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La soledad se define como un estado de aislamiento donde alguien se encuentra solo, sin nadie a su lado. Sin embargo, más allá de la definición clásica, estar solo no es necesariamente la ausencia de un par, pues, en muchos casos se puede estar solo, incluso teniendo la compañía de cientos de personas.

Cuando caminamos entre las multitudes, cuando nuestros hombros se empujan hacia atrás como resultado del choque contra otra persona, estamos en teoría con la compañía de alguien. Cuando vamos a tomar una bebida en la cafetería de la esquina tenemos la compañía de por lo menos la persona que nos atiende, pero eso no nos hace sentir menos solos.

La soledad entonces mas que un estado, es un sentimiento.

Es de esa manera como pensaba Woojin.

Había perdido ya la cuenta de los años que llevaba deambulando entre la gente, pasando desapercibido entre todos. Había vivido durante décadas, conociendo personas que se habían convertido en sus amigos, en su familia. A decir verdad, se consideraba afortunado de haber experimentado esas aventuras, pero a la vez miserable pues aquellas personas ya no se encontraban junto a él.

Personas como Segonwu y Daniel.

Woojin recordaba a cada una de ellas. Su mente se transportó a los años 2000, cuando conoció a Seokjin, un pintor demasiado talentoso que vendía sus pinturas en la plaza de artesanos de la ciudad, un día murió a causa de la mordida de un perro salvaje.

Recordó a Chanyeol en los años 90, un médico comunitario que permanecía en los lugares más vulnerables para ayudar a los más necesitados. Murió a causa de una bala perdida en una de sus visitas.

Por su mente pasó la imagen de Irene, una hermosa chica de los años 70 que vivía infelizmente casada con un empresario diez años mayor. Estaba enamorada de uno de los socios de la empresa y murió un día cuando intentó escapar junto a él y su esposo los asesinó a ambos.

Recordó a Baekho, un soldado de los años 40 que fue a servir en la segunda guerra mundial. La última vez que lo vio fue cuando se acuclilló frente a él y le dio un beso en la frente.

También echó de menos a Eunha, una chica de los años 1900 que trabajaba como empleada de servicio en la mansión de la familia Choi. Un día la casa se incendió y murió al rescatar a los hijos de la familia. Construyeron una estatua en su honor fuera de la casa y Woojin iba visitarla de vez en cuando.

Se acordó de Siwon, un policía en los años 1850; de Jisoo, una cantante de ópera de 1834; de Hanbin, un escritor de 1778.

Una lágrima resbaló por su mejilla al recordarlos, al volver a sentir la misma sensación nuevamente, de saber que pronto, iba a permanecer solo, una vez más.

La soledad de nuevo acompañándolo, abrazándolo como si ella, irónicamente, fuera su única y eterna compañía. Ya no quería experimentar lo mismo, estaba cansado de que las personas que le daban sentido a su existencia desaparecieran de su vida, quedándose en la deriva en un ciclo que se repetía contantemente, como una historia que no tenía fin, que queda inconclusa y lo hacía sufrir, que hería su corazón como si tomara un puñado de espinas y las apretara con sus manos. Sus amigos, sus aventuras, las historias que compartió junto a ellos eran en realidad las rosas del jardín; él por otro lado, era las espinas, el que desgraciaba sus vidas.

Tocó la puerta con más insistencia, pero Daniel apenas escuchaba un ligero susurro; ignoraba que afuera, justo en la entrada de su departamento se encontraba el ser que se había convertido en su amigo, el ser que durante los últimos meses había cambiado su vida enormemente: lo había hecho sentir y ser una mejor persona. Ignoraba la intensidad de sus golpes en la puerta, ojalá Daniel se hubiera dado cuenta que cada uno de ellos trasmitía desesperación, ira, pero sobre todo miedo.

Now you can see me - OngnielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora