Serena entró a su casa muy feliz. Se sentía flotando en una nube. Se había reencontrado, después de varios años, con Ash, y la había invitado a una fiesta. ¿Eso contaba cómo primera cita?
Subió corriendo las escaleras, sin saludar si quiera a su madre, que se encontraba en la cocina, y fue directa al armario. Tenía que elegir una buena vestimenta para esta noche. Puso toda su ropa sobre la cama y empezó a probársela, hasta que por fin encontró una que le gustó.
Su madre, al oírla llegar pero no saludarla, subió preocupada para saber si le pasaba algo.
- Serena hija, ¿te encuentras bien? – abrió la puerta, encontrándose con todo un arsenal de ropa extendida por todas partes – Pero ¿se puede saber qué es esto?
- Bueno, es que me reencontré con Ash, y me invitó esta noche – dijo pegando pequeños saltitos.
- ¿Ash? ¿Ese es el chico con el que estabas en el orfanato? – ella asintió - ¡Vaya! Entonces es fabuloso que te volvieras a encontrar con él. ¿Y a dónde irán?
- Me invitó a una fiesta – Grace puso cara extrañada. – Puedo ir, ¿verdad mamá?
- ¿Una fiesta? ¿Desde cuándo te gustan ese tipo de eventos?
- Y no me gustan... Pero es que Ash me invitó, por lo que por eso quiero ir. ¿Me dejarás?
- Bueno, habla luego con tu padre. Pero ten mucho cuidado.
- ¡Gracias mamá! – la abrazó.
- ¿Y ya decidiste la ropa? – Serena asintió.
- Sí. Es esta. ¿Te gusta? – dijo mostrándosela. La mujer sonrió.
- Está muy linda. – Serena sonrió feliz.
Satoshi llegó también a su casa. Soltó su mochila en la entrada y fue para subir a su habitación, pero su madre le habló.
- Satoshi, ¿por qué no saludas cuando llegas a casa?
- Perdón, es que tengo un poco de prisa, quedé con unos compañeros de clase y después me voy a una fiesta.
- ¿Otra fiesta? Es la tercera esta semana - gruñó la mujer - ¿Es que no te cansas?
- No tengo culpa que sea tan popular. Si me invitan, tendré que ir – se encogió de hombros.
- También puedes negarte, pero sólo haces eso. ¿Desde cuándo cambiaste tanto? – Satoshi se quedó callado – Tú nunca fuiste así, cambiaste desde que te juntas con esos amigos tuyos, hijo.
- Yo no cambié. Sigo igual – miró su reloj – Me tengo que ir mamá, me están esperando en el centro. Puedes acostarte, no sé a qué hora regresa.