Mi plan de vida destrozado

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Es algo inexplicable, de verdad. Es la satisfacción de saber que pudiste dar un poquito de tu trabajo para que otra persona pudiera vivir. Es lo que hacemos todos los días", afirmó valenzuela añadiendo que se sentía orgulloso del grupo con el que trabajaba.---------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

MI PLAN DE VIDA DESTROZADO

Aquella fría noche, y luego de una jornada muy pesada, solo deseaba llegar a casa, ver a mi familia, tomar una buena taza de café y un baño caliente.

Todo parecía normal. Me senté a la mesa mientras veía a mi mujer ir y venir a la cocina disponiéndolo todo para la cena. Estaba extremadamente seria pero no le tomé importancia, "seguro habría tenido un día pesado también", pensé.

De pronto el silencio se rompió.

-Tengo algo que decirte –dijo mientras yo cortaba un poco de pan.

Se sentó frente a mí y fue entonces que vi dolor en su mirada, hice a un lado el plato y me decidí a poner atención.

-Te escucho –atiné a decir sin saber lo que me esperaba.

-Quiero el divorcio –dijo determinante, así, sin más, sin pensarlo, sin titubear.

Yo no me moví, no respiré, no hice nada. Ella, creyó que no le estaba poniendo atención pero no era así. Estaba petrificado en aquella vieja silla.

-Escuchaste? –dijo alzando la voz.

Yo no supe qué responder. Solo bajé la mirada.

Se levantó y se fue a la habitación. Esa noche no hablamos más. Yo la escuchaba llorar a lo lejos. Sabía que quería respuestas, sabía que ella deseaba que yo le dijera qué es lo que había pasado en nuestro matrimonio. Yo, no pude contestarle.

Supe en ese momento que ya había perdido su amor sin darme cuenta y me aterraba la posibilidad de que estuviera enamorada de otro. Mi cabeza no podía pensar nada más que eso y le daba vueltas a la idea una y otra vez.

Al día siguiente me fui a trabajar aún sin cruzar palabra con ella. Tenía un tremendo sentimiento de culpabilidad pero no sabía manejarlo. Entonces tomé una decisión que tampoco fue la adecuada.

Quise hacerle ver que no me opondría a la separación, así que escribí un acuerdo de divorcio donde le otorgaba la casa, el auto y el 30% de nuestro negocio. Sabía que estaba terminando con mi plan de vida, con nuestros sueños e ilusiones, pero sobre todo: con mi familia.

Esa noche al volver se lo entregué... ella lo leyó para después romperlo en mil pedazos. Tontamente me enfurecí.

-Qué más quieres? –le dije con un tono alto de voz- eres tú la que quiere que nos separemos! Creo que esto es lo justo, no lo crees así?

-Eres un idiota, malditos hombres –gritó con rabia para luego abofetearme.

Quise detenerla con mi mano derecha sobre su rostro y cayó al piso.

-Lárgate de mi casa, lárgate de mi vida –gritó desde el suelo.

En ese momento olvidé mis principios, olvidé mis valores y todo lo que había aprendido en mi profesión e hice el peor de los comentarios.

-Yo me voy, pero quédate sabiendo que siempre fuiste en mi vida una más.

Inmediatamente después de soltar aquella mentira sentí dolor, tristeza, miedo y muchos sentimientos encontrados.

Recordaba una y otra vez la escena sin terminar de entender lo que había pasado y por qué ambos habíamos reaccionado de aquella manera.

Entonces comencé a caer en una profunda depresión y un terrible desencanto. Una tarde, sumido en mi tristeza decidí ir a casa.

Aún tenía la llave y ella no había cambiado el cerrojo. La encontré sentada ahí donde todo había ocurrido.

-Lárgate –dijo determinante- te puse una orden judicial y no puedes acercarte! Lárgate o llamo a la policía.

-Amor perdóname, he sido un tonto

-Que te largues! –dijo gritando.

Salí destrozado. Sabiendo que lo había perdido todo. Me dirigí al cuarto de aquel pequeño y frio hotel donde había pasado las dos últimas noches. Estaba solo, sintiendo que mi vida se había terminado y que ya nada tenía sentido para mí.

Muy temprano, como en automático me levanté para salir a la estación, seguía sumido en mi depresión y mi tristeza y manejé a toda velocidad sin pensar en la prudencia. La mañana transcurrió tranquila, no fue hasta la tarde que recibimos una llamada de auxilio: una niña había caído en una alberca.

Seguimos los procedimientos para salir a atender la emergencia y llegamos al lugar señalado a los pocos minutos.

Era una granja donde parecía se había celebrado una comida familiar. Nos recibió el encargado con la cara desencajada.

-Rápido la niña sigue en el agua.

No entendí por qué nadie había intentado rescatarla hasta que me lo explicaron: "nadie sabía nadar y les había dado pánico meterse a salvar a la pequeña".

Sin pensarlo dos veces me arrojé al agua. Sentí de inmediato cómo el frío invadía todo mi cuerpo. Tomé a la niña entre mis brazos y la acerqué a la orilla.

-Rápido, tráeme la tabla para reanimarla y un tanque de oxígeno –le dije a mi compañero mientras intentaba salir de la alberca.

Afortunadamente y luego de varios minutos de intenso trabajo logramos que la niña reaccionara. La trasladamos al hospital de inmediato.

Su madre, dentro de la ambulancia no hacía más que llorar y darnos las gracias. Entonces me di cuenta: Mis hijos estaban solos también. Ya no podría estar ahí para cuidarlos.

Qué hubiera pasado si no me levanto aquel día? Si hubiera dejado que mi depresión me cegara?

Me di cuenta que tenía que trabajar a pesar de todo, sonreírle a los heridos y darles esperanza cuando yo sentía que mi vida ya no la tenía, hablarles de fe cuando la mía se había perdido aquella fatídica noche. ----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Mi segunda oportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora