UNO PROPONE Y DIOS DISPONE

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Afortunadamente la tarde transcurrió tranquila. Al terminar la jornada me subí a mi camioneta feliz porque al fin iba a casa y cumpliría mi promesa.

Puse la radio y avancé por la carretera, misma que recorría todos los días. Me detuve por la luz roja de un crucero bastante transitado.

Una mujer cruzaba la carretera con su bebita en brazos cuando de pronto escuché un rechinido de llantas. Un auto no respetó la señal y las embistió bruscamente. La mujer voló por los aires ante mis ojos quedando sobre el capote el vehículo, creo que aún sostenía a su pequeña.

Pude ver por la ventana el rostro de los dos ocupantes del automóvil cuando decidieron arrancar a toda velocidad. La mujer y la bebé salieron volando por los aires y cayeron varios metros delante de donde había ocurrido el accidente.

Horas después me enteré que aquel vehículo le había sido robado a un hombre de 61 años a punta de pistola. Eran los delincuentes quienes lo manejaban al momento de la embestida.

Seguramente, por ésta razón huyeron.

No me detuve a pensar en la cena, en el aniversario o el perfume que guardaba celosamente en la cajuela de mi camioneta. Salí corriendo a encontrarme con ellas. Debía alejarlas del asfalto así que utilicé las maniobras para deslizarlas. Siempre he creído que dichos movimientos, que pueden salvar una vida, deberían ser aprendidos por todas las personas y no solo por personal capacitado para ayuda en caso de siniestros o accidentes.

Logré ponerlas en el acotamiento e intenté detener algún auto para que me ayudara.

Nadie se detenía, todos pasaban frente a mi ojos con gran velocidad, sentí que estaba. Me sentí solo en medio de la tragedia hasta que un auto tuvo a bien detenerse.

Les pedí que llamaran al servicio de emergencia, en aquel momento olvidé que mi móvil estaba en mi vehículo. Es irreal cómo, en una situación de riesgo puedes omitir u olvidar pequeños detalles.

De pronto llegó una patrulla que seguía a los delincuentes y fueron ellos quienes me ayudaron a trasladar a la niña y a la mujer al nosocomio.

Me subí en la parte trasera y acomodé a la criatura recostada sobre su rosa cobijita. Sabía que teníamos solo unos minutos para llegar al hospital o la niña moriría. Todo el camino estuve aplicándole los primeros auxilios y el RCP.

Tenía que salvarla! Tenía que valer la pena el no cumplir la promesa que le había hecha a mi esposa.

Me ganó el llanto pero, la niña se salvó.

Días después, recibí una llamada de la madre de la pequeña. No recuerdo por completo la conversación pero no olvido las siguientes palabras:

"No tengo palabras para agradecerle, perdóneme que me ponga a llorar. Estaré agradecida con usted toda la vida, mi casa siempre estará abierta para usted y su familia".

Era de madrugada ya cuando llegué a casa. Pude ver en el sillón de la sala a mi esposa, ataviada en su vestido más bonito, dormida. Se había quedado dormida esperándome. No me atreví a despertarla. La cubrí con una manta y la contemplé unos minutos. Al día siguiente le explicaría lo sucedido aunque sabía que ella estaba cansada de que siempre sucedieran cosas como aquella en mi vida.

Y fue así como terminó aquel día, con la tristeza de no haber cumplido en casa, pero con la dicha de haber salvado una vida y cumplido con mi profesión. -----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Mi segunda oportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora