Ahora, a esperar...

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*Marco*

- Se llama Irene, tiene 32 años y según su tarjeta de visita es ingeniero industrial. Vamos, que no se llama Miriam, no tiene 35, no es profesora... Y en definitiva, no has dado ni una - Rio Isco mientras revolvía la cartera. 

- ¿Has visto esta foto? Igual tiene un niño - Dijo Lucas profundizando un poco más en los compartimentos. - Por lo demás, 50 euros, una tarjeta de crédito, varias tarjetas de puntos de gasolineras y centros comerciales, DNI, carné de conducir... Y esto que no sé lo que es.

Cuando escuché la palabra niño y pensé en que podría ser madre, hundí la cabeza en mi taquilla. Eran una extraña combinación mis cosas de aseo junto a su pintalabios. Igual también está casada. Como si me hubieran escuchado pensar, Isco prosiguió.

- Casada no está, porque eso que no sabes qué es, es una tarjeta médica y el contacto de emergencia es su padre.

- ¿Cómo sabéis que es su padre? - Pregunta Morata metiéndose en la conversación.

- Fácil, el nombre coincide con el del padre según el DNI y el apellido es el mismo que el de ella. Blanco y en botella...

- Joder, tío. Este verano cuando hagamos la pretemporada en Estados Unidos, aprovecha y hazte unas prácticas en el Pentágono. Que el fútbol nunca sabes cuándo se puede acabar y tienes un don para el servicio de inteligencia-  Ríe Nacho con la perspicacia de Isco.

- ¿No puede tomar ni ibuprofeno, ni paracetamol? Pobrecilla. ¡Qué duro! - Soltó Lucas  

- ¿Y si no llama? - Espeté sin disimular mi preocupación.

- Llamará. Hay cosas de esta cartera que no son fácilmente sustituibles y además es sábado. No puede estar sin todo esto, todo el fin de semana - Añade Morata pasando su brazo sobre mis hombros tranquilizándome.

Mientras íbamos a la ducha comencé a arrepentirme de haber dejado la nota. Tenía que haberle dejado sus cosas en recepción sin más. La he dejado sin dinero, sin tarjetas... Sin nada.

- ¡Asensio, te suena el teléfono!

Volví corriendo a la taquilla tratando de no resbalarme con las chanclas.

- Es ella

- ¿Cómo lo sabes si no has contestado todavía?

- Copié el número de la tarjeta de visita en mi agenda tal y como la encontré.

En ese momento creo que no solo los enterados, sino que todo el vestuario me miró y puso los ojos en blanco a continuación. Me aproximé a la puerta de entrada dando la espalda a todos y contesté en el tono de voz más bajo a la par que audible que pude poner.

- ¿Hola?

- Creo que tienes algo mío - Escuché al otro lado.

- ¿Y tú quién eres? - Dije haciéndome el interesante y tratando de disimular que ya lo sabía incluso desde antes de descolgar.

- Perdona. Soy Irene, la torpe del ascensor. Me dieron tu nota en el hotel.

- Ah, sí, hola. Sí, aquí tengo tus cosas. Una cartera y una funda de unas gafas de sol.

- ¿Un pintalabios no?

Dudé un segundo sobre si devolverle el pintalabios o no. Solo tenía que fingir que no lo tenía yo. Pero bueno, bien pensado, ella lo necesitaba y yo para qué quería un pintalabios.

- Sí, sí, eso también lo tengo.

- Menos mal, porque no es barato - Y la escuché reír con cierto alivio.

Ambos nos quedamos en silencio por un momento y la recordé como el primer día, llorando y fingiendo que estaba riendo. ¿Cuánto de real habría en ese alivio? ¿Cuánto no? Prosiguió.

- No sé si te parecerá que tengo mucho morro, pero es que no tengo cartera y eso me dificulta moverme por la ciudad. Como sabes en qué hotel estoy, me lo podrías acercar aquí. Porfiiiiiiiiii. 

Alargó la i hasta un punto que su ruego me pareció adorable y carraspeé, intentando que lejos de notar que me había derretido con esas dos sílabas, pareciera que le estaba haciendo un favor.

- Hmmmm. De acuerdo. Pero estoy un poco cansado y me gustaría no llegar demasiado tarde. Si puedes estar a las 23.30 en los sofás del vestíbulo del hotel, te lo agradezco.

- Sí, sí, gracias. Ya que me haces el favor... - Había colado, pensé.

Sonriendo con absoluta despreocupación y algo de satisfacción de más, guardé mi móvil en la taquilla y me dirigí a las duchas.  Debía estar reflejando cierta soberbia porque al aproximarme a mis compañeros rápidamente asociaron lo que acababa de pasar.

- ¿Y bien? - Eleva Nacho las cejas intermitentemente con picaresca.

- A las 23.30 en los sofás del vestíbulo del hotel - Respondí con marcados hoyuelos provocados por una sonrisa que no me cabía en la cara.

- Sea lo que sea, a mi no me llames a las tantas otra vez para contármelo. Espera a mañana, por favor, o van a matarme - Suplicó Lucas.

Reí reviviendo aquella ocurrencia mía de madrugada y volví a sentirme culpable por aquello. Abrí el grifo y dejé que el agua me abrasara. Estaba agotado y me merecía disfrutar de aquella ducha con calma por mucho que hubiera quedado. Total, hasta que no estuviéramos todos, el autobús no salía y todavía tenía que ir a por mi coche.

Conduje hasta el hotel, aparqué y un poco sobre la campana me desplomé sobre aquellos sofás de nuevo. Estaba mucho más cansado de lo que creía, sí.

- ¿Marco Asensio?

Escuché tímidamente a mi espalda y, aunque no la reconocí como la voz de Irene, me giré hacia ella con una sonrisa en la cara. Efectivamente, no era ella.

- Hola. Mira, no quiero ser desagradable, pero estoy esperando a alguien.

- Sí, a mi - Contestó aquella chica con seguridad.

Aquella respuesta me descolocó un poco, primero porque no tenía ni la más mínima idea de quién era aquella chica y segundo porque me quiso sonar a que la conversación iba a seguir por "tú no sabes quién soy, pero soy la mujer de tus sueños y blablabla". Sinceramente, no sabía cómo librarme de aquella conversación si finalmente pasaba así y estaba demasiado cansado para pensar en ello. La miré en silencio con cierta desgana pensando en cómo salir de aquella situación. Me interrumpió.

- Soy Ana y soy amiga de Irene. He venido a buscar las cosas que teóricamente ibas a devolverle.

- ¿Y por qué no ha venido ella? - Dije sin disimular demasiado que aquella encerrona me había resultado incómoda de más.

- Está arriba, en su habitación. Se ha caído de los tacones y la hostia ha sido tan legendaria como su torpeza. Mejor no preguntes. 



Dos líneas paralelasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora