Hago chas y aparezco a tu lado

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*Marco*

Aquella semana había hecho la compra seis veces. Un par de veces el lunes, la mañana del martes, la tarde del miércoles y dos veces el jueves, que jueves era el día que la vi por primera vez. El viernes me di por vencido. Siendo sensato, la probabilidad de acertar con el día y la hora a la que ella podría ir a comprar era baja, pero me di cuenta de que se me estaba complicando la historia cuando entre la compra aparecieron los números de teléfono de un par de chicas del supermercado. No andaba buscando una relación ahora mismo, mi máxima prioridad era centrarme en mis entrenamientos, en demostrar que puedo aportar mucho al juego del equipo y ganarme la titularidad. De todas formas, y por lo que pudiera pasar, guardé los números de teléfono en un cajón y me planteé averiguar quiénes eran las dueñas... Por si acaso y porque nunca se sabe.

- ¡Es que es como tratar de encontrar a Wally en el Calderón! - Dije desesperado y en voz muy alta.

Automáticamente Morata, Nacho, Lucas e Isco estallaron de la risa, haciendo que todo el mundo se girase a mirarnos asustados. Nos hallábamos concentrados en un lujoso hotel de Madrid y aunque nos habían dicho que a las 4 puntuales en el hall para que el autobús que nos llevaba al Bernabeu no tuviera que esperar colapsando la entrada, todavía faltaba gente por bajar y no tenía pinta de que fueran a aparecer en breve.

- ¿Qué? ¿Qué os hace tanta gracia? - Dije con fastidio

- ¿Todo? - Me respondió Isco. - La coña del Calderón ha tenido lo suyo por muy vieja que sea, aunque con el cambio de estadio vas a tener que actualizar la broma en breve... Pero el que en algún momento creyeras que la ibas a encontrar por pasarte el día en el supermercado, tiene mucha tela. Yo que tú me habría apalancado en la zona de acampada para hacer guardia. Entre las sillas de jardín y las tiendas de campaña tenías el apaño hecho.

En plena algarabía por mi desafortunada idea se abrió la puerta del hotel y vi entrar a una chica que físicamente podría ser ella. Con su mismo color de peso, su mismo tono de piel y más o menos misma complexión. Vestida con una elegante falda de tubo, una camisa blanca, unos zapatos de salón negros y altos y un bolso de Chanel. Fuera de imitación o no el bolso, era la versión ejecutiva de la chica del centro comercial.

- Pues la chica del centro comercial es parecida a esa, la que está apoyada en la recepción.

Los cuatro se giraron descaradamente para mirarla. Creo que solo lo podían haber hecho más descarado si les hubiera pedido amablemente y por favor que miraran con discreción. 

- Bueno, la verdad es que esa no está tan mal. No es una top model pero es mona y se la ve que algo de deporte hace.

No sé quién dijo la frase porque a medida que cada palabra sonaba ella se giró, con una tarjeta en la mano y como si estuvieran pasando una película en slow motion y a la par que se quitaba las gafas de sol, la reconocí. Tardé en reaccionar viendo cómo iba en dirección al ascensor.

- Es ella. - Dije con cara de pasmado.

Me miraron por un segundo, se volvieron a girar descaradamente y con suma tranquilidad Isco soltó...

- Oye, Marco, vaya por delante que no acabo de entender tu fijación con alguien de la que no sabes absolutamente nada. Pero vamos a suponer por un segundo que lo entendiera. ¿Por qué sigues aquí sentado? ¡Corre!

Y eché a correr atravesando el hall entre la gente mientras veía cómo las puertas de cristal del ascensor se cerraban lentamente con ella dentro. Entonces grité "¡Espera!" y ella, que tenía la cabeza agachada consultando su teléfono, levantó la vista. Como si se hubiera bloqueado como yo, tardó un segundo en reaccionar y lanzarse contra el botón para tratar de abrir la puerta. Pero falló y su bolso se volcó. Parte de sus cosas cayeron en el interior del ascensor y parte fuera. Por tratar de que su móvil no cayera al suelo, no consiguió apretar el botón a tiempo y solo pude ver cómo el ascensor se elevaba y ella me observaba alejándose una vez más.

Pero esta vez no iba a rendirme. Recogí del suelo su cartera, la funda de las gafas de sol y un pintalabios rojo, esperé a ver  en qué piso se había parado el ascensor y salí corriendo escaleras aarriba. Oí a Morata gritar mi nombre y perdí el aliento subiendo hasta el cuarto. Volteé la cabeza a ambos lados del pasillo y estaba desierto. La había perdido otra vez... ¿Seguro que había parado en el cuarto? Bajé de nuevo por la escalera un poco desanimado y fui a hablar con una de las tres trabajadoras que estaban en la recepción del hotel.

- Perdona, a una mujer se le ha caído esto y me gustaría devolvérselo. ¿Me puedes indicar cuál es su habitación?

- No puedo darle información personal de los huéspedes del hotel, pero si me entrega sus cosas, yo misma se las haré llegar enseguida.

- Ya, pero prefiero entregárselas personalmente.

- Lo siento, caballero, pero no puede ser. Son las normas del propietario y es comprometer mi puesto de trabajo.

- Si le dejo una nota, ¿Se la puedes hacer llegar?

- Por supuesto, caballero. Le proporciono un papel y un bolígrafo.

Abrí la cartera, miré el DNI y la volví a cerrar. "Tengo tus cosas. Llámame y vemos cómo te las puedo devolver. M. Asensio". Escribí mi número de móvil, doblé la nota a la mitad y escribí su nombre completo.

- Gracias señorita, muy amable.

- A usted. Que tenga un buen día y ¡Hala Madrid!

La sonreí con desgana y pensé que ya podía haber sido más simpática y haberse saltado la norma para hacerme un favor. Cuando me sosegué, no solo vi lo egoísta que habría sido eso, haciendo peligrar su trabajo por mi capricho, sino que observé que ninguno de mis compañeros estaba ya en el hall del hotel.

Salí corriendo a la calle y allí me estaba esperando el autobús, con mi entrenador en la puerta del mismo fulminándome con la mirada. Entré cabizbajo y le escuché decir "Ahora sí estamos todos. ¡Vámonos!".

- Te la vas a cargar, Asensio. - Me dijo Isco por lo bajo.

- Sí, bueno, pero mira lo que tengo. - Le contesté mostrándole el DNI

- Pues creo que ese color de labios no te va a favorecer nada de nada. - Añadió Morata

- ¿A mí qué tal me iría? - Irrumpió Nacho.

- Bien, yo creo que va más con tu tono de piel. - Se metió también Lucas.

- Definitivamente sois idiotas. - Dije poniendo los ojos en blanco.

Y el autobús atravesó la Castellana en dirección al estadio entre una horda de seguidores uniformados con la camiseta del club que, una semana más, venían a dejarse la garganta y su ilusión en animarnos. "Cabeza fría y a por ellos, Marco. Esta afición lo merece", pensé profundamente. 




Dos líneas paralelasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora