El diario de Mariel: Disuelta y apunto de desaparecer

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So what you trying to do to me

It's like we can't stop, we're enemies

But we get along when I'm inside you, eh

You're like a drug that's killing me

I cut you out entirely

But I get so high when I'm inside you

[...]

Don't tell no lie, lie lie lie

You can't deny, ny ny ny

The beast inside, side side side

Yeah yeah yeah

No girl don't lie, lie lie lie (No girl don't lie)

You can't deny, ny ny ny (You can't deny)

The beast inside, side side side

Pero me equivoqué, para variar volví a equivocarme. No olvidaré —y no quiero olvidar— cuando mi hermano convirtió para mí un día más de rutina en algo que no creí que pasaría al menos hasta tener los cuarenta. Porque es en esas épocas en las que le agarras melancolía a casi cualquier cosa que tuvo que ver con tu juventud (quizás estoy mal, pero yo pienso así, mi tía Gertrudis no deja de comprobar mi teoría).

Fue un sábado, no recuerdo en qué día o en qué mes (por eso mi necesidad de escribirlo aquí o lo olvidaré todo). Bueno, tal vez exagero, pero siempre que lo recuerdo sé que no es tanto así. Y pensar que todo empezó con un simple toque de puerta.

—Ya voy —respondí.

La manera tan insistente en que tocaba si bien no era de un desesperado, denotaba mucha insistencia tipo "no voy a dejar de tocar hasta que me abras".

Abrí la puerta y era Paulino. Creo que en ese instante pensé que iba llover ante semejante extrañeza.

—Hola María —vociferó con una alegría fingida. De esas que hacen los animadores de fiestas infantiles, comportándose como unos retrasados mentales con los niños. Sí, en algún momento de mi vida sufrí con esos torpes.

—Mariel... —le corregí rodeando los ojos.

—Sí, Mariel, hermana. ¿Sabes? He estado pensando mucho últimamente en cómo ha sido nuestra relación, y la verdad cualquiera que nos ve creería que ni nos conocemos. La cosa es que... bueno...

Su mirada tan sonriente pasó a una elocuente y distraída. Él era de esas personas que te miran a los ojos cuando te habla, y en ese momento prefería mirar el techo o cualquier objeto inanimado antes que a mí. Estaba hasta tartamudeando, lo cual para mí significaba que iba a decir algo malo.

—¿Qué tal si hacemos "las paces" —prosiguió haciendo comillas con los dedos—, o una tregua, como quieras llamarlo y pasamos tiempo de calidad tú y yo? ¿Qué dices? Después de todo eres mi hermana y aunque no te lo diga mucho, te quiero.

Terminó su frase con una sonrisa tan grande y tan falsa. Alcé mi ceja en modo de: "¿es en serio lo que me estás diciendo?" Al menos me alegraba saber que actor él no podría ser —al fin algo en lo que no es bueno ¡hurra! Mi hermano no es un Gary Stu—. Como espectadora desde la puerta de mi cuarto podía asegurarlo.

Mi último deseo [NUD#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora