El diario de Mariel: Solos para mí

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No, no tenía nada mejor que hacer. Y sí, me quedé como estatua, recostada contra la puerta. Incluso con mi oreja rozando la perilla, solo lograba oír monótonos gruñidos. Por supuesto que decían palabras, pero no podría escuchar ni un hola. Nunca me consideré chismosa o al menos un poco curiosa, solo quería saber que pasaba detrás... siempre me importaba todo lo que le ocurría a él.

Pensé que tal vez si me quedaba más rato terminaría entiendo ese tumulto de voces.

—Auch... ay... ay.

Era él. Siempre duele cuando te limpian las heridas, pero era necesario hacerlo o nunca sanarán... ahí es cuando agregaría una linda alegoría, pero estando en modo tarada no se me ocurrió nada.

Al cabo de un rato, como si nunca hubiese querido que se abriera esa puerta, lo hizo de golpe. Casi me caía, sin embargo, dando unos pasos torpes me salvé. Quedé a un costado adormeciéndome por ese impacto.

Paulino fue quién abrió así tan descaradamente esa puerta. En una situación yo ya le estaría gritando hasta de qué se iba a morir por darme prácticamente un portazo, no obstante, el solo verlo me dibujaba una tonta sonrisa en el rostro y una alegría inexplicable. El dolor no desapareció, aunque, si tanto dicen que solo es algo mental, pues entonces así fue y ya.

—¡Hey! —le hablé alzando un brazo—. Espero que estés me...

Detuvo sus veloces pasos y volteó a mirarme. Me miró con un pequeño susto, hasta podría decir que lo estaba fingiendo. Abrió un poco de más sus ojos y se tapó los labios con tres dedos, de tal forma que me mostraba sus uñas. Todo eso me interrumpió y como si hubiera entendido el mensaje —por supuesto que no fue así— reflejé esa acción cubriendo mis labios también, pero con el dorso de mi mano en puño se mi abierto, igual de asustada como él.

Dejé que siguiera sus pasos hacia su cuarto. Esta vez eran más lentos... al menos le bajé la ira ¿no? Sé lo frustrante que ha de ser para él ser demasiado frágil. Lo contemplé hasta que cerrara la puerta de su cuarto y aún estando de espaldas para mí se notaba que todavía tenía los dedos en sus labios. Yo no dejaría de hacerlo si él no lo hacía. Terminó con la cabeza cabizbaja, pero yo dudaba mucho si era en verdad por tristeza, seguro tenía tantas cosas en mente igual que... no. Su mente siempre fue y será un enigma para mí y nunca me acercaré a eso, mejor dejaba de intentarlo.

En un fin de semana, cuando mi hermano se encontraba en la calle practicando algo, me atreví a acercarme a mamá a comentarle una cosa

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En un fin de semana, cuando mi hermano se encontraba en la calle practicando algo, me atreví a acercarme a mamá a comentarle una cosa. No recordaba cuáles fueron mis divagueses en aquellas noches entre esos días, sin embargo, sí me acordaba de la conclusión en la que llegué: ¿Y si solo hacía una tormenta en un vaso de agua? ¿Y si todo siempre estuvo bien?

Mamá limpiaba su habitación —no creía que tanto desastre sería por curarlo a Paulino ¿cierto?— y sé que en el fondo no me prestaría su atención al cien por ciento. Si algo bueno podía sacar de eso sería que, en busca de responder rápido, no planearía una mentira piadosa y me diría la verdad de frente.

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⏰ Última actualización: Aug 07, 2018 ⏰

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