El Incendio: Parte Dos

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Caperucita

Me incorporo rápidamente para seguir a mi madre y a mi abuela hacia el piso de arriba, mientras oímos unos golpes en la puerta.

      —No te des vuelta, querida —me dice mi abuela, Catherine, mientras subimos por las escaleras—. El cazador vendrá, ya lo verán.

Yo obedezco, y sigo ascendiendo detrás de mi madre y mi abuela. No puedo pensar con claridad, pero trato de concentrarme en seguir a mi familia pase lo que pase.

      —Abuela... ¿Si el cazador no viene, como detendremos a los lobos? —pregunto, mientras entramos a la habitación de mi madre.

      —Estoy segura de que vendrá —me dice ella, mientras nos acercamos a la ventana para observar el panorama.

      —¿Como?

      —Porque lo estoy viendo ahora mismo —agrega, mientras me señala al hombre del hacha por la ventana con una sonrisa en el rostro.

Al momento, siento una sensación de alivio que recorre todo mi cuerpo. Estábamos salvadas.

      —¡Philip! —le grita mi abuela desde lejos, pero el cazador no la oye.

Dirijo mi vista hacia abajo en busca de los lobos, y me encuentro cuatro grandes animales con la vista fija en Philip. Uno gris, uno blanco, uno negro y otro marrón al que reconozco enseguida como el lobo que me había intentado comer... Y el que había acabado con la amiga de mi abuela, mientras se hacía pasar por esta.

      —¿Que esta haciendo? —dice mi abuela, y yo me vuelvo hacia el Cazador.

Philip había guardado su rifle, y sacaba su hacha torpemente con la mano izquierda.

      —No, Philip... ¿Porque guardaste tu mejor arma? —se queja mi abuela, mientras el cazador avanzaba hacia la casa con el hacha en mano.

Yo dejo de escuchar a Catherine y me concentro en la batalla que estaba por realizarse. Si el leñador volvía a lograr salvarme, se lo iba a agradecer con mi vida.

      —Vengan a mi... —lo oigo decir, mientras los lobos se separan para rodearlo. La loba blanca avanza por la izquierda y el gris se acerca por la derecha, mientras el Lobo que le había arrancado la mano se acercaba al Cazador.

Paralizada por la tensión y el miedo, observo como Philip levanta su hacha y golpea el aire en un semicírculo, alejando a los lobos temporalmente.

      —Eso es... —dice, soltando una risa seca—. Acérquense, malditos asesinos.

El lobo marrón se acerca, e intenta morderle la mano nuevamente. Sin embargo, no es lo suficientemente rápido y el Cazador logra echarse hacia atrás.

       —Caperucita, es el momento —me grita mi abuela al oído, tomándome de la mano—. Hay que huir ahora que están distraídos.

Yo la ignoro. No quería huir y abandonar al hombre que me había salvado, aunque era cierto que desde la ventana no podía hacer nada más que mirarlo pelear.

Cuando vuelvo a girar la vista, descubro al Cazador siendo rodeado y acorralado por los tres lobos. No había rastro de la loba negra.

      —Prepárense, lobos, porque este será su último día con vida   —grito el leñador, mientras levantaba su hacha.

      —¡Cuidado! —gritan mi madre y mi abuela al mismo tiempo, cuando el lobo líder avanza y intenta morderlo en la pierna.

Afortunadamente, el Cazador logra apartarlo con una fuerte patada de costado, dejando al lobo marrón aturdido.

La Chica Roja Y El LoboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora