Decisiones

241 23 4
                                    

Mamá me había despertado exactamente a las seis de la mañana, cuando entro a mi habitación golpeando la puerta contra la pared. Y, mierda. Sentí que el corazón se me saldría por mi garganta porque sí, me había asustado ¿Quién entra de esa manera a una habitación a las 6 de la mañana? E involuntariamente, lo primero que pude pensar fue en TaeMin.

Una divertida sonrisa apareció en su rostro junto con un 'Me has ahorrado el levantarte. Vístete, tenemos que irnos.' para luego salir de mi habitación. Y solo ahí recordé el viaje de negocios que teníamos programado desde hace un mes. Mi entrecejo fruncido y mi corazón disminuyendo el acelerado ritmo que había obtenido, acompañado de un suspiro de alivio mientras me frotaba mis manos en mi cara. Por un momento me sentí idiota, no podía creer como TaeMin se había vuelto -de nuevo- el centro de mi mundo y no solo él, porque acompañada a su imagen, también había aparecido la de SunHee.

Me levante, dirigiéndome al baño para darme una rápida ducha y ahora, media hora después, me encontraba en el pasillo de la casa. Un gran bostezo se me escapo cuando miraba mi reloj; mis cristalizados ojos observando la hora y mi cara transformando en una mueca de frustración. ¿Porque tardaba tanto en buscar unos documentos? La idea que no los encontrase quedo descartada cuando recordé lo meticulosa que suele ser con todos sus papeles.

Un nuevo bostezo se aproximaba, pero sus pasos escuchándose por el pasillo y deteniéndose en las escaleras, me hicieron mirar hacia arriba y verla con dos maletas a sus costados ¿Qué? Un movimiento consecutivo de ella hacia las maletas me dio la respuesta de qué se trataba que aún no bajara. Bufé y rodé los ojos a la par que mis brazos se cruzaban en mi pecho. Estaba claro que unos papeles que se encontraban en perfecto orden en el despacho de la señora MinJee, no la retrasarían.

— ¿Todo listo, MinHo? —dijo, mirándome desde las escaleras, asentí.

Sonrió, bajando el primer escalón -sin las maletas- hasta llegar al último y pararse frente a mí. Mirándome y, joder, había entendido su indirecta. Pase mis manos por mi rostro y subí a buscar las maletas.

Estando arriba, con discreción mis ojos observaron el rostro ajeno, buscando algún vestigio de lo ocurrido anoche, pero no pudiendo ver nada. Los surcos, que supuse tendria en sus mejillas habían desaparecido al igual que las ojeras que se habían presentado hasta las tres de la madrugada, hora cuando decidió levantarse y recoger la loza que habíamos ocupado en la cena.

Yo me había quedado haciéndole compañía a la distancia, detrás de la pared que separaba el comedor del pasillo. Porque había decidido que lo mejor sería que no me viera, y yo menos quería verla, no de esa manera. Lo que menos quiere un hijo es ver a un padre caer, y los padres lo que nunca quieren es que sus hijos vean la debilidad de ellos. Eso fue algo que aprendí con los años, cuando mamá lloraba silenciosamente detrás de la puerta de su habitación, y cuando salía, una sonrisa acompañaba aquel rostro que había derramado lágrimas durante horas. Y yo nunca le pregunte nada, como anoche, como ahora; como hace años.

El sonido de un claxon cortó mis pensamientos, avisando que el taxi ya había llegado. Deje de divagar y tome ambas maletas y las baje dejándolas en el suelo. Sin aun comprender porque se encontraban aquí, estaba claro que no eran mías.

— ¿Porque las maletas? —Decidí preguntar— ¿Mamá?

— Voy contigo —cerró el espejo con el que se estaba viendo, guardándolo en su cartera. Mi boca transformada en una mueca de incredulidad—. Hace años que no voy a Japón, MinHo. Además, necesito vigilar como gestionas este primer negocio, aunque seas mi hijo igual debo supervisarte.

Solo pude pestañear reiteradamente, la estupefacción apoderándose de mi rostro.

— Esto es una broma, ¿cierto? Mamá tu no-

Bajo la luz de la luna [2Min]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora