La alarma me despierta, espantando a los fantasmas de la noche. Apagando la alarma y mirando fijamente en el techo, recuerdo todo lo sucedido a noche.
¿Cómo es qué pudo pasar todo eso?
El día iba tan bien y en un instante todo empeoró.
Echada me debato en si debería ir a estudiar hoy, pero como el destino siempre está en mi contra, mi madre entra al cuarto.-Muy bien jovencita hora de levantarse, que se le hará tarde, ya está todo listo en la mesa, así que a bañarse.- y con eso queda decidido que iré a estudiar.
Antes de salir de la casa rezo a todos los dioses para pedirle de no encontrarme con Sebastián.
Subo al carro con un poco de miedo, está tan llenó que no sé sí él este aquí, pero sí está hay muchas personas cómo para poder estar cerca. Bajando a la justa del carro, miro por todos lados asegurándome que no esté ahí.
Al bajar del auto me ocultó detrás de una pared y miro al rededor fijando me que no esté. De repente una mano se posa en mis hombros, haciéndome soltar un gritó por él susto.
Al volverme me encuentro con el, pero no es él "él" que piensan, él que está al frente mío es Esteban.
Llevo una mano a mi corazón que palpita muy rápido y murmuró.- Ostia si que me asustaste.
-¿Estas bien Camí?.- me pregunta un Esteban muy preocupado.
Soltando un suspiro respondo.
-Si, solo es qué... me asustaste.
-Cami... ¿Te escondidas de alguien?
-¿Q-que?.- río un poco.- eso es absurdo, ¿Porque tendría que esconder me?.- me cruzó de brazos para parecer más sería. Esteban imita el gesto.
-Eso es lo que me preguntó yo.- arquea una ceja, dejándome claro que no me cree.
Y como salvada por los dioses, suena el timbre, haciéndonos saber que tenemos que ir a clases.
-Bueno, vamos al salón.- dice Esteban y yo asiento, el empieza a caminar y yo me quedo parada en el mismo lugar sin saber si debería entrar. Cómo notando que no le digo, Esteban para y voltea.- ¿No piensas entrar?
-Ah, s-si, voy.- y lo sigo, entrando juntos al instituto.
Mientras vamos avanzando miro a todos lados, rogando no toparmelo, tal parece que los dioses escucharon mis plegarias, con Esteban nos dirigimos a nuestros casilleros.
Y en ese momento maldigo a todos los dioses. Sebastián está recostado en mi casillero, con la mirada pérdida en no sé que. Sin poderlo evitar doy me día vuelta y salgo corriendo, a mi espalda escuchó que gritan mi nombre pero no volteo, escondiendo me en el baño.
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