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El sacrifico es quizá la muestra más real y genuina de amar.

La fotografía ahora en el suelo se sentía todavía tangible en sus dedos. Las sensaciones que despertó ese mensaje en su interior lo había hecho alterar de una manera que no comprendía. Sus ritmos cardíacos empeoraban por cada respiración agitada y el sentimiento de desespero empeoraba a la par de las dudas que surgían en su cabeza.

Seongwu tomó su teléfono y marcó el número de Daniel, pero sus llamadas no fueron contestadas. ¿Cómo iba a saber el muchacho que su novio había puesto en silencio su teléfono celular porque no quería que sonara inoportunamente mientras estaba en la calle? Daniel caminaba a pasos ligeros en las aceras de la metrópolis, mojadas a causa de la lluvia, reflejando las luces de las farolas que empezaban a encenderse a esa hora.

Se detuvo en la parada de un semáforo y mientras esperaba que cambiara de color, se puso a pensar que era curioso cómo los matices de la ciudad cambiaban tan aleatoriamente. De como una ciudad podía lucir diferente dependiendo si había sol o cuando llegaba un mínimo rastro de lluvia. La noche era la metamorfosis de lo que alguna vez fue la mañana, los sentimientos y las sensaciones podían no ser las mismas al llegar la noche. La alegría, la tristeza, el odio, el rencor, la preocupación, los miedos podrían haber cambiado, nadie es igual a como era al inicio del día, nuevas experiencias y emociones habrían hecho de alguien, una mejor o peor persona.

Y es que Daniel había sido testigo de esa metamorfosis día tras día, iba sintiendo que era alguien diferente, que al igual que la mañana, era alguien distinto cuando llegaba la noche. Daniel era el claro ejemplo de que las emociones lo cambiaban todo, que algo tan pequeño hacía la diferencia, que una simple sonrisa o un ataque de ira podrían hacer el mejor o el peor día de cualquiera.

Cuando el semáforo finalmente cambió de color, Daniel sonrió melancólicamente a la vez que una gota resbalaba por su sombrilla, tan efímera que apenas lo notó, tan fugaz que no pudo vivir la común experiencia de alivio y de tranquilidad que cualquiera sentiría al levantar las comisuras de sus labios. Sin darse cuenta, de forma inconsciente se dio cuenta de que fue una sonrisa vacía, una sonrisa que no buscaba reconfortarlo sino, que al igual que la metamorfosis del día y la noche, le indicaba que algo iba a pasar, que al terminar el día no iba ser igual que en la mañana.

El mismo sentimiento recorría el cuerpo de Seongwu, sin entender todavía sus impulsos y acciones tomó su abrigo y salió rápidamente de la oficina. Su silueta se veía como una sombra tenue mientras recorría las grandes ventanas del edificio, las luces intensas de la noche a causa de las farolas de la calle, la de los carros y los edificios cercanos se reflejaban en su rostro y parecían intensificarse cuando hacían contacto con sus lágrimas. Lagrimas que eran el resultado del reciente terror, de la sensación extraña que le hacía sentir que el alma de se le salía del cuerpo. Mientras seguía corriendo por el pasillo las luces del exterior parecieron desaparecerse por un segundo y en cambio, una luminiscencia rosácea invadió el lugar. Al acercarse a la ventana, miles de pétalos caían como lluvia sobre el pedimento.

Las manos de Daniel se sentían cálidas bajo los bolsillos de su abrigo ancho, su cabello se revoloteaba a la par del aire gélido que golpeaba la fría ciudad. Cuando llegó a la joyería un hombre amable lo recibió con amabilidad, el cambio de temperatura al estar dentro hizo que las ansias de volver a casa aumentaran, que quisiera estar nuevamente junto a Seongwu, ver su expresión al darle la sorpresa, acurrucarse bajo una manta mientras veían televisión ignorando el hecho de que afuera la llovizna seguía acariciando con sus manos frías la ciudad. Planes tan simples como esos se habían convertido en algo tan esencial que el simple hecho de recordarlo hacía que sus ojos se iluminaran como lo hacían las joyas exhibidas en las vitrinas.

Now you can see me - OngnielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora