4.

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—No fue su intención —Dijo Woojin, mientras ambos fingían ver la televisión. Daniel perdido en cualquier tema ajeno al programa que se transmitía, y Woojin más preocupado en su hyung que en la poca cultura general que tenían los participantes.

—No sé... aunque supongo que me lo merezco.

El pequeño se cambió de sofá y se sentó con las piernas cruzadas a un lado de él.

—¿Te duele mucho?

—No.

Entonces, Woojin pinchó su estómago, y tal como sospechó, Daniel dio un respingo, a la vez que soltaba un gemido.

—Te duele, mentiste.

—Bueno, no tanto... —Espetó con fastidio, cual niño cuando es descubierto por su madre, y es reprendido por ello.

El pequeño rodó los ojos y sacó una pomada de su camisa. Daniel lo miró confundido.

—¿Ahora eres Doraemon? —Bromeó.

Ambos rieron, Daniel sorprendido de que Woojin hubiese entendido el chiste, tal vez porque aún le costaba creer que alguien como él, alguien quien nadie podía ver, estuviera tan familiarizado con el entorno que lo rodeaba.

La televisión pasó completamente a segundo plano, las voces de los presentadores y de los participantes quienes trataban de adivinar cierta pregunta sobre el espacio, solo eran detectados por sus odios como simples murmullos.

Woojin levantó la camisa de Daniel y empezó a aplicar la pomada en su abdomen, la contextura fría y mentolada sobre su piel cálida, haciéndolo saltar varias veces. A media que los minutos pasaban, los círculos que dibujaba Woojin con sus dedos, empezaron a tener cierto efecto relajante, ocasionando que el castaño se recostara aún más sobre el sofá, sus pies estirados aún más sobre el tapete verde que había en la sala de estar.

—Terminamos —Dijo el menor con una sonrisa satisfactoria en su rostro, probablemente la sensación de haber sido de ayuda para Daniel.

El más alto quiso agradecerle, sin duda se sentía mejor; el ardor que no había cedido a pesar de bañarse con agua fría, ya no se encontraba presente, pero antes de decir alguna palabra, alguien tocó la puerta.

Cuando abrió encontró al dueño del edificio mirándolo con el ceño fruncido, estaba molesto y Daniel sabía perfectamente porqué.

—Señor Jung... —Dijo pasando su mano sobre la parte trasera de su cabellera castaña.

—Tú —Dijo entre dientes, el ceño más fruncido que antes —¿Cuándo me vas a pagar? ¡Un mes y medio y aún no me pagas! Ya no puedo seguir aplazando la cuota. Daniel, si mañana no...

—Lo tendré mañana, discúlpeme —Se apresuró a decir —He tenido que pagar algunas cosas en el banco, y...

—Tus problemas financieros no son problema mío. Si mañana no me traes el dinero... —Miró por detrás de él —Tendré que llamar a la policía para que saquen toda esta basura —La última palabra arrastrándose, pronunciándose con repulsión. Lo miró fijamente, y aunque el señor Jung era incluso más bajo que Woojin a pesar de sus 60 años; Daniel no pudo sentirse como una pequeña hormiga que acababa de ser aplastada. —Quedas advertido —Fue lo último que dijo antes de negar con la cabeza, y caminar nuevamente hasta su despacho. Era el dueño del edificio, sin embargo, era tan tacaño que prefería dormir en un pequeña habitación en donde solo cabía una cama.

No tenía dinero, y no sabía cómo iba a conseguirlo. Faltaban unos cuantos días para que le pagaran en la lavandería, y ya no podía seguir pidiéndole plazos al señor Jung, y mucho menos con la actitud que había mostrado hace poco.

Now you can see me - OngnielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora