermano con esos ojos suplicantes que convencen a cualquiera, a mí no por supuesto.

—Claro hijo, serás el primero entonces —le concedió mi madre la petición, como siempre.

Él apenas podía tocar el suelo tras sentarse sobre el piano, aunque lo logró, apenas se puso cómodo empezó a tocar las teclas como loco, haciendo ruidos molestos e inaudibles. Pudo haber malogrado el piano por su insensatez, pero no, mi madre al verlo solo aplaudió y se río.

—Ya, ya lo tocó ¿ahora me toca a mí? —interrogué algo molesta y ansiosa a la vez.

—No, aún es mi turno —se quejó él.

—Yo tocaba igualito la primera vez que toqué el piano. Puedo ver que en verdad te gustará, sé que a los dos les gustará. —Mi madre acercó a mi hermano y a mí hacia ella en un solo abrazo. Las miradas de odio entre él y yo fueron notorias para ambos, no para mamá.

Mamá, o ya por su nombre, Sarahí, cargó a mi hermano y lo puso entre sus piernas para sentarse frente al piano y empezar a tocarlo.

Fue lo más hermoso que escuché en mi vida. Ni qué decir que hasta el inculto de mi hermano no se atrevió a arruinarla tocando una tecla mientras lo hacía ella, seguro ganas no le faltaron. Pude ver en los ojos de Sarahí lo mucho que le encantaba tocar el piano hasta que los cerró mostrando más emoción todavía, sus dedos parecían danzar sobre el instrumento más que solo tocarlo, ¿ya escribí que la melodía fue preciosa? Pues lo vuelvo a hacer, mamá tiene que enseñarme a tocar así. Ya cuando terminó todos aplaudimos

—Mi amor ¿cómo se llamaba la canción? —preguntó mi padre que la veía del otro lado del piano, no se había movido de ahí al parecer.

—Para Elisa de Beethoven —contestó ella más relajada—, y gracias chicos, me alegra que les gustara.

—Gustar es poco —interrumpí yo, mi voz delató lo extasiada que estaba al oírla.

—Quiero aprender mamá ¿me puedes enseñar? —Nos, tarado, nos, olvidó que también me iba a enseñar a mí.

—Tenías razón, Sarahí, el piano era buena idea para que compartan tiempo los tres, yo ya debo irme a hacer unos asuntos, adiós. —Se acercó a mi madre, a mi hermano y a mí dándonos un beso en nuestras frentes antes de marcharse.

—Adiós —respondimos todos menos papá casi al mismo tiempo.

Cuando papá se fue, mamá empezó a tocar nuevamente, pero explicando varias cosas, como las notas musicales. Ella se levantó y sacó del cajón de un pequeño mueble un cuaderno lleno de partituras de música, lo puso encima del piano para explicarnos. Ya era hora de tocar, tocar de verdad y lo mejor posible.

Respiré profundamente cuando ya era mi turno, la canción que iba a tocar era estrellita pues es la más sencilla según mamá. Lo hice con total lentitud y un supremo miedo a equivocarme, cada nota la sentí desafinada y ni siquiera había terminado la canción cuando me resentí y me bajé del piano a sentarme de cabeza en el sillón. Puse mi espalda en el asiento y mis piernas en el respaldo, podía verlos a los dos de cabeza y a mis cabellos negros en el suelo, debía verlos para no llorar de frustración. Mamá volteó a verme, pero justo cuando se iba acercar a mí, mi hermano la detiene.