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«—Daniel... me gustaría hablarte sobre algo.

Volvió a tomar asiento, encontrando un brillo particular en los ojos de Seongwoo en cuanto lo vio a la cara. Le sonreía de una manera un tanto diferente a como acostumbraba hacerlo. Lo miró atento, expectante a lo que tendría que decirle y abrió sus ojos cuando oyó las palabras que salieron de su boca.

—Creo que me gustas»

Despertó rápidamente, gotas de sudor resbalando por su rostro, su respiración agitada. Caminó hasta la cocina y se sirvió un vaso de agua. El mismo sueño se repetía una y otra vez hasta el punto de convertirse en una pesadilla. Se encontraba atormentado, cansado, con un remordimiento que le carcomía su lucidez lenta y dolorosamente.

Se apoyó contra la encimera de azulejas blancas desgastadas e inhaló profundamente. Habían pasados dos semanas desde que Seongwoo se había enterado de todo, dos semanas en donde su amigo había dejado de hablarle, tal como él lo había hecho anteriormente, pero por situaciones por completo distintas.

Regresó a la cama, y quiso volver a dormir, pero sus intentos para conciliar el sueño fueron más difíciles que antes. Terminó sentándose en el borde mientras soltaba un suspiro exasperado; las imágenes de Seongwoo reproduciéndose de manera insistente en su cabeza mientras observaba hacía ningún punto en específico.

El reloj marcaba las tres de la mañana, tres horas antes para que tuviera que salir a trabajar; así que aprovechando ese tiempo libre, tomó la canasta de ropa (Repleta, pues hace mucho no iba a la lavandería), y bajó por el ascensor hasta llegar al sótano en donde se encontraban las lavadoras.

Nadie se encontraba ahí, y en otro momento Daniel se hubiese sentido atemorizado —Su miedo a las cosas que no podía ver— pero no esa vez. Probablemente su cuerpo saturado de otras emociones como para darle espacio a otra.

Se recostó contra el material metálico de la lavadora, sus ojos cerrados, mientras esperaba que la maquina (Ya antigua en realidad) terminara de hacer su trabajo. De repente, su nariz detectó un fuerte olor a rosas.

Cuando abrió los ojos encontró en el fondo del lugar al mismo niño de hace unas semanas. Estuvo pensando en varias ocasiones en él, pues luego de hacer esa estúpida pregunta, había desaparecido, como si todo hubiese salido de su mente.

Pero era real.

—¡T-tu! —Gritó retrocediendo unos pasos, atemorizado. La canasta (En ese momento vacía) rodando, causa de su brusco movimiento —¿Me estás siguiendo?

El pequeño dejó caer la cesta que traía con dificultad entre sus brazos y negó con la cabeza frenéticamente.

—¡N-no! —Respondió moviendo sus manos en el aire —Solo fue una coincidencia, Danie... —Se tapó la boca con las manos antes de continuar.

—¿Cómo sabes mi nombre? ¡Maldito acosador!

El niño dejó escapar un suspiro y se recostó contra la lavadora, sus brazos a cada lado de su cuerpo, resignado.

—Me descubriste más rápido que los demás, que torpe soy, que torpe soy —Repitió unas cinco veces más, mientras se golpeaba la cabeza con la mano. Daniel quien solo se limitaba a verlo con una expresión de completa perplejidad, preguntó.

—¿Los demás? No entiendo ¿Quién diablos, eres?

El pequeño levantó de manera casi imperceptible sus cejas, y respondió frunciendo los labios.

—¿Quién soy? Uh, yo tampoco lo sé —Apoyó sus manos sobre la lavadora y miró el techo, dramático. Luego, lo miró a él y esbozó una sonrisa—Pero puedes llamarme Woojin, es de lo único que estoy seguro.

Now you can see me - OngnielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora