La jornada volvía a comenzar, Seungkwan sabía que podían pasar siglos de siglos, pero nada lo haría cansarse de realizar la revisión diaria, las mascotas del paraíso esperaban cada mañana para ser deleitados con los suaves canticos del arconte mientras eran alimentados por él mismo, su suave tacto por encima de sus pelajes los tranquilizaban y en más de una ocasión terminaba en el suelo siendo lamido y acariciado por aquellas criaturas.
Unos rápidos aleteos eran suficientes para limpiar sus trajes y retirar el polvillo que había quedado entre ellas, y así, seguir con el itinerario del día, entre ellas la labor más importante, como era el monitoreo de las acciones humanas y decisiones del día que comprometía a toda la humanidad, Seungkwan recodaba lo costoso que fue el inicio de esta actividad sin embargo logró agarrar práctica, cada que un halo oscuro se manifestase en la superficie del globo terráqueo sabía que no debía de dudar ni un segundo en mandar súbditos quienes gestionaran su deber, influenciar entre los gobernantes u otras acciones que sean necesarias con tal de evitar una debacle mundial.
Pero fue cuando el arconte se dirigía a enviar los informes del día, que una opresión en el pecho acompañada de una sensación de malestar se hizo presente, estaba seguro que esta manifestación no la había sentido con anterioridad, al menos no hace muchos siglos y no cuando formaba parte del ejercito celestial, asustándose y haciendo que dejase de realizar lo que tenía en mente.
Sabía que algo ocurría, pero solo imaginar aquella posibilidad lograba atemorizarlo, sin embargo no podía quedarse de brazos cruzados y no hacer nada. Pasaban los segundos y el dolor se intensificaba, fue así que decidió tomar un respiro y, aunque dubitativo, cerró sus alas sobre sí, cerrando a la vez sus ojos, visualizándose a qué lugar tenía que ir, sería reprendido, lo tenía presente, pero no había nada que pudiera hacer si no era romper las reglas, por un bien necesario.
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La puerta principal se cerraba ahora dejando en el exterior a un Hansol con un semblante un poco más repuesto, la espalda relajada llevando a cuestas su mochila era un buen indicador, sin embargo a pesar de que la tensión ya no se manifestaba en su cuerpo, su rostro inexpresivo seguía impregnado en cada uno de sus gestos, era contradictorio como aquellas facciones envidiables podía tener un dejo de frialdad, como esas pestañas rizadas se contradecían acompañando aquella mirada cargada de rigidez, como su mandíbula tensa y perfilada se dibujaba bajo una piel nívea y tersa, pero eso no era algo de relevancia para él.
Sus pasos eran lentos pero firmes, sabía el camino de memoria, la tienda de conveniencias quedaba a poca distancia de su casa, unas cuadras abajo y tomar el tren sería suficiente para llegar a la berma central y cruzarla.
Acomodó sus auriculares y se dejó invadir por la música que emanaba de ellos, el camino se tornaba más ameno cuando escuchaba lo que deseaba en lugar del bullicio de la ciudad y conversaciones ajenas en el tren u otros lugares, solo la música podía hacerle olvidar la incomodidad del atestado de gente que circulaba a esas horas de la mañana, y de la incomodidad que era el solo interactuar lo mínimo con ellas.
Salió de la estación a paso presuroso, y cruzó la calle cuando el semáforo cambió de color indicando el pase a peatones, tuvo que soportar tres empujones de parte de desconocidos que iban de manera acelerada, pero intentó ignorarlo.
Solo quedaba una calle que lo separaba de su puesto de trabajo, así que aceleró el paso para llegar rápido debido a que una tenue llovizna empezaba a caer sobre la ciudad, pero otro empujón volvió a golpearlo, sintiendo de un momento a otro un impacto contra su cuerpo.
-¡Cuidado! – Un fuerte golpe lo azotó, como si una ráfaga súbita apareciera de la nada, siendo su cuerpo arrojado al interior del centro comercial aledaño dando muchas vueltas en el asfalto lacerando y golpeando sus costados, mientras el estrepitoso sonido de una viga metálica colisionando con el concreto le llenaba los oídos.
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Guardián [ Verkwan ]
FanfictionSoledad... Chwe Hansol Vernon había empezado a creer que su existencia no podría haber sino mejor descrita que con aquella pequeña palabra, que tal vez la suerte nunca le sonreiría al ser solo un imán únicamente de calamidades. Pero si tal vez se pr...