*Irene *
Muevo nerviosa el móvil en mis manos. ¿Debería llamarle? Dije que le llamaría más tarde, pero la situación se ha descontrolado tanto que igual ya está dormido. ¿Pero y si no lo está? El sueño me agota, pero si ya me he tirado una vez a la piscina, ¿por qué no dos?
Me sorprende que en apenas dos tonos me responde.
- Vaya, pensé que te habías olvidado de mí.
- No seas tan sentido, Asensio, no te pega.
- Eso me ofende - Miente casi peor que yo.
- Lo que sea. ¿Estabas dormido?
- Estoy en la cama y ya estaba a punto de dormirme, pero me he liado viendo una serie. Yo también soy de los de "uno más y a dormir"
Me río por dentro porque a mí me pasa igual. Suspiro por un momento, dejándonos me escuche exhalar el aire, buscando que el valor salga de donde lo tenga escondido y me deje soltar la siguiente frase.
- ¿Quieres salir a dar una vuelta?
- ¿Cómo? Son las... - Hace una pausa que, intuyo, es para apartarse el teléfono de la oreja y mirar la hora - Casi las 5 de la mañana.
- Ya, bueno, ¿y?
- No seas aburrido, un paseo cortito. Paso a buscarte.
- Oh Dios, una mujer va a pasar a buscarme a las 5 de la mañana para ir a pasear. Si no es lo más raro que me ha pasado nunca es lo más raro que me ha pasado en mucho tiempo.
- No te hagas el interesante. ¿Sales o no?
- De acuerdo. Pero date prisa, que igual me quedo dormido.
- Ahora te veo. Mándame la ubicación.
Cuelgo el teléfono y me quedo mirando al techo unos segundos, pensando en lo que acabo de hacer y felicitando a mi yo interior por haberle echado coraje por una vez... Cierro los ojos y me da la sensación de haberme dormido.
Con la sensación de ir pisando sobre un suelo hecho de algodones bajo las escaleras del portal. Tengo la sensación de que las luces de la escalera deslumbran más de lo normal y que me duele la cabeza pero no noto dolor.
Me subo en el coche y abro la ubicación que me ha dado. Conduzco sin prisa pero el camino se me hace demasiado corto para lo largo que se me debería hacer con los nervios que tengo. Voy a sacar a Marco de su casa de madrugada para ir a pasear y ni siquiera sé lo que quiero decirle.
Aparco el coche unos metros más lejos de la ubicación que me ha dado y le envío un mensaje indicándole que ya puede bajar. Rezo y ruego porque no se haya dormido y haya hecho el camino en balde.
Salgo del coche y miro a ambos lados de la calle. Camino nerviosa por la acera y empiezo a pensar cuál es la forma más adecuada de esperarle. Finalmente me apoyo en el coche y finjo mirar las publicaciones de instagram para que no se note demasiado que se me va a salir el corazón por la boca. Intuyo finalmente alguien que se acerca y sé que es él, pero sigo sin levantar la cabeza de la pantalla, haciéndome ahora yo la interesante.
- Hola - Le escucho decir y sonrío con la cabeza agachada. Respiro hondo, pongo un semblante más serio.
- Hola - Le contesto por fin mirándole y como si no me hubiera tirado ya bastante a la piscina decido besarle. Un beso corto, un saludo que, dada nuestra situación no es lo más adecuado. Por primera vez en el día suplico que por favor la piscina tenga agua.
Me mira desconcertado y mudo durante segundos que, ahora sí, me parecen eternos. Cuando estoy a punto de arrancarme con una disculpa, de pedir que la tierra me trague, de salir huyendo corriendo o haciendo la croqueta, como si no tuviera mi coche a la espalda como una opción mejor, abre la boca.
- No deberías haber hecho eso, Irene.
Mierda, la he cagado. Soy tan estúpida... Si no tuviera el muro que separa la calle de su urbanización a tres metros me lanzaría de cabeza contra él repetidas veces hasta quedarme inconsciente. Agacho la cabeza en señal de derrota y le escucho decir...
- Devuélvemelo.
Marco me toma de la barbilla suavemente levantando mi cabeza para que lo mire. Es tan bonito, tan de película, tan idílico... que creo estar soñando. Y me besa. Un beso largo, tierno y sincero.
Deslizo mis brazos alrededor de su cuello y el acaricia mi cara hasta que un alarido fuerza que el momento de ensueño se rompa. Sí, ha tenido la mala suerte de ponerme las manos sobre uno se los múltiples moratones que tengo en la cara y el dolor no me ha permitido nada distinto a emitir una sonora queja.
Se aleja de mí sorprendido, como no sabiendo qué me ocurre y es cuando repara en que algo no va bien. Toma mi mano y me arrastra hasta que una farola ilumina por completo mi cara. Sus ojos muestran algo parecido a horror al darse cuenta de mi estado. No articula palabra.
- Mañana te lo explico, ¿Vale?
Asiente en forma mecánica y no hace preguntas al respecto. No sé si por respeto a mi petición o debido al shock que le haya podido producir.
- ¿Prefieres pasear o quieres subir a casa?
Pienso por un momento y elijo la segunda opción.
Al entrar me muestra el salón y me pide que me siente en el sofá. Al momento vuelve con una bolsa de guisantes congelados y ya con la luz de la casa repara en que no sólo hay golpes en mi cara.
- No sé si tengo congelados para tantos moratones, pero te puedo ofrecer Trombocid.
Me río y parece como que eso le tranquiliza un poco pero sigue sin hacer preguntas. El silencio se vuelve incómodo por momentos.
- Irene, ¿Necesitas algo?
- No, solo que me abraces.
Se sienta junto a mí en el sofá y me abraza, acaricia mi pelo con suavidad y cierro los ojos sintiéndome protegida de verdad.
Cuando abro los ojos de nuevo estoy tumbada en mi cama, con el móvil en la mano y con una extraña sensación parecida a la resaca. Me estalla la cabeza, tengo revuelto el estómago y siento dolor en mis articulaciones.
Miro el reloj y entro en pánico. Me levanto de la cama apresurada y comienzo a vestirme rápidamente. Corro a la cocina a hacerme un café. El estruendo provocado por mis torpes movimientos hacen que mi padre se asome por la puerta de la cocina, con cara de muy pocos amigos y reflejando un asombro fuera de lugar.
- Irene, ¿Qué se supone que estás haciendo?
- Papá, no tengo tiempo. Llego tarde a trabajar.
- Creo que deberías volver a acostarte. A menos que tu empresa ahora abra los domingos.
- ¿Domingo? ¿Hoy es domingo? ¿Qué ha pasado con mi sábado?
- Lo has pasado durmiendo. Eso ha pasado.
Miro el calendario de mi teléfono y efectivamente es domingo. Me cuesta salir de mi asombro.
- Venga, vuelve a la cama. Te avisamos para comer.
Pesadamente vuelvo a mi habitación y me dejo caer contra el colchón.
Si nada de esto ha sido real, creo que entonces Marco necesita una explicación.
Cojo el móvil y reparo en que tengo un mensaje suyo del sábado por la mañana.
¿Va todo bien?
Definitivamente, nada va bien.
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Dos líneas paralelas
Fiksi PenggemarSinopsis: Tan simple como cruzarse una tarde y pasar toda una vida intentando volver a encontrarse. Marco es un joven futbolista que, con esfuerzo y disciplina, lucha cada día por ganarse la titularidad en el equipo más laureado de la historia. Tien...