Capítulo IV

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La habitación estaba completamente oscura. Ni un pequeño rayo de luz lograba colarse por alguna grieta.

Todo era oscuridad.

El rizado no supo hasta que se movió, que había una tela cubriendo su vista. Intentó mover sus manos inútilmente, pues estaban atadas a quién-sabe-qué, al igual que sus pies.
No sabía si estaba en una cama o en el piso, pero era completamente incómodo, fuese el lugar que fuese.

Su respiración se aceleró, al igual que su corazón, en el momento que escuchó un rechinido proveniente del lado izquierdo de donde se encontraba. Al parecer era una puerta abriéndose.

-Vaya, vaya, vaya. ¿Pero que tenemos aquí? -

Una voz demasiado gruesa resonaba por todo el pequeño lugar y Harry comenzaba a asustare, causando unos espasmos en su cuerpo.
Esto no estaba bien. Nada de esto lo estaba.

Los pasos del dueño de aquella voz tan profunda comenzaron a hacer eco, haciendo saber al oji-verde que el extraño se había movido en su dirección.

Una mano grande comenzó a tocar sus rizos, jalandolos con fuerza, casi arrancandolos, para después sentir que el hombre que lo mantenía prisionero empezaba a inalar de éstos, como si de una droga se tratase.
Los dedos grandes y callosos, que sabía estaban así por su manera de vivir tan descabellada, emprendieron un recorrido por todo su cuero cabelludo, de una forma tan lenta y desesperada a la vez, que al rizado le dieron náuseas de sólo pensar que es lo que haría con él.

Aquél hombre que tanto le provocaba regresar cualquier alimento que tuviera en el estómago, se acercó tanto que su aliento estaba lo suficientemente cerca de la nariz del rizado. Era tanta la cercanía que logró percibir un ligero aroma a tabaco en él, provocando más asco en el rizado.

Definitivamente lo iba a hacer vomitar.

-Quiero que te quedes quieto, rizadito. Ni un solo movimiento. Ni un solo grito, ¿Me entiendes?-

Y de algún lugar, que obviamente no pudo ver, el extraño hombre sacó un pequeño y frío objeto que clavó fuertemente en su mejilla izquierda, causando un fuerte y doloroso grito por parte del oji-verde.

Iba a morir.



El termómetro indicaba 0°.
El frío era más duro que los días anteriores.

Definitivamente el invierno estaba cerca.

Las calles estaban igual de solas que el día en que apareció el tan temido"The hair killer" .

La cafetería estaba demasiado tranquila. En las mesas de dentro había una pareja conversando sobre, al parecer, los preparativos de su boda. La chica tenía una gran sonrisa sobre su rostro, lo que indicaba que realmente estaba emocionada por dar ese gran paso.

El rizado, junto con Jonathan, estaban en el mostrador esperando que alguien hiciera sonar la campanilla molesta de la puerta de entrada.

Y pareciera que los milagros existían porque en ese momento, la campanilla sonó indicando un cliente con la suficiente valentía, o antojó de un café, como para salir de la seguridad de su casa.

Y no era cualquier cliente, no. Éste era el lindo castaño de hace unos días. El de los ojos azules.

El oji-verde sonrió en el momento en que el oji-azul entró por la puerta y lo miró.

Venía con una chaqueta verde claro que lo hacía ver más guapo de lo que ya era. Sus jeans negros pegados y un beanie gris cubriendo sus castaños cabellos del frío viento de fuera.

-Hey-

-Hola Louis, ¿Lo de siempre?-

-Claro que sí-

Y sí, era verdad que el castaño había regresado más de una vez a la cafetería, no solo por un delicioso café de los que tanto amaba. Quizá había otra razón, una un poco rizada en sus visitas continúas.

Esperó tan pacientemente su bebida, como siempre que iba a comprar una.
Ver detenidamente al chico hacer su café se volvió parte de la espera. Al parecer esperar no era tan malo, menos sí tenía la vista de un hombre como aquél.

La campanilla sonó de nuevo, esta vez un hombre parecido al que esperaba un café entró al lugar. Era Christopher.

Venía con una gran sonrisa, parecía que traía grandes y buenas noticias para todo el mundo. Hasta parecía venir bailando, lo que provocó que los que se encontraban allí lo miraran extrañados.
Había llamado la atención de todos.

-Adivinen quien consiguió ser patrocinado por el Arsenal-

-¿Qué? ¿Acaso tú lo lograste?-

-Claro que lo logré. Los dueños contaron con qué les tenía que pagar con café y unas cuántas libras, pero eso es lo de menos-

Y después de unas cuántas noticias más de parte de un alegre Christopher, éste se fue a la parte trasera a hacer algunas llamadas importantes, según él.

-Bueno, al parecer algo bueno ocurrió-

-Sí, demasiado bueno, a mi parecer -

-¿Qué opinas si salimos a festejar que la cafetería será aún más famosa?-

-¿Acaso me estás invitado a una cita, Louis?-

Y el castaño sonrió.

Slowly seduced by your curls /Larry Stylinson/ [P A U S A D A]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora