Mi nuevo hogar

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La puerta daba a un gran balcón desde el que se podía observar un enorme palacio. Tenía dos torres a ambos lados llenas de ventanas. Su muralla se extendía hasta donde no alcanza la vista y en el pabellón central se alzaba una gran cúpula de color negro. El resto del palacio era morado. En una esquina del balcón había un cuchillo de juguete. «¿Para que quiero yo esto? ¡Es muy peligroso! Yo no quiero hacer daño a mis amigos monstruos.»

Retrocedí hasta la bifurcación y fui por la izquierda. La sala era espaciosa, con un árbol de corteza oscura y sin hojas en el centro rodeado de hojas caídas. Al fondo se alzaba la fachada de una casa, ver una casa tan bonita y pulcra en las RUINAS me llenó de determinación.

- Oh cielos, me ha llevado más tiempo del que debía. - dijo una voz familiar desde el otro lado de la sala. Era Toriel, que estaba sacando su TELÉFONO, supongo que para llamarme. Entonces me vio y se acercó a mi corriendo. - ¿Cómo has llegado hasta aquí, mi niña? ¿Estás herida? - dijo preocupada - Ea, ea. Deja que te cure. No debí haberte dejado sola tanto tiempo. Ha sido irresponsable por mi parte el intentar sorprenderte así. Err... Bueno supongo que no puedo ocultarlo más. ¡Ven, pequeña!

Toriel entró a la casa y yo la seguí. El recibidor era amplio, tenía un jarrón con una planta muy rara, una mesilla, dos cuadros y una lámpara. Desde allí se podía acceder a un pasillo yendo por la izquierda, a la sala de estar, por la derecha y en frente, unas escaleras bajaban al sótano.

- ¡Sorpresa! Es una tarta de caramelo con canela. Pensaba que podríamos celebrar tu llegada. Quiero que disfrutes el tiempo que pases aquí. Así que voy a abstenerme de hacer tarta de caracol por esta noche. Ven, tengo otra sorpresa preparada para ti.

Toriel se fue hacia el pasillo y yo con ella. Era muy largo, tenía tres puertas. Había macetas con plantas por todo el pasillo. También había algún que otro cuadro.

- Es aquí... - me dijo dándome la mano.

Caminamos hasta la primera puerta.

- Una habitación para ti. ¡Espero que te guste! - me dijo acariciando mi cabeza con dulzura. - ¿Se quema algo...? ¡Siéntete como en casa! - dijo mientras se marchaba corriendo.

Entré a mi habitación, era muy acogedora. Tenía dos lámparas, un poster, una cama, un baúl lleno de juguetes que no me llamaban la atención, un armario, varios peluches, una caja de zapatos de múltiples tallas y una mesilla. Sobre esta había un marco de fotos vacío y polvoriento y unos papeles.

Salí de mi habitación y me dirigí a la segunda puerta, era otra habitación, seguramente era la de Toriel. Había una cama mas grande que una cama doble, una estantería con libros, tres cuadros, tres macetas con cactus y una con dos flores amarillas, una cajonera y una lámpara, un escritorio con otra lámpara, un libro y papeles, una silla y una papelera. Me acerqué un poco para mirar que libro era y vi que era el diario de Toriel, en él había un pasaje subrayado en el que ponía: «¿Por qué quería el esqueleto un amigo? Porque se sentía HUESOLO...»,  el resto de la página estaba llena de chistes de calibre similar. Fui hacia la estantería y cojí un libro al azar. Era una enciclopedia de plantas subterráneas. La abrí por el medio. «"Typha" - un grupo de plantas de los humedales, de fruto marrón y oblongo. Son comúnmente conocidas como "salchichas de agua". Luego me fijé en el cactus. «Ah, el cactus. Ciertamente la planta mas tsundere de todas.» pensé. Luego eché un vistazo a la cajonera. «¡Qué escándalo! Es el cajón de los calcetines de Toriel.»

Salí de allí y me encaminé a la tercera puerta. En ella había colgado un cartel que decía: «Cuarto bajo renovaciones».

Recorrí el pasillo en dirección al recibidor y desde allí tomé dirección para ir a la sala de estar. Era muy amplia. Había una gran mesa con un jarrón sobre ella, dos sillas grandes y una pequeña alrededor de la mesa, una estantería llena de libros, un jarrón con unas flores alargadas y una chimenea encendida. Toriel estaba sentada en un sillón junto al fuego leyendo un libro.

- ¡Hola, pequeña! La tarta aun no se ha enfriado. Quizá deberías echarte una siesta.

- Luego voy.

- Dulces sueños. - dijo amablemente.

Me dirigí entonces a la cocina, que conectaba con el salón. Tenía un frigorífico, un lavabo, una encimera con cajones, un fuego con un horno debajo, una armario de pared y un colgador con sartenes y manoplas. Sobre la encimera estaba la tarta. «Que olor tan rico... Aunque está muy caliente para comérsela». Después de haber investigado la casa de Toriel, me fui a mi cuarto para dormir la siesta.

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