El Final: Parte Dos

67 8 5
                                    

Alma

Tras retirar la daga de la cabeza del lobo con un movimiento silencioso y observar el cadáver del animal caer al suelo, me vuelvo corriendo hacia mi moribundo padre invadida por la preocupación.

Rickard Red tenía el hombro en carne viva, y su camisa totalmente teñida por la sangre que le manaba del cuerpo. Yo me agacho ante él, para luego sacarme mi característica capa roja de la espalda.

     —No... —me susurra mi padre, cuando yo comienzo a tapar su herida en un intento de detener la inevitable hemorragia.

      —Padre, no te dejaré ahora que acabo de encontrarte. Por favor, no me dejes...—le suplico, con una lágrima comenzando a descender por mi mejilla—. Luchaste mucho mejor que yo, que lo único que hice fue matar al lobo por la espalda...

Él niega con la cabeza.

      —Hija, lo mío se trataba de algo sencillo para mi; lo tuyo fue verdadero valor. Cometiste un asesinato, y estoy orgulloso. No porque hayas acabado con un animal que nos amenazaba a todos o porque hayas vengado a tu familia, si no porque para hacerlo tuviste que dejar atrás tus ideales. Cualquier persona con determinación puede matar para salvar a su familia, pero hay que tener verdadera fuerza mental para poder dejar atrás nuestras ideas por ella. Realmente admiro eso.

Pese a la situación, no puedo evitar sentirme orgullosa, hasta que recuerdo todo lo que los animales habían sufrido.

      —Papá... No quiero que te mueras. Me quedaré sola, y moriré...

Él me interrumpe.

      —Sabes como volver. Encontrarás a Tom, irás al pueblo y conseguirás sobrevivir allí. Diles que eres mi hija y puede que te ayuden —Rickard tosió, y yo lo tomo entre mis brazos preocupada antes de que siga hablando—. Luchaste bien, hija... Te mereces una buena vida desde ahora en adelante, y no una muerte sangrienta a manos de animales salvajes.

      —Padre, no puedes dejarme. Se que no te conozco demasiado, pero me costó bastante encontrarte para que los lobos te lleven a ti también. Mataron a toda mi familia, y yo no lo pude evitar.

Como respuesta, mi padre levanta su hacha y me la coloca en mis manos.

      —No... —suplico, mientras lo miro negando con la cabeza—. Sabes que estoy en contra del asesinato, padre.

      —Pero odias a los lobos que nos mataron. ¿No querrás tomar venganza? —desde el suelo, mi padre esbozó una débil sonrisa—. La venganza esta en nuestra sangre, Alma. Es hora de que la tomes.

Yo dejo caer el hacha a un costado, y me vuelvo hacia mi padre molesta.

      —No puedes pedirme esto... Si lo hago caeré en la misma trampa que ustedes, y no quiero terminar así.

      —Y no lo harás —me tranquilizó mi padre, mientras la sangre comenzaba a esparcirse a mis pies—. Todo lo que nosotros hicimos lo hicimos por nuestra familia, y nuestra familia esta muerta. No vale la pena que continúes nuestra lucha cuando no puedes ganar, y si lo haces probablemente termines muerta. No vale la pena luchar contra animales si se termina muerto en una cueva, sin ningún merito y sin haber hecho nada por mi o mi familia. Lo mejor siempre había sido huir, pero mi estúpido orgullo me lo impidió.

Más lágrimas comienzan a brotar de mis ojos y bajar por mis mejillas, y yo las dejo caer invadida por la tristeza y la furia. Era tan insoportable ver a mi padre morirse sin poder hacer nada que hubiera preferido volver a combatir a los lobos.

La Chica Roja Y El LoboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora