El diario de Mariel: Fríos los dos, mal solo yo

91 12 6
                                    


(Esto es algo muy serio para poner una canción, perdona Mariel del futuro, sé que amas las canciones)

Cada vez que lo veía era toda una odisea. Él era tan complejo, tan simple, tan odioso, tan perfecto. Por momentos disfrutaba tanto de su compañía, pero por otro lado no lo aguantaba —sí, entiendo que mamá le dijo que debía pasar más tiempo conmigo porque es mi hermano y todo eso, aunque él se lo tomó muy en serio—. ¿Era solo yo la que lo veía así? Vamos, si por mí fuera, hablaría todo el tiempo sobre él solo porque para mí él es más interesante, si no estoy con él mi vida sería muy monótono —no lo digo como si fuera algo malo—.

Pero mi hermano no era normal. Mariel, por favor, recuérdatelo bien cuando releas esto, ¡él no era ni será normal! De acuerdo, no me floreo más y me recuerdo por qué.

Era un viernes por la tarde, todos estábamos en la casa, cuando digo todos me refiero a mis padres, a mi hermano y a mí. Yo estaba en mi cuarto leyendo un libro que papá me había recomendado, se llamaba Ríos profundos —mi padre era gran fanático de la literatura peruana—. Hasta que madre salvaje me llamó.

—¡Mariel! ¿Puedes traerle el diario a tu padre, por favor? —pidió mi mamá a gritos para que la oyera. Agradezco que lo dijera por favor, pero, vamos, yo estaba muy lejos de ella.

—¿¡Donde está!? —pregunté yo con el mismo decibel que ella.

—En el cuarto de tu padre y el mío, búscalo por la cama.

—Está bien.

Guardé la página en la que me quedé del libro y con todas las ganas del mundo —¿sabes que bromeo? ¿no?— fui a donde su habitación.

La habitación era muy limpia, a ellos les gustaba así —hasta ahora me da una flojera tenerla así—. Así que me pareció demasiado raro que algo como un periódico estuviera regado por la cama, porque por lo visto no estaba ahí.

Busqué debajo de la cama, en la mesa de noche al lado de esta y nada, no estaba ese periódico, y no sé por qué, pero recuerdo que en ese instante se me pasó la idea de que, de repente, encontraría un diario que no era de hoy, demonios. Finalmente revisé por los cajones de la mesita de noche, había medicinas, cables, joyas enredadas y perfumes. En otro cajón, más abajo que se abría como una puerta se encontraban papeles de todo tipo.

—¡Bingo!

No bingo, solo eran documentos que parecían del año de ñangué. Cosas tipo, el acta matrimonial de mis padres, mi partida de nacimiento, una receta médica de hace un año, cosas así. Podrían estar los secretos del universo en esos papeles, pero un periódico no. Ya cuando los estaba guardando nuevamente a su cajoncito vi que se me cayó dos hojas.

Por destino, curiosidad, o lo que sea, me animé a leerlas. La primera era el acta de matrimonio de mis papás, por lo que veía era el civil. ¿Habría una firma falsa o algo así? Probablemente, pero eso no me importó. La otra hoja era de color crema y hasta tenía marcas de que se salvó del fuego ¿por qué querrían quemarla? ¿tenía algo malo? Y si querían quemarla ¿por qué no lo hicieron?

Si mal lo recuerdo, decía algo así: "Señores padres de familia: Su menor hijo quizás no le ha mostrado problemas de conducta, pero tras unos exámenes los resultados nos son alarmantes, tan grave es el asunto que podría asegurarles que está desarrollando cuadros de psicopatía por diversos factores que con una visita en persona podría explicarle más a fondo. Aún es muy pequeño para asegurarle tamaño diagnóstico, pero es mejor estar preparados para que la situación de su hijo no empeore. Atentamente Dr. (no me acordé del nombre), psicóloga de la escuela". Genial, le quité toda la seriedad con la que estaba escrita, pero el mensaje está. Yo no debería olvidar cosas como esas.

Mi último deseo [NUD#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora