El hijo del jardinero. Capitulo 7.

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Capitulo 7:

Chase se separa de mi cuerpo, luego me mira fijamente con un brillo travieso en los ojos. 

Rodea con la mano derecha mi rostro, siendo su mano grande. Siempre me gustaron sus manos.

Disfruto como su mano masculina y tan sexy por esas venas tan prominentes que la adornan, con esos dedos largos, abarcan desde mi mentón a la frente. 

Me sostiene firmemente, bien sujeta para verse en las pupilas de mis ojos. Sonríe cegándome con una sonrisa angelical que pasa a traviesa. Finalmente me observa con una mirada perversa. 

Deja de sonreír. Aprieta la mandíbula con seriedad. 

Su mirada intensa, expresiva y oscura me cala hasta los huesos de excitación. 

Me molesta ese lado suyo tan arrogante. Es demasiado seguro de si mismo. 

Esta haciendo un escrutinio en mi alma. 

Me lee una vez mas como a un libro abierto. 

Me quedo quieta. Me laten los labios hinchados debido a sus insistentes besos.

 Mi cuerpo tiembla de ansia sexual. Estoy sedienta de más.

 Lo observo con rabia. ¡Como lo odio!.

— No Lia. 

No te engañes a ti misma. 

Del amor al odio hay un paso y al revés. 

Tú, mi preciosa princesa siempre me amarás.

 Por un momento me engañaste. 

No me odias. Estas enojada que es diferente.

 Tratas de quitarme de tu ser con alguien mas, pero. ¿Qué vas hacer?. Ningún hombre podrá ni en mil vidas borrar las huellas que deje en ti. 

Eres mía.

— Estas delirando, Chase. 

Te odio. 

Lo único que siento por ti es odio. No soy nada tuyo. 

Ni siendo mi hermanastro te considero parte de mi vida y de mi familia.

Chase me sujeta fuertemente de las nalgas. Me aprieta contra su bragueta que despide calor. Me sostengo de sus hombros de puntillas, mas bien buscando apegarme a su piel. Mi cuerpo inconscientemente lo busca, responde con gusto a sus avances.

 Es que ni estoy pensando. Estoy con la mente en blanco. 

No me encuentro en condiciones para defenderme con buenos argumentos. No puedo negar lo que dice porque estoy centrada en mirar, en admirar y en disfrutar la belleza masculina que tengo frente a mi.

Me hace gemir de placer abarcando mi seno izquierdo con la palma derecha por encima de la toalla. Masajea, estimula el pezón que responde a su caricia mientras me mantiene apretada contra su sexo que late buscándome. 

Siento los dedos de su mano derecha meterse por debajo de la toalla para masajear mi nalga izquierda. Sé que puede sentir lo húmeda que estoy. 

Me suelta la nalga para sujetar mi cabeza. Vuelve a besarme.

 Como muñeca sin voluntad respondo al movimiento de sus labios en los míos. Saco la punta de la lengua. Uno mi lengua a la suya que me incita. 

Ambos suspiramos saboreando el sabor de la saliva, y el sabor de nuestras bocas enfebrecidas. Siento como mis fluidos gotean como hilo de agua por la piel de mis muslos, preparándome para el acto sexual.

El hijo del jardinero.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora