Los orbes chocolate de Satoshi no paraban de temblar. Había cruzado la mirada con una exactamente igual a la suya. Ahí estaba, ahí estaba su hermano Ash.
- Maldito, ¿Me seguiste? ¿Cómo es que sabías donde estudio?
- No lo sabía. Yo también estudio aquí – se cruzó de brazos – Así que, como si no tenías suficiente con mirarte al espejo y ver tu rostro, que vas a tener que verlo doble.
- ¿Qué te crees? ¿Qué me das miedo? Yo no me achanto con nadie – dijo encarándole.
- Bien, porque me tienes que contar por qué te hiciste pasar por mí, pero sobre todo, por qué diablos tenías que hacerle daño a Serena. Fíjate que eso no lo voy a consentir. Me las vas a pagar, Satoshi, pero bien – lo sujetó del cuello de su camisa.
- ¡Déjame! Esa niña iba buscándolo. Y si no llega a ser por vete tú a saber quién, anoche mismo hubiera sido mía. ¿Qué te parecería eso? ¿Qué esa preciosa chica hubiera estado en mis brazos, que hubiera sido yo el primero en estar con ella en vez de tú? Claro, que ella, tan ilusa, creyéndose que eras tú – empezó a reír – No me puedo creer que de verdad se creyera tal cosa.
Ash estalló y le dio un puñetazo a Satoshi, que lo hizo caer al suelo. Este, se levantó de golpe, para defenderse.
- ¿Se puede saber qué haces desgraciado?
- ¡Desgraciado tú! Eso era por Serena. No permitiré que un poco hombre cómo tú intente volver a hacerle daño, porque antes, tienes que pasar sobre mí.
- ¿Eres su guardaespaldas o qué?
- De quién sea, por tal de protegerla, sobre todo, de alguien cómo tú. ¿Cómo la conociste?
- Ella me encontró y me confundió contigo. Y ella creyó que eras tú – volvió a reír. – Lastima que no conseguí divertirme un poco.
- ¿Se puede saber por qué eres tan miserable? – trataba de controlarse Ash.
- Se me presentó la oportunidad, sólo eso. – se encogió de hombros – Veo que no perdiste el tiempo en el orfanato, ¿eh?
- Cállate. Qué te importa. Y más te vale no acercarte nunca más a Serena, ¿oíste?
- ¿Es que tú me lo vas a impedir?
- ¡Por supuesto!
- Cómo si no pudiera tener a cualquier chica que me apetezca.
- ¿Cómo puedes ser tan miserable, hablando así de las chicas?
- Déjame en paz. Por cierto, a ver cómo solucionas ahora lo de tu Serenita, porque cómo que no va a querer acercarse a ti nunca más – reía.
- Te voy a delatar delante de ella. Me encargaré de eso.
- Hazlo. Somos iguales. ¿Quién te dice a ti que no fuiste tú y me culpas a mí? – dijo desinteresadamente.
- ¿Eres idiota? Sabe tu nombre. Además, ya me encargaré yo que sepa qué clase de tipo eres. No me puedo creer que llegaras a ser así. – Satoshi sonrió.
- Oí suficiente. No tengo más ganas de perder mi tiempo contigo. Fue divertido jugar con tu Serena, espero poder hacerlo más veces.
Ash se iba a abalanzar por lo último dicho por Satoshi, pero de pronto alguien más apareció. Ahí estaba Serena, que había oído toda la conversación. Sintió su cuerpo estremecerse al ver a los dos hermanos, tan iguales, tan idénticos.