Parte III- Riesgos

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El viento se arremolinaba cerca a las puertas doradas, aquel aleteo comenzaba a perder velocidad, para que el cuerpo del arconte Seungkwan empezara a tomar contacto con el suelo celestial.

Dejó escapar un silencioso suspiro mientras que, con sigilo absoluto se dirigía hacia su dormitorio. Un sudor frío perlaba su frente mientras tenía la sensación de que las torres y murallas del palacio celestial sabían lo que acaba de ocurrir, sabían de donde venía y a donde iba.

Paso a paso procuró ser lo más sigiloso posible, era demasiado probable que lo estuvieran buscando, si no eran sus compañeros del mismo rango, seguro eran los arcángeles con turno de guardia, y si la suerte no estaba de su lado, el jefe supremo, que de solo pensarlo podía comenzar a orar por su vida.

Pasillos interminables que él conocía de memoria se presentaba delante suyo, y en estos momentos no importaba su miedo irracional a la oscuridad, ni el hecho de que no pudiera guiarse del resplandor de su aureola ni su propia aura.

El tramo que faltaba era muy corto, palpó su bolsillo delantero y se alagó así mismo por ser tan precavido de ese día en particular portar consigo las llaves de su pieza, mientras continuaba con su paso apurado.

Contuvo su respiración mientras introducía la llave, y de manera milagrosa aquel chirrido particular que tenía su puerta no se hizo audible, cerrándola con el mismo cuidado tras de sí, y terminando por botar todo el aire contenido desde que llegó al palacio.

-Eso...estuvo...cerca...- logró vocalizar en varios suspiros, mientras limpiaba el sudor acumulado en su rostro y despeinando sus rosados cabellos.

Giró sobre sí dirigiéndose hacia su cama, su cabeza necesitaba tener ese contacto con las plumas de su almohada y sus alas reposar por un momento, ya que el viaje en subida era agotador.

Sin embargo sus pasos erráticos fueron iluminados de un momento a otro por la lamparilla que descansaba en su buró, dibujando delante de él una silueta pequeña.

Su asombró se dibujó rápidamente en su rostro acompañando un grito agudo que logró acallar con una de sus propias manos, pero no pudo evitar el caer al piso de la sola impresión, llevando consigo el tul que adornaba su cama, desordenándola aún más de lo que estaba.

Desde su posición, tratando de recomponerse, pudo ver como una pequeña sonrisa se asomaba de aquella persona, que si bien no veía el rostro pero sabía sin duda quien era, aquella imagen, aunque pequeña, era imponente una vez que se puso de pie y cruzó sus brazos mientras se acercaba.

-¿Qué estaba cerca... Seungkwan?- aquella voz repiqueteaba en sus oídos fuerte y claro. Alguien lo había visto, y no es algo que haya estado si quiera en sus planes.

- ¿Cerca?, no sé de qué estás hablando, Jihoon- intentó hacerse el desentendido de la situación, pero no había remedio.

La lamparilla central de la habitación se encendió, dejando a Seungkwan por unos segundos ciego mientras se adaptaba a la iluminación, y mientras eso ocurría pudo ver la espalda del Arcangel Supremo saludándolo.

Lee Jihoon era, por mucho, una de las personalidades con mayor respeto e impecable reputación en el reino celestial, aquella imagen pequeña y tierna que a los querubines de las guardería les encantaba mientras los entrenaba en el coro del reino, contrastaba con aquella severidad y disciplina que lo caracterizaba cerca al jefe supremo y sus súbditos, incluyendo también a las autoridades responsables en la élite celestial. Muchos se preguntaban cómo es que alguien con tan poco tiempo de residencia en los cielos pudo alcanzar semejante cargo, corrían los rumores de que acumuló un buen karma durante su vida terrenal, otros comentaban que el pasar su vida rescatando perritos y diversidad de mascotas, y pertenecer al coro de su iglesia le hizo ganar la simpatía del todopoderoso a penas tocara las puertas del paraíso.

Guardián [ Verkwan ]Where stories live. Discover now