Vuelta a casa

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*Irene*

Entro en casa con cara de fastidio y dejando caer pesadamente las maletas tras de mí mientras cierro puerta con un golpe de espuela de mi pie derecho. Con lo a gusto que estaba yo en el hotel, sola... bueno, más o menos sola... Y otra vez en casa.  Una casa invadida de gente... Resoplo fuertemente y me autoengaño para poner una sonrisa estupenda fingiendo que como en casa, en ningún sitio.

- Familia, ya estoy aquííííííííííííííí

Veo a mi cuñado asomar la cabeza por la puerta del salón y soltar un...

- Bien, Carol Anne, pues sigue la luz.

Ruedo los ojos para ponerlos en blanco y acabar dislocando mi cuello sobre mi pecho... "Definitivamente este tío es gilipollas" - pienso y la verdad que me quedo con ganas de decirlo en voz alta, pero me contengo.

- Papá, la tía se llama Irene, no Carapan - Dice Fer inocentemente mientras toda mi familia estalla en risas que me atraen hacia el salón.

- No, cielo, Carol Anne es la niña de la película de los sustos del otro día. ¿Te acuerdas? - Le ilustra mi cuñado con dulzura.

¡¡¡Wait, wait, WAIIIIIIIIIIIIIIIIIIIT!!!

- ¿¡Has dejado al niño ver Poltergeist!? - Me escandalizo - ¡Solo tiene 3 años!

No necesito la respuesta de mi cuñado. Él simplemente se encoge de hombros mientras Fer se echa a llorar. Vamos, que eso es un sí.

- Creo que me voy a echar un rato. Estoy agotada - Miento, pero es que ahora no me apetece decirle qué opino al respecto de ese tipo de cosas.

Al escucharme, mi hermana entra en el salón nerviosa...

- Espera, Irene, tenemos que contarte algo...

- Ahora no, más tarde me cuentas lo que quieras. Solo quiero tumbarme un rato...

- Pero es que...

- Nada, más tarde me dices

- IRENE, NO ENTRES... - Mis ojos se cristalizan cuando abro la puerta de mi habitación -  ahí... - Mi hermana completa la frase rascándose la nuca.

- ¿¡PERO QUÉ DEMONIOS HA PASADO AQUÍ!?

Fer se abraza a mis piernas y me dice que "ha sido cosa de Jiménez". ¿Quién diantres es Jiménez? ¿El demonio de Tazmania? ¿Y qué ha hecho con mi habitación?

La visión de mi ropa esparcida por el suelo, peluches volcados y algunos hasta magullados, el escritorio destartalado... Poco a poco se me van saliendo los ojos de las órbitas y mis manos se entierran en mi pelo al ver una estantería volcada, con las baldas caídas y cerca de 80 CD rotos y desperdigados. Estoy sin habla, no sé qué decir...

Fer levanta los brazos llamando mi atención y mi expresión de odio se transforma al ver entre sus manos una bola de pelo marrón y blanca de poco más de 500 gramos de peso. ¿Algo tan pequeño ha podido hacer todo esto?

- Jiménez quiere que le abraces, tita - Y se me acaba de partir la poca alma que quedaba por quebrarse en mí

Tomo entre mis brazos al diminuto gatito y simplemente pienso que ya arreglaré ese desaguisado más tarde.

- Lo encontramos en la calle. Estaba solito. Como papá dice que necesitas muchos gatos porque te vas a quedar sola, pues te lo hemos traído. ¿A que es guapo?

Fulmino nuevamente a mi cuñado con la mirada mientras él se aleja de mí silbando como si la cosa no fuera con él.

Suena mi teléfono móvil, sonrío y descuelgo.

- Hola. Sí, quedamos tal y como habíamos dicho. 18.00 en el mismo bar. Ok. Hasta ahora.

Fer me mira maravillado.

- ¿Qué? - Le inquiero

- Qué guay. Hablas como James Bond.

- Recuérdame que tenga una charla con tu padre sobre las cosas que deberías y no deberías ver en la tele.

Beso su cabeza, dejo las maletas en la habitación y cambio la cama por la ducha. Total, ahí no hay forma de hacer vida.

Son las 18.10 y, para variar, llego tarde. Debo decir que no es para nada culpa mía, pero en este barrio es un infierno aparcar. Siento cierta culpabilidad de todas formas, no me gusta que me esperen. Mi pesadumbre se apaga cuando escaneo el local y compruebo que Marco no ha llegado. Tras pensar un rato pido un bocadillo de jamón y una coca cola, ya que me cuesta acabar el entrenamiento entera si no meriendo algo antes. 

Me siento en una mesa cerca de la ventana y empiezo a imaginar las historias de la gente que pasea frente a ella. En ocasiones siento envidia de las cosas que estoy inventando y fantaseo con una vida mejor que las de ellos... O al menos igual de buena. Tamborileo con mis dedos sobre el tablero de la mesa y miro constantemente el reloj. 

El teléfono está frente a mí, inmóvil, en completo silencio. Ni una sola notificación, ningún mensaje, ninguna llamada... Compruebo de forma continua mi reloj y mi cobertura. Pido otra coca cola. "A ver si se me ha caído la conexión de datos" - pienso y busco la palabra "hola" en Google. "¿Se ha casado esta? Pero quééééééé fuerte" - es lo primero que se me ocurre cuando me salta la portada de la prensa rosa en el buscador.

Mi conexión funciona, tengo cobertura, no tengo nada más. ¿Dónde estás, Marco?

Siendo las 19.45 me levanto de la mesa, triste y preocupada. ¿Qué se supone que ha pasado ahora? Me acerco a la barra y pago mi consumición en monedas. El importe exacto. Quiero creer que si alargo el momento contando innecesariamente toda la chatarra que llevo en el bolsillo, va a acabar apareciendo por la puerta. Pero no, no ocurre. Cuelgo mi mochila sobre mi hombro y avanzo cabizbaja en dirección al polideportivo.

Casi cuatro horas después, chorreando de sudor, consigo llegar a casa, muerta de hambre y cansada como nunca. Mi tobillo sigue resentido y dolorido, pero no tanto como la sensación de agobio que me produce que me hayan dejado plantada sin un aviso, sin una explicación... ¿le habrá pasado algo?

- Oh, sí, claro, no es que pase de ti, es que seguramente haya sido secuestrado por extraterrestres y se le haya hecho un poco tarde... ¡Qué estúpida eres! ¿Pero a ti qué más te da? Es el novio de tu amiga. ¿En qué estás pensando? - Miro mi reflejo en el espejo del baño y mi humor se relaja como queriendo darme falsas esperanzas a mí misma - Bueno, a ver, novio novio tampoco, ¿eh? Que sepamos solo han quedado un par de veces... Y Ana con la bocaza que tiene, si fuera algo serio ya te habría informado.

- ¿Irene? - toca mi madre a la puerta - ¿Hay alguien contigo ahí dentro?

- No, mamá, tranquila, estoy hablando sola -  o quejándome más bien.

- Cariño, ¿Te hago algo de cenar? Es muy tarde.

- No, mamá. Me voy a duchar y a dormir, estoy agotada.

Y así fue. Me duché, me acosté y decidí no pensar más en el asunto...

Mentira...

Dos líneas paralelasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora